El cronista
Geddes, en su
Martyrologium, identifica a los herejes de Durango con los valdenses, y comienza por ellos el catálogo de los protestantes españoles, mientras que el
padre Mariana sostiene expresamente que la secta despertada en Durango era la de los fratricellos, deshonesta y mala, una especie de alumbrados.
De los de Durango habla el
Dr. Montalvo en su comentario al Fuero real donde escribe:
Item nunc nostris temporibus in dominatione Vizcayae, quidam vizcayni sunt de haeresi damnati; non tamen propter hoc omnes illi sunt universaliter haeretici.
Llorente nos explica que en 1441, en Aragón, observemos la cercanía geográfica con Durango, que fueron reconciliados algunos sectarios de Wiclef y otros quemados por la justicia secular, procesados por el inquisidor Fray Miguel Freís y en Valencia hizo algo parecido el inquisidor Fray Martín Trilles.
Tan sólo un año después, en 1442, se descubrió el grupo de Durango, al que Llorente relaciona con los beguardos. Seguramente Llorente repite las ideas de Mariana, ya que de él saca la información de lo sucedido en Durango. Por desgracia, según nos cuenta
Menéndez Pelayo, a petición de unos lugareños fueron destruidos durante la guerra de la Independencia.
Según parece, el
padre Cuervo, en información enviada a Menéndez Pelayo, dice que había visto los autos, y que en ellos se condenan las herejías de poligamia y comunión de bienes. El grupo se había extendido entre la gente sencilla. El padre Cuervo afirma que su líder, Alfonso de Mella, intentó imponer su secta en Durango, por lo que cuatro miembros del grupo le delataron ante las autoridades y estas informaron a los inquisidores de Logroño. En agosto de 1444 fueron quemadas trece personas y otras muchas se retractaron. Alfonso y un grupo de mujeres logró escapar hacia Andalucía y, más tarde hacia el norte de África. Para medir la difusión de los herejes se comisionó a Alfonso Martínez de Arandia, cura de Santa María de Durango.
Chirlillo Aguirre conoció a al padre Cuervo, del que obtuvo información y luego se la entregó a Don Carmelo Echegaray, que dice lo siguiente sobre los herejes de Durango:
...Siendo este niño (Alfonso de Mella), fue su padre a Italia con su familia...donde permaneció bastantes años. Se sospecha de que allí vino Alfonso contaminado de los errores de los fraticelos...vino a Durango a realizar sus perversas ideas...sus dos errores fundamenrtales, es decir: comunidad de bienes y de mujeres...
Garibay nos informa de otras doctrinas de los herejes de Durango cuando dice que
los herejes de Durango creyeron no aver otra cosa que nacer y morir, para añadir luego que algunos quisieron entender la sacra escriptura en otra manera como la entendieron los santos Doctores de la Iglesia. Esta creencia sería una especie de libre interpretación de las Sagradas Escrituras.
Carriazo relaciona las ideas del grupo de Durango con las de Pedro de Osma, del que hablaremos en el próximo capítulo. Al parecer la idea mencionada de que
creyeron no aver otra cosa que nacer y morir, coincide con las declaraciones de algunos lectores de los libros de Osma hicieron ante los teólogos de Alcalá, que decían que no había que confesar y que no había sino nacer y morir. Carriazo relaciona este movimiento con ideas parecidas casi un siglo después, cuando los anabaptistas de Munster sacudían la sociedad de su época por su igualitarismo y luchas sociales, terminando por comparar a Fray Alonso de Mella con personajes como Wicleff o Huss, viendo en él, al precursor de la Reforma en España
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