El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
Sé que volverá la alegría y yo estaré ahí para verte coronada de ilusión.
En ocasiones la vida te ofrece la oportunidad de hacer un alto en el camino, sentarte junto a la ribera de tus apremios y silenciosamente encauzar con la ayuda de Dios todo lo que no está funcionando de forma adecuada.
El zarandeo al cual voy a ser sometida es inevitable, por ello mi corazón se frunce sabiendo que Él está en medio de la adversidad.
Sus sonrisas las entiendo a la perfección, ese lenguaje universal que no conoce fronteras. Es una contraseña entre conocidos y desconocidos.
Buscar entre la espesa bruma de la aflicción ese rayo de esperanza que nos ofrece el necesario consuelo.
¡Confía en mí! Oigo en mi interior esos vocablos que tanto bien me han de proporcionar pero admito tanto me cuesta asumir.
No dudó, no escogió un camino alternativo, Él escogió la cruz y esa elección nos ha hecho libres.
Todo está cubierto de poesía, tan sólo hay que lanzarse a ver más allá de lo que hasta ahora han resuelto ver nuestros ojos.
Portando en sus manos una tibia taza que se enfría poco a poco, descubre sin asperezas la libertad tantas veces ansiada y delimitada en el ayer.
Amo la música, no concibo mi vida sin ella, me sería realmente difícil tener que vivir sometida al silencio.
Terreno yermo, preso de tiempos de exuberancia, de abundante cosecha y que ahora implora lluvia; fresca esencia de vida que riegue lo mustio.
Anhelo hallar en la tersura de tus manos las caricias que han de mermar mi inquietud, el bálsamo preciso para paliar mi dolor.
El milagro se producirá cuando conciba que tú, mi gran Maestro, Redentor Santo, puedes sorprenderme a través de elementos sencillos.
El frío que se aloja en los corazones vuelve insensible al ser humano, presto al hedonismo.
Todo puede ser distinto si nos planteamos firmemente que así sea y dejamos que sea Dios quien lleve el timón.
Desde el umbral de mi presente quiero apartarme de la algarabía, mostrar en mí la huella de quien abandonando su trono de gloria nos dio la oportunidad de ser redimidos.
Me estremezco al comprobar la ternura que manifiestas para conmigo.
Qué torpeza la sutil idea de hacernos creer que la vejez es fea cuando es todo lo contrario, aporta una serenidad que embellece el rostro y el corazón.
Me has mostrado que sí se puede, que todo es posible cuando obedeces a la voz de Dios.
Aguardo en silencio a que el Maestro extienda su misericordia y toque mi herida para que esta quede sana con el leve roce de su mano.
Cuando pasó justo a su lado Jesús la miró, posó los ojos en ella y sonrió. Desde aquel preciso instante dejó de ser invisible.
Los besos no arreglarán el mundo, no ofrecerán panaceas a la sinrazón, pero son una vía preciosa para cambiar el entorno más cercano.
Me encantaría desafiar la realidad, encontrar un hueco donde insuflar todo mi optimismo, verter inmensas dosis de lucidez.
No puedo eludir la necesidad de buscar el desahogo; Él, mi Dios, me lo permite.
Admito anhelar fervientemente que finalice este verano, que todo vuelva poco a poco a su cándida y rutinaria normalidad.
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