El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
¿Somos solo primates avanzados? ¿Somos máquinas? ¿Somos almas confinadas a un cuerpo? ¿O somos quizá una combinación de estas tres cosas?
Creer que la tradición judeocristiana tiene la culpa es fácil para el ser humano de hoy que tiende a alejarse de las cuestiones religiosas. Ahora bien, ¿es acertada semejante acusación?
La moralidad requiere también algún punto de referencia objetivo y estable. Y ese punto de referencia es Dios.
Lo que resulta evidente a través de los escritos de Marx es que nunca se enfrentó seriamente con la concepción bíblica de Dios, de Jesucristo y del propio ser humano.
La religión puede convertirse en una ilusión, en una especie de neurosis o de inmadurez mental, como señaló Freud, pero no tiene que ser necesariamente así.
La grosera cosmovisión politeísta nada tiene que ver con el fino tejido monoteísta, sobrio y elegante, que envuelve toda la Escritura.
La ley de 1993 ha sido declarada inconstitucional bajo la premisa de proteger la vida del ser humano desde su concepción.
La idea de que el creador, después de haber realizado su obra, continúa preservando a sus criaturas y actuando en todo aquello que sucede en el mundo para dirigirlo hacia un determinado fin, está profundamente arraigada en la Biblia.
Dios no quiso crear máquinas parlantes sin sentimientos ni libre albedrío, sino que asumió el riesgo de formar personas libres para amar, odiar o pecar.
El ser humano puede, mediante el uso de su razón y por medio de una analogía, llegar al conocimiento y la certeza de la existencia del Dios creador.
La definición bíblica de omnipotencia divina es la de un poder ilimitado e infinito empleado para realizar su eterna voluntad.
Dios no puede cambiar. Lo que ocurre es que sólo se puede comunicar con el hombre hablándonos en términos humanos.
La Biblia relata la destrucción de la cultura cananea como consecuencia del juicio divino a causa de su abominable maldad.
Siempre que la Biblia se refiere a los celos de Dios lo hace en relación a la idolatría en que a veces cayó el pueblo elegido.
Jesús manifestó públicamente que él no necesitaba el testimonio de testigos, como los antiguos profetas de Israel, porque tenía autoridad divina.
El concepto de eternidad es ajeno a nuestra propia naturaleza material finita, de ahí la dificultad de entenderlo completamente.
Hay sobre todo cuatro objetivos o funciones principales que tradicionalmente han sido importantes en apologética.
El apóstol Pedro nos da una serie de pautas a seguir en cuanto a la actitud del apologista en su defensa del Evangelio de Jesucristo.
Jesús es único entre todos los fundadores de religiones. Dijo que el destino eterno de las personas dependía de lo que cada cual hiciera con él.
La creencia, propia del politeísmo, en que el mundo material siempre existió, propia del politeísmo, choca contra el argumento cosmológico que afirma que todo tuvo un principio y que nada existió eternamente.
Estamos viviendo tiempos de un sincretismo religioso en el que todo vale y en los que no está bien visto señalar los errores que los cristianos vemos en otras religiones.
A lo largo de la historia del hinduismo se han manifestado ciertas tendencias de especulación filosófica que podrían clasificarse como escépticas o agnósticas, además del hinduismo panteísta.
Según el ateísmo, lo único que posee existencia real sería el universo físico o material.
Cada religión concibe a Dios a su manera y lo representa de forma diferente.
La evidencia histórica y la pura lógica indican que el rabino galileo fue quien dijo ser, que murió en la cruz, fue sepultado y la tumba quedó vacía.
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