El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Aunque el escenario cambie, el corazón humano sigue siendo igual, saturado y satisfecho de sí mismo.
Los continuos enfrentamientos bélicos a que dedicó su vida le dejaron poco tiempo para ir a academias de danza.
Y a pesar de los pesares, no podemos más que darte las gracias, Señor, por amarnos, por estar por encima de nuestro propio ser.
No hemos dado la talla, pero la forma en la que hayamos fallado a nivel sexual puede variar.
La iglesia misma tiene un papel clave a jugar en la solución de Dios para la vergüenza. Cristo da una vida flamante a la persona que sufre vergüenza. La iglesia le da un ámbito flamante donde vivir.
Hay que eliminar ese silencio bajo el cual esconden sus vergüenzas todos aquellos que no quieren que el mundo los juzgue, pero no saben que hay otro juez que todo lo ve y que, un día, va a romper definitivamente ese silencio de muerte, silencio insolidario.
Sorprende constatar hasta dónde han llegado las cosas y cómo todo se ha vuelto del revés, hasta el punto de que lo que el mero sentido común enseña es ahora considerado un acto delictivo.
Lo peor es que aquellos que representan a la espiritualidad católica, su jerarquía, siguen sin abandonar su visión de que el país es suyo.
Sí, el Señor se acerca, cada vez más, cada día más... y su manifestación de gloria será impresionante.
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