El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Diocleciano inició la quema de las Escrituras. Hay falsos maestros que, simbólica y realmente, lo imitan 17 siglos después; y contribuyen a que “el camino de la verdad” sea blasfemado.
Para los historiadores no hubo emperador romano más cruel que Diocleciano. Su fiebre de poder le llevó a despreciar la vida humana para cumplir sus propósitos. La Historia se repite.
150.000 niños pasaron durante más de un siglo por los internados católicos donde sufrieron abusos. Trudeau pide al Papa Francisco una disculpa para avanzar hacia la reconciliación.
El nuevo nacimiento por obra del Espíritu confirma que la muerte y resurrección de Jesucristo nos libran de la segunda muerte. Pensar en ello nos hace anhelar el regreso del Señor.
Se atribuye a Teresa de Jesús la frase “Vivir se debe la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”. ¿Viviríamos como lo hacemos cada día si supiésemos la fecha de nuestra muerte?
Hay iglesias que sufren por causa de la inestabilidad espiritual, emocional o social, tanto de miembros como de líderes. Los que nunca se van ¿son los únicos que se salvan?
No hay respaldo bíblico para que los cristianos nos escondamos y no demos testimonio de nuestra fe en Jesucristo en la sociedad imperfecta en la que vivimos.
“Interroga a un cristiano” en las facultades, charlas-debate en bares y muchas conversaciones sobre fe cristiana en las Jornadas Universitarias impulsadas por grupos de GBU en los campus.
“Haz pues, mi querido Lucilio, lo que dices que tú mismo me dices que haces.” Séneca. “Consejos vendo y para mí no tengo.” Refrán popular
-¿Cómo dice? ¡Sí, la persona a la que tiene que ver es al señor Cuervo! ¡Vamos, sígame, se lo voy a presentar, yo soy su esposa!
Se escribe por amor a los lectores o por otros intereses. Amamos a Dios o al dinero; amamos a la Palabra de Dios o a la nuestra. Nos guste o no reconocerlo, somos lo que escribimos.
Así como una letra cambia el significado de una palabra, las elucubraciones antropocéntricas de los que se creen sabios tuercen el Libro de Dios. Pero no pueden cambiar la revelación de Dios.
La verdad bíblica llama a analizar lo que escuchamos y leemos de los que hablan y escriben. Y también a pensar antes de hablar y escribir, pues seremos juzgados por nuestras palabras.
El libro se enfrenta con muchos enemigos. Tiene defensores, pero también detractores. Hasta en las propias iglesias cristianas se puede comprobar un creciente desapego de la Biblia.
Miles de cristianos son torturados y muertos en sus países por ser fieles a Jesucristo. Al mismo tiempo, otros miles son guiados por ‘líderes’ ególatras a practicar el culto de la prosperidad terrenal.
Los cristianos se nutren con el amor de Dios. La cruz y la tumba vacías garantizan el reino de los cielos a los bienaventurados que padecen persecución por su fidelidad a Jesucristo.
La industria de la diversión es sinónimo de afluencia. Los medios informan a menudo de antros donde chicos y chicas bailan, se aturden, drogan e inmolan dejando enlutadas a sus familias.
El Evangelio de Jesucristo no justifica a cristianos que apoyan el armamentismo, las acciones militares destructivas, los nacionalismos exclusivitas, y la construcción de muros de odio.
En nombre del amor la sociedad secular legalizó la ruptura del perfecto diseño divino. El mundo entró a las iglesias, y estas abandonaron la doctrina de Cristo con tal de no cerrar sus puertas.
Los modelos de ‘prosperidad’, ‘Visión’ G12 y G8 (y otros), no reconocen el daño que su ‘éxito’ causa a los creyentes de muchas iglesias. ¿Cómo era el culto cristiano en los primeros siglos?
Después de la ‘era apostólica’ se copió la costumbre pagana de construir templos a los dioses. El Evangelio enseña que somos un edificio espiritual de piedras vivas edificado por Jesucristo.
Dos atacantes dispararon a unas 40 personas en una mezquita. “Es una atentado terrorista contra los musulmanes”, denunció el primer ministro canadiense Justin Trudeau.
La iglesia de Dios es la que cumple con estas dos ordenanzas de Jesucristo. Hacerlo hoy como lo hacían los primeros creyentes es una manera de demostrar fidelidad a la Palabra de Dios.
Dios es veraz. El Espíritu Santo nos reveló Su plan de Redención en escritos sin errores. La Palabra se encarnó en Jesucristo. Quien recibe al Hijo recibe al Padre. Este testimonio es fiable.
Como prometió, Jesucristo edifica Su iglesia en perfecta unidad con el Padre. Pero la idolatría se filtra en ella para dividirla, apoyada en ilustrados racionalistas y sus obsecuentes discípulos.
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