Origen y creencias del movimiento pentecostal (VI)Los viejos clichés siempre son ineficaces para profundizar en las verdaderas intenciones de los hombres. Las conspiraciones, las organizaciones secretas, los hombres “oscuros” que se introducen en lugares “santos”, a pesar de estar bien para las novelas, hacen un flaco favor en la difusión del Cristianismo. Si bien la Biblia nos advierte de los falsos maestros y los falsos pastores, ¿cuántas veces se ha usado este argumento para perseguir lo que no nos agrada?
Tomas Moro en su libro
Utopía nos describe de una manera magistral a ese tipo de hombre inmovilista, conformista, que se cree en la posesión de la verdad absoluta y que intenta frenar al Espíritu y al tiempo. En la carta a su amigo Peter Giles, que le sirve de excusa para introducir su libro, Moro argumenta que
si se trata de uno que posee un pequeño atisbo de estudio, rechaza como trastos caseros y lugares comunes lo que no está repleto de términos viejos y apolillados y desusados. Algunos hay que sólo encuentran placer en antiguallas enmohecidas. Y algunos sólo en se sus propias acciones (1).
Algunos confunden la conspiración del Espíritu Santo para cambiar el mundo, con propia conspiración para que todo siga igual.
WILLIAM J. SEYMOUR
Seymour nació en el esclavista estado de Louisiana, el 2 de mayo de 1870. Sus padres habían sido esclavos y, tras la Guerra Civil, fueron liberados, pero la violencia racial obligó a muchos negros del Sur a abandonar sus casas hacia tierras más tolerantes. La familia de Seymour continuó trabajando para sus antiguos amos. Pero cuando el joven William tuvo la oportunidad, decidió emigrar a los veinticinco años para encontrar un trabajo que le sacara de la miseria.
En Indiana, Seymour se integró en la
Iglesia Metodista Episcopal Simpson Chapel, una rama de profunda tradición evangelística. Después se mudó a Ohio y tras recibir el rechazo por su condición racial, terminó integrándose en un grupo denominado
Movimiento de Reforma de la Iglesia de Dios. Este grupo, radical en sus conceptos externos, le acogió muy bien. Al poco tiempo enfermó de viruela, perdiendo la visión en un ojo. Su enfermedad le animó a dedicar el resto de su vida al pastorado. Viajó a Texas y se instaló allí con unos familiares. En 1905 conoció a Parham, que realizaba una campaña evangelística en la ciudad de Houston. Poco después, Seymour se inscribió en el centro de estudios bíblicos creado por Parham en la capital de Texas. Después de completar sus estudios en la escuela bíblica, Seymour recibió una invitación de la señorita Nelly Ferry para pastorear una congregación en California.
La llegada de Seymour a Los Ángeles no pudo ser en un mejor clima espiritual; muchas iglesias de distintas denominaciones estaban experimentando un notable crecimiento. El primer sermón de William a la pequeña congregación fue sobre el texto de Hechos 2:4 (El día de Pentecostés). Su mensaje no fue muy bien acogido por algunos miembros de la congregación. Pero logró reunir un grupo de creyentes en febrero de 1906. Las reuniones en casas humildes no hacían presagiar el imponente movimiento que se estaba gestando en la ciudad. El grupo fue creciendo y un hermano de la iglesia recibió el primer bautismo del Espíritu Santo, aunque el propio Seymour no logró ser bautizado hasta días más tarde.
El crecimiento del grupo les animó a buscar un local para reunirse. Seymour y varios ancianos de la iglesia recorrieron las calles de Los Ángeles hasta dar con una vieja iglesia metodista abandonada, la capilla estaba en la calle Azusa. (Continuará) .
(1) Moro, Tomás,
Utopía, Orbis, Barcelona, 1991. Pág. 73.
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