El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Cuando conocemos a Dios vivimos haciendo el bien porque ese es el carácter de nuestro Padre celestial.
Los días cambian cuando nos damos cuenta de que hay Alguien que siempre está a nuestro lado y que no nos abandona nunca.
Incluso en la ciudad y lo artificial, podemos vivir de una manera diferente, si somos capaces de comprender que podemos resplandecer en cualquier circunstancia.
Sólo la gracia de Dios puede enseñarnos a perdonar de una manera incondicional.
Todos tenemos un problema de orgullo aunque no sepamos reconocerlo, y ese problema es más grande cuando creemos que no es así.
Hablar con nuestro Creador nos libera, nos quita la ansiedad, nos hace vivir más y mejor, porque aprendemos a verlo todo de una manera diferente y eterna.
Conocer a Jesús es lo que hace que nuestra vida sea diferente, aquí y por toda la eternidad.
La Biblia nos enseña que no sólo somos hijos de Dios cuando le recibimos en nuestra vida, sino también que Él nos defiende en todo momento ¡Como el Padre más sublime que existe, siempre busca lo mejor para nosotros!
Dios usa su Palabra para hablar con nosotros y transformar nuestra vida, un libro que no sólo se lee, sino que se vive.
La fidelidad de Dios nos abraza de tal manera que aprendemos a vivir en la verdad. ¡Y a vivir de verdad! No necesitamos engañar a nadie ni mucho menos a nosotros mismos.
El Señor Jesús es el autor y consumador de nuestra fe. Eso significa que está con nosotros no sólo en el momento en el que le recibimos en nuestra vida, sino también en el día a día.
El “yelmo” de la salvación que protege nuestra cabeza, el que nos libra de las dudas de los ataques infundados de quienes quieren hacernos creer que Dios no existe.
Somos atacados en muchas ocasiones, no sólo por las circunstancias o por las personas que no nos quieren, sino también desde dentro de nosotros mismos, cuando no sabemos qué hacer.
Debemos ser luz en el lugar en el que estamos, viviendo de una manera diferente, radiante, radical, porque así brilla la luz.
Sólo podemos tener un corazón limpio, cuando perdonamos de la misma manera que Dios nos perdona a nosotros.
Nuestro desafío hoy es abandonar muchas cosas que nos atan y ocuparnos de lo que merece la pena.
Nunca está de más meditar en esta paráfrasis de uno de los capítulos más conocidos de la Biblia, 1 Corintios 13.
Lo que nos define como personas no son nuestras caídas, sino la manera de levantarnos.
No aprendemos que quien habla mal de otros, tarde o temprano lo hará de nosotros también.
La iglesia son las personas. Nada más y nada menos. Todo lo demás es accesorio, y en muchas ocasiones, incluso sobra.
No importa si crees que ya no tienes fuerzas para seguir adelante, Él te tomará en sus brazos y te llevará siempre.
Miguel Ángel quería hacerlo todo de la manera más sublime posible, sabía que la gloria de Dios lo merecía.
El Creador nos muestra algo asombroso, eso alcanza no solo a la apariencia, sino también al interior de todo lo creado. Dios crea la belleza, simplemente porque se desprende de su carácter.
Nuestro desafío es vivir como nuestro Padre Celestial, que no tiene en sí mismo ni un solo grano de egoísmo. Su felicidad vive de su gracia, porque se alegra en darnos todo lo que tiene y cuidarnos en todo momento.
Solo Dios puede llenar nuestro corazón, y es quién conoce nuestra hambre, nuestro deseo de eternidad, nuestra necesidad de significado y cariño.
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