El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
"Oye, ¿te has enterado que van a producir unos psicotrópicos que dejan el aliento de quienes los consumen con olor a ajo?".
Antes no había nada, pero después hubo amor, ese es el detalle que nos aleja de volver a la nada. Incluso nos informa la Biblia que ya antes, cuando todo era nada, ya estábamos predestinados, ya entonces había amor.
Parecía que, por fin, ateos y creyentes iban a hacer un esfuerzo por entenderse. Se programó un encuentro mundial en que cada una de las partes iba a ceder en todo menos en lo que considerasen verdaderamente fundamental. De los parlamentos de ambos extraemos un resumen.
Érase una vez una tribu del África en la que los varones se dedicaban por entero a la guerra. Como resultado de ello la población mermó cuantiosamente y las mujeres debían ocuparse de las tareas de cultivo y crianza de animales, además de cuidar hijos, ancianos y enfermos...
Érase una vez un mundo donde vivían separados hombres buenos y hombres malos. Los buenos se ayudaban entre sí según los principios del amor y la solidaridad, no les faltaba comida, abrigo, vivienda, educación ni medicina. El motor social funcionaba lubricado a la perfección por los buenos deseos de unos con otros. Cosa que no sucedía en la comunidad de malos.
Dos vocaciones bien distintas marcadas prematuramente. A Álvaro le bastó la exclamación de su padre “¡vete a cultivar champiñones!” para dedicarse a ello de por vida. Mientras que su hermano Jarco tuvo claro que sería misionero...
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