El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Algunas palabras, las buenas, no deberían ocultarse nunca, sino proclamar a todas horas que Aquel que es la Palabra se hizo Hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad.
Hay veces que ser o no misionero, no depende del Señor sino de las personas.
Me hacen feliz los que no alargan hasta la extenuación ese tiempo tan hermoso lleno de intimidad con Dios y los hermanos.
Ayúdanos a despojarnos con rapidez de cualquier complejo de inferioridad provocado por enseñanzas erróneas que se dan en algunas iglesias con la intención de cerrarnos los sentidos y la boca.
Estamos inclinados a creer que en Dios no tenemos libertad para seguirle, más bien usa la fuerza de su soberanía para ser respetado.
El evangelio dice que no pongamos nuestra confianza en las cosas materiales donde el orín las pudre.
Para dar buen testimonio de fe no hacen falta demasiadas palabras ni darse bombo.
Lutero nos recuerda que sólo en las manos del Señor podemos vivir confiados.
Leamos. Cada cual busque su estilo, su rato, su hora para hacerlo. Pero leamos y disfrutemos de esos nuevos espacios que se abren ante nuestros ojos.
Sé que en tu iglesia se habla mucho de temas espirituales, se repiten muchos textos todos los domingos, pero no se habla ni se enseña sobre el significado de la igualdad.
Ocurren incidentes en las congregaciones. El dolor aflora. Las opiniones se dividen en diferentes grupos. Las confrontaciones hacen acto de presencia. Desaparece el amor y el respeto.
Jesús quiso transmitir la importante necesidad que tenemos de contar con alguien, de agarrarnos a alguien, de sentirnos protegidos por alguien, y lo simboliza en esas dos frases.
Mientras la corriente se la llevaba en volandas, se podían oír sus gritos, pues no callaba y seguía pronunciando sus fantasmagóricos discursos.
Ante la negación de la iniquidad, se realzaba lo bueno, más creíble, más sano, más aceptable por nuestra mente. Creo que es por esa razón por la que nos obligamos a disfrazarla de enfermedad.
El ser humano es así de dañino, le desea algo malo al prójimo cuando no camina al ritmo que estima oportuno.
“Procura ser entera y valiente. No te retires nunca sin lucha, cuando la lucha merece la pena”.
Me pregunto si habrá alguna manera para desprenderse de la herencia que recibimos, de las imposiciones, las presiones que otros ejercen sobre nosotros.
Entre pecadores, lo hermoso consiste en lavarnos los pies unos a otros.
Un galón dota de mando. Un ministerio no. El ministerio autoriza a servir a los demás.
Le pido a Dios que me escuche y me dé todo tipo de respuestas y, al no encontrarlas, me enojo con él, doy media vuelta y finjo que estoy dormida.
Cada día son más frecuentes los accidentes caseros.
Somos carne egoísta mirándonos el ombligo.
Las chaladuras con las que convivimos, las que nos vemos obligados a aceptar, no sucedieron de la noche a la mañana.
Siguen las agresiones, las violaciones, la discriminación; se las sigue ninguneando, apartando; culpando de todo lo malo que ocurre a su alrededor.
La gente nunca sabe nada. La gente inventa e inventa para criticar y humillar, nunca para resaltar los valores de los demás. Si hubiese ido de riguroso luto la habrían desacreditado igual
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