El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Cualquier persona es digna de recibir en su corazón nuestra fuente de alegría. Bien podríamos decir que es la primera muestra de cariño. (Un título regalado por Rosa Mª Prieto).
Podemos expresar vida con nuestras palabras, o llenar de violencia a los que nos rodean con cada expresión que sale de nuestra boca.
Cada Semana Santa, realmente cada día de nuestras vidas, tenemos grandes e inmensos motivos para celebrar la Resurrección de nuestro precioso Señor y Salvador.
Invócale y Él te responderá. El que hizo el oído lo oirá.
Desde la cárcel, Pablo habla más que en ninguna otra carta de la alegría.
Alabar a Dios no es un gesto limitado a lo emocional, sino que involucra nuestros pensamientos. Tiene racionalidad y sentido.
El gozo verdadero no depende de las circunstancias.
No estoy abogando porque nos pongamos una careta con sonrisa-profidén. Pero sí con vivir lo que de veras se ama.
El texto no parece decir mucho porque está conectando una necesidad física (hambre y sed) con un concepto legal, ético, moral e incluso espiritual (justicia).
Jesús no sólo es absolutamente competente para transformar nuestra existencia, sino que nos regala una vida que jamás se termina.
El dolor se convertirá en gozo.
Dios quiere ver a sus hijos jugando, escuchar cómo sale de ellos una voz de alegría porque se están divirtiendo.
El hecho de ver pasar sus prodigios ante nosotros y no darles la relevancia que merecen, hace que olvidemos con torpeza a quien es merecedor de nuestra continua alabanza.
La relación personal con Dios a través de Jesús proporciona una paz, un gozo y un amor que se escapan a los que sólo conocen la religión.
La persecución nos revela dos cosas: lo que somos ya aquí en la tierra y lo que nos espera en el más allá.
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