El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La primavera me invita a florecer, se abre paso entre las grises nubes suspirando aliviada pues el invierno cesó.
Yo sigo creyendo en el Dios de lo imposible, que permite que pases por tierras áridas para hacerte descubrir que tras la sequedad del terreno, se encuentra el valle.
Acudamos cada día al gimnasio divino, inclinemos nuestros oídos a los consejos de Dios, deseemos beber de la fuente de agua viva y doblemos nuestras rodillas en oración.
La vida es ese río donde lanzo mi señuelo y espero a que pasen las ondas del agua y algún pez despistado alcance el reclamo.
A tus pies, mi Rey, inclinado todo mi ser ante ti para que sólo tú seas receptor de todo cuanto traigo.
Recuerdo la primera vez que pude observar tu grandeza, la amplitud de tus aguas, la inmensidad y profundidad que te habitan.
Tengo que valorar la espera, ese estado reposado al que no estoy acostumbrada y que puedo obtener si permanezco a los pies del maestro dejando que Él hable.
A Ani Muñoz. Una fiel servidora de Cristo.
La periodista se acercó hasta una mujer de Paiporta y le preguntó qué necesitaba , la señora mirándola con una sonrisa contestó: me encantaría tener un poco de café.
El escenario es el mismo y nada parece igual. Una montaña de herrumbre y chatarra; vertedero lleno de recuerdos.
Su Palabra alumbra los recodos oscuros, las celdas profundas, el pasado lamido por el temor y la ausencia de vida.
Cuando descubrimos la Luz, nuestros ojos aprenden a ver.
Hasta aquí tu voz me confortó indicándome el camino a seguir, me mostró una senda diferente.
Dios me enseña a esperar; mis preguntas serán contestadas en el tiempo oportuno.
El frío que se aloja en los corazones vuelve insensible al ser humano, presto al hedonismo.
Desde el umbral de mi presente quiero apartarme de la algarabía, mostrar en mí la huella de quien abandonando su trono de gloria nos dio la oportunidad de ser redimidos.
Me estremezco al comprobar la ternura que manifiestas para conmigo.
Me encantaría desafiar la realidad, encontrar un hueco donde insuflar todo mi optimismo, verter inmensas dosis de lucidez.
No puedo eludir la necesidad de buscar el desahogo; Él, mi Dios, me lo permite.
Admito anhelar fervientemente que finalice este verano, que todo vuelva poco a poco a su cándida y rutinaria normalidad.
Su omnipotencia no ha menguado, ni su amor hacia el hombre ha disminuido.
Las lágrimas caen y pintan un lienzo de doloroso pesar o de inusitada alegría, alborozo versus tristeza.
Tras un encuentro con Él todo es diferente.
Lucha por reencontrar el amor. Acúnalo de nuevo, mécelo al son de una misma nana.
Qué sutilmente se nos acomoda la desmemoria y frente al abismo seguimos presos de las preguntas.
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