Gracias por la vida y el amor, por las flores, el aire y el sol, por la alegría y el dolor, por cuanto fue posible y por lo que no pudo ser.
En gratitud, te ofrezco cuanto hice en este año, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te agradezco por las personas que a lo largo de estos meses amé; por las amistades nuevas y las compañías viejas, por los más cercanos y por los que están más lejos, por los que me dieron la mano y por los que me la negaron; por aquellos a quienes pude ayudar y por aquellos que me ayudaron.
Te agradezco por los que compartieron conmigo la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor, hoy quiero pedirte perdón; perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por los días que viví sin entusiasmo.
También te pido perdón por la oración que poco a poco fui aplazando y que solo hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios, nuevamente te pido perdón.
Hoy estamos iniciando un nuevo año. Detengo mi vida ante el nuevo calendario aun sin entrenar y me paro frente a los días que tengo por delante y que solo tú sabes si llegaré a vivir.
Te pido que me des paz y alegría, fuerza y prudencia, claridad y sabiduría, todo lo cual pueda compartir con quienes tú pongas en mi camino.
Quiero vivir cada día con optimismo y bondad llevando a todas partes un corazón lleno de comprensión y cariño. Cierra mis oídos a toda falsedad y mis labios a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes. Abre, en cambio, mi ser a todo lo que es bueno, que mi espíritu se llene solo de bendiciones y las derrame a mi paso.
Cólmame de bondad y de alegría, para que cuantos conviven conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poquito de ti.
Las super carreteras de la Internet están atiborradas de mensajes que van y vienen (*); muchos son aves de paso que se detienen por unos segundos frente a nuestra ventana y siguen su camino; pocos se quedan; aún menos, entran. Este que reproducimos aquí es uno de los que se ha quedado. Y se ha quedado porque quien lo concibió supo interpretar con sensibilidad y sencillez nuestros propios deseos al finalizar un año y comenzar otro.
Sensibilidad se ha requerido también para adornar con
la canción «La Paloma» (VER VIDEO) el texto que constituye la oración.
Wikipedia, nos dice que su autor, Sebastián Iradier Salaverry posiblemente compuso esta canción dos años antes de morir, en el olvido, sin haber llegado a saber la fama mundial que alcanzaría su canción.
Morir en el olvido no siempre implica haber vivido en el olvido. Iradier nunca supo que su canción habría de ser grabada más de 5 mil veces. Y que llegaría a formar parte del repertorio musical de cientos de los mejores intérpretes musicales; Elvis Presley, Joan Baez, Maria Callas, Bing Crosby, Beniamino Gigli, Luciano Pavarotti, Nana Mouskouri, Dean Martin, Harry Belafonte entre muchos otros. Comparado con el impacto que esta canción ha llegado a producir en el mundo entero, la muerte en el olvido de su autor pierde valor y cede en importancia a lo que la creación artística de Iradier ha alcanzado.
Vivir una vida con sentido resta importancia a las circunstancias bajo las cuales nos corresponda partir. Por eso, nada mejor que terminar esta reflexión de fin/ comienzo de año con las palabras del apóstol Pablo:
«He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe» (
2 Ti 4:7).Y,
«Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (
Flp 1:21). Y con las de Juan:
«… descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen» (
Ap 14:13).
(*) Este artículo debió salir publicado el pasado domingo 2 de enero. Debido a las fechas tan especiales de vacaciones, nos fue imposible publicar ningún artículo ese domingo.
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