“ENSEÑABA POR PARÁBOLAS” se compone de dos partes bien definidas. En la primera, que llega hasta la página 286, un total de 17 autores escriben sobre los métodos parabólicos en la Biblia y comentan doce parábolas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Tres de estos autores son norteamericanos, tres costarricenses, tres mejicanos, dos argentinos y uno de cada una de estas nacionalidades: Chileno, escocés, colombiano, puertorriqueño, brasileño y curaçaeño (de la isla Curaçao).
Tanta diversidad territorial se debe a que
distinguidos representantes evangélicos de los países mencionados quisieron unirse para tributar un reconocimiento al teólogo y filósofo canario residente en Costa Rica, Plutarco Bonilla.
En efecto: el libro lleva como subtítulo “ HOMENAJE A PLUTARCO BONILLA ACOSTA”. El editor ha querido destacar “el aporte académico de Don Plutarco y su gran trayectoria pastoral y educativa”.
Conocí a Plutarco Bonilla en la llamada Semana Santa del año 1952. Aquél mismo mes y año el Cardenal Segura, primado de España, publicó una dura pastoral contra los evangélicos, titulada “Al cual resistidle firmes en la fe”, refiriéndose al protestantismo español.
Yo me encontraba haciendo el servicio militar –al que había ido voluntario, ya que por mi condición de nacido fuera de España podía librarme pagando unas cincuenta pesetas de entonces al año- en Santa Cruz de Tenerife. Aún cuando había sido convertido a la fe, procedente del ateísmo, sólo un año antes, me defendía en el púlpito y predicaba en la Iglesia existente en la capital tinerfeña.
Jaime Carder, pastor entonces en la Iglesia Evangélica de Las Palmas de Gran Canaria, tuvo noticias de mi y me invitó para que predicara aquella Semana Santa de jueves a domingo. El desafío no me asustó. Aquello me venía grande, tremendamente grande, pero lo acepté. Fue la primera vez en mi largo ministerio que prediqué una serie seguida de sermones, además sobre un tema concreto: la pasión, muerte y resurrección de Cristo, tal como me ordenó Carder.
Yo llegué a Las Palmas vestido de militar. No disponía de indumentaria civil. Era evidente que con aquel disfraz no podía subir al púlpito. Carder me prestó un traje suyo, negro, camisa blanca y corbata negra, para los cuatro días. Pero él era un hombre alto. Me sobraba tela por todas partes. Me daba vergüenza andar por la calle de aquella guisa. Iba hasta la Iglesia con mi uniforme militar y allí lo cambiaba por el traje de Carder. Me colgaban los pantalones, pero tras el púlpito no se veían. También me apañé, a base de gestos poco disimulados, para que las mangas de la chaqueta, evidentemente largas, no denunciaran la anomalía.
El domingo de resurrección tuvimos cultos mañana y tarde. Acabado el primero un grupo de jóvenes nos fuimos a la playa y allí comimos. Alguien tomó una fotografía que ha despertado mis emociones y me ha sumido en la nostalgia al verla ahora publicada en la página 292 del libro que comento. Allí estoy yo, detrás de Plutarco Bonilla, sin chaqueta, pero con la camisa, la corbata y el pantalón de Jaime Carder. Plutarco, otro joven que está a mi lado y yo, somos los únicos del grupo con corbata. ¿Qué hacíamos en la playa con aquellos colgajos?
La fotografía a la que aludo tiene 53 años. De ayer.
Rubén Lores, fundador de la Iglesia Bíblica de Tánger y de la emisora TRANS WORLD RADIO , hoy día superfamosa, tuvo la idea de iniciar en Tánger un Instituto Bíblico. Plutarco fue el primer candidato en llegar a la entonces ciudad internacional de Tánger. Durante varios meses vivimos juntos en mi apartamento de soltero. El proyecto de Lores no cristalizaba. Plutarco decidió regresar a las Islas canarias y, fiel a su vocación pidió ingreso en el Seminario Bíblico Latinoamericano de Costa Rica y fue admitido inmediatamente.
En Costa Rica vive desde entonces. Hoy, con 70 años que cumplirá el próximo 2 de diciembre,
Plutarco Bonilla es el intelectual más completo, profundo y abierto que tiene el Protestantismo de habla hispana. Un intelectual cristiano cuyo pensamiento prende firme en la rocosa entraña de lo eterno.
Doctor en Filosofía por la Universidad de Costa Rica, Doctor en Teología por el famoso Seminario Teológico de Princenton, en Estados Unidos, ha ampliado estudios de griego moderno y antiguo en Universidades de Atenas y Madrid. Ha ejercido como traductor del griego para las Sociedades Bíblicas Unidas. Su obra literaria es extensa. En la amplia bibliografía que ocupa once páginas de “ ENSEÑABA POR PARÁBOLAS” he contado 128 artículos en español e inglés, especializados en filosofía, literatura, teología, pastoral, filología y Biblia. Ha publicado varios libros, entre ellos “ LOS MILAGROS SON TAMBIÉN PARÁBOLAS”.
“ENSEÑABA POR PARÁBOLAS” se cierra con una emotiva y entrañable carta de Daniel Acosta a su padre Plutarco. Escribiendo en nombre propio y de sus hermanos, Daniel dice al padre: “A través de los años has sido, de múltiples formas, una bendición para nosotros”.
No cabe homenaje más sublime que el contenido en estas palabras de un hijo a su padre.
Si quieres comentar o