El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
El proceso judicial al que se vio sometido Nabot, el de Jezrael, me ha llamado mucho la atención.
Es el Resucitado que ha vencido a la muerte, y el que cree en Él, aunque esté muerto vivirá.
Algunos han intentado emular este compromiso de Jesús con el hombre. Mackay y Unamuno intentaron seguir esa estela dejada, que se puede percibir en esa intensa y apasionada lucha por la causa de los más débiles y desamparados.
En la Biblia, sobre todo, nos encontramos con nuestra tabla de salvación que nos abre la puerta a la Esperanza.
Sea como sea, incluso toca migrar de la fe a la acción, mostrar esos frutos del Espíritu que cuestan tanto.
En el Libro de los libros, la Biblia, constatamos que hay alguien a quien le importan todos los seres humanos, hechos a su imagen y semejanza.
Numerosas son las recomendaciones de Dios acerca de atender a los excluidos y menesterosos de nuestro entorno, es decir, a los menos privilegiados.
Rondamos por este mundo, donde nos alcanzan todavía gruesas y oscuras nubes; acechan las tinieblas. Solo uno venció mientras transitaba por aquí.
Él siempre está dispuesto a volver e intentar una nueva reforma de los corazones.
Sí, es más fácil pasar de largo. Un coche nos esperaba, pero yo me detuve porque el amor pudo más. No es difícil llorar ante tanto abandono.
No hay duda, su Misión era y es integral. Nos habla de la importancia de preocuparnos no sólo por la salvación del alma, sino también de otros aspectos de la vida de las personas.
Si Cristo utilizó esta figura cuando dijo “Yo soy el Buen Pastor”, estaba demostrando que no despreciaba las cosas más pequeñas del mundo porque ese mundo había sido creado por su Padre.
El peregrino percibe que lo ve todo desde una nueva perspectiva que le hace descubrir valores absolutos entrañados en su existencia.
No tenemos que crucificarnos, sino seguir su estilo de vida.
Cuando el buscador se interna en las páginas de la Biblia, se ve en un mundo nuevo, que no es un mundo de ideas donde el buscador encuentra información sobre Dios, sino que Dios es el que habla y los hombres escuchan, y suceden cosas increíbles.
“Necesitamos una comunidad que celebra su fe en Dios estando presente e involucrada en el mundo, que se identifica con su dolor y por ende se hace relevante”.
Hay una historia que contar. Contar cómo la lectura de un Libro hizo que las personas de todas las esferas pudieran sentirse dignas, valoradas, importantes, porque se descorrió el velo y tuvieron acceso al ‘lugar santísimo’ sin necesidad de intermediarios.
Leyendo la Palabra, hay algo en lo que no necesitamos que nos ayuden a interpretar mejor, y es la preocupación de Dios, del Padre que luego envía al Hijo, y del Espíritu que luego nos lo recuerda, por los menesterosos, marginados y poco reconocidos por nosotros los demás.
Entre tantos intermediarios que se le presentaban en ese momento, supo elegir, como si entendiera que no hay otro mediador entre Dios y los hombres.
El autor presenta una buena muestra de escritos que prueban que María Magdalena continúa estando vigente, pero también que su imagen ha sido desfigurada a lo largo de los siglos.
Mackay aprendió de Unamuno la importancia de identificar los rasgos culturales esenciales de una cultura antes de proponer modificaciones en su forma de pensar y actuar.
Las ideas de Unamuno le servirán para entablar diálogo con la cultura iberoamericana, y tendrán gran influencia sobre su visión misionera y su postura teológica.
Fernandes clama desde sus páginas por aquellas mujeres que en algunos casos “poca o ninguna repercusión tuvieron en la época que les tocó vivir”.
En estos días de convulsión política y ante la avalancha de programas que nos presentarán, señalo que me gustaría uno que sea más o menos como el de Jesús.
Invócale y Él te responderá. El que hizo el oído lo oirá.
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