Hace poco mantuve correspondencia con un escritor español de éxito. Tuvo la deplorable y discriminadora idea de calificar como intemporal la literatura evangélica. Con ello convertía algo de tanto valor como la palabra escrita en bloques ideológicos. Olvidaba que la literatura es un universo de ideas libres y toda censura es realmente peligrosa.
Le decía a mi interlocutor que los escritores evangélicos somos también escritores. Así como nos hemos decidido por una literatura religiosa conformada a nuestros principios cristianos, estamos capacitados para abordar cualquier otro tema. Si sabemos escribir un ensayo religioso también sabríamos cómo escribir cualquier otro tipo de ensayo. Si inventamos situaciones en determinados libros podríamos igualmente escribir novelas.
Pero hemos querido hacer este tipo de literatura llamada evangélica porque consideramos nuestro trabajo como parte de nuestro ministerio al servicio del Maestro.
En España, la literatura religiosa, en general, no está bien vista. Y la que hacemos los escritores de vocación cristiana evangélica, menos aún. Sin embargo, aquí estamos. Hombres como José María Martínez, José Grau, Alfonso Ropero, José de Segovia, Juan Antonio Monroy, Bernardo Sánchez, Antonio Cruz y tantos y tantos otros que alargaría considerablemente la relación, podrían,
podríamos abordar cualquier género literario que nos apeteciera.
Porque somos escritores. Porque sabemos escribir.
Bernardo Sánchez lo demuestra en este ensayo sobre Patrología. Hace años que Sánchez ha obtenido un cierto
succés d´estime con sus libros. Es un narrador ameno. Pulcro y detallista. Su obra responde siempre a una idéntica alianza entre el conocimiento y la pasión cristiana. Destaca en el mundo intelectual del protestantismo hispano por la fe y espiritualidad que impregnan sus escritos. Vida y obra han estado siempre unidas a él. Pastor de verbo encendido, profesor vitalmente comprometido con sus alumnos y escritor encarnizadamente entregado a la pasión de las palabras, cuando Bernardo Sánchez cambie de habitación y se mude a otros mundos, podrá decir con satisfacción que su obra está cumplida y su misión acabada con sobresaliente.
En este estudio sobre patrología Bernardo Sánchez estudia cinco siglos de literatura cristiana. Los cinco primeros de nuestra era. Como lo dice otro profesor de la misma asignatura, Johannes Quasten, la Patrología es aquella parte de la historia de la literatura cristiana que trata de los autores de la antigüedad que escribieron sobre temas de teología. Los autores de los que se ocupa la Patrología pueden ser ortodoxos o heréticos, pero los representantes de la doctrina tradicional ocupan, normalmente, el lugar más importante.
El autor divide su obra en tres grandes bloques. El primero arranca en el año 53 de la era cristiana y llega hasta el 313. Aquí Sánchez discute los orígenes de la literatura patrística, examina a los llamados padres apostólicos, concede dos apartados a la literatura apócrifa y a los filósofos paganos, informa sobre la literatura herética y antiherética de los dos primeros siglos y escribe fichas magistrales sobre escritores orientales y occidentales que compusieron su obra en aquella temprana edad. Sánchez cierra este apartado con unas consideraciones sobre la poesía cristiana primitiva.
En la segunda parte del libro, adentrado en el apogeo de la literatura cristiana que ve la luz en el curso de los siglos cuarto y quinto, Sánchez prioriza a aquellos autores que aún hoy ocupan un puesto importante en la historia de la literatura griega y latina: Los escritores heterodoxos en oriente, los de Alejandría, Egipto, Asia Menor, Antioquia y Siria; los escritores ortodoxos de occidente, entre los que destaca San Agustín de Hipona, quien, según Sánchez, citando al francés Latourette, “ningún cristiano, después de San Pablo, había de tener una influencia tan amplia, tan profunda y tan prolongada sobre el cristianismo occidental”.
En el tercer capítulo del libro Sánchez escribe sobre el período que va desde el año 461 al 636, cuando decae la literatura patrística y surgen los precursores de la escolástica.
En un breve prólogo, que figura después de una más amplia introducción de José Manuel Díaz Yanes, Bernardo Sánchez afirma que hasta hoy la historia de la literatura patrística ha sido asignatura pendiente. Cierto. Así lo cree también Bardenhewer, que dentro del terreno católico pasa por ser una de las primeras autoridades en todo lo que se refiere al conocimiento y estudio de los llamados Padres de la Iglesia.
Por esta y por otras razones hay que dar las gracias a Bernardo Sánchez por entregarnos esta magnífica obra sobre un tema capital en la andadura cristiana.
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