Finalizando el año que ha conmemorado el cuarto centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, en 1505, se siguen publicando libros en torno a la genial novela, la primera novela del mundo, y a su autor, Miguel de Cervantes Saavedra. La Editorial Seix Barral nos ofrece ahora un tomo que recoge casi todas las poesías de Cervantes, distribuidas profusamente por las obras teatrales y por las novelas. La selección ha sido realizada por el poeta de Jerez de la Frontera, lugar pegando a Cádiz, la ciudad más antigua de Europa, José Manuel Caballero Bonald, quien además escribe una introducción de 23 páginas al libro. Bonald ha recibido dos veces el Premio Nacional de la Crítica y una vez el Reina Sofía de Poesía por su labor poética. Su obra completa se ha publicado recientemente con el título SOMOS EL TIEMPO QUE NOS QUEDA.
Aclara Caballero Bonald que
la obra poética de Cervantes ha sido muy poco apreciada, sin tener en cuenta que ese libro portentoso que es el Quijote en modo alguno podía ser obra de alguien que no fuera poeta. Si ha sido así, si la poesía de Cervantes ha estado arrinconada, este es un buen momento para leerla o releerla.
Alberto Porqueras, en su obra ESTUDIOS SOBRE CERVANTES Y LA EDAD DE ORO, afirma que el autor del Quijote conocía muy bien la teoría poética española, de donde extrajo los principios fundamentales para envolverlos en una atmósfera panegírica e iluminada. Cervantes –añade Porqueras- “ha preferido presentar a la poesía como una dama de belleza inasequible, como un lejano ideal que aboca a la irracionalidad y al misterio”.
Caballero Bonald estructura su antología en torno a tres géneros literarios en la obra cervantina: teatro, poesía propiamente dicha y novela. Repasa obras como LA GALATEA, las NOVELAS EJEMPLARES, VIAJE AL PARNASO, PERSILES Y SEGISMUNDA, EL TRATO DE ARGEL, LA NUMANCIA, EL GALLARDO ESPAÑOL, LA CASA DE LOS CELOS, LOS BAÑOS DE ARGEL, EL RUFIÁN DICHOSO, LA GRAN SULTANA, EL LABERINTO DE AMOR, LA ENTRETENIDA, PEDRO DE URDEMALOS, ENTREMESES, POESÍAS SUELTAS y DON QUIJOTE DE LA MANCHA.
En la obra poética de Cervantes figuran algunas composiciones notables, como el famosísimo soneto al túmulo de Felipe II en Sevilla, que el autor consideraba como el mejor de sus escritos. Inexplicablemente Caballero Bonald no incluye este soneto en su Antología, aunque admite que Rodríguez Marín lo llamó “una joyita de Cervantes” y Francisco Ayala le dedicó un ensayo muy agudo, donde opinaba que EL TÚMULO era “una obra maestra, pieza única de poesía en cualquier repertorio del Barroco”.
El erudito Ángel Valbuena Prat lo incorpora en el primer tomo de las Obras Completas de Cervantes (página 53), publicadas por Editorial Aguilar en 1970.
En el Quijote, libro que opaca el resto de la producción literaria cervantina, es donde la vena poética de Cervantes se prodiga menos. Con todo, hay en el libro un flujo poético sensible, una emoción verbal que nos comunica la belleza de esa poesía en prosa que es la inmortal novela. Aquí menudean los poemas de amor, como la canción desesperada de Grisóstomo, el famoso juguete poético de Don Quijote y otras canciones de amor del Caballero.
El capítulo de la poesía en el Quijote lo cierra Caballero Bonald con el epitafio del hidalgo, que no es, desde luego, la mejor muestra para dar a conocer el talento poético de Cervantes. De el dice el gran cervantista Diego Clemencín que “este epitafio carece de chiste si es de burlas, y no es bastante claro si es de veras”.
Me quedo con las palabras de despedida pronunciadas por Don Quijote en presencia de quienes le rodeaban cuando el hombre bueno se sabía a un metro de la muerte. Palabras luminosas, irrebatibles, tan auténticas como la mano que sostiene el bolígrafo que las transcriben. Palabras de un contenido bíblico innegable:
“Señores, vámonos poco a poco,
pues en los nidos de antaño
no hay pájaros hogaño”
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