El País ha publicado en su edición de este sábado un bochornoso artículo sobre el crecimiento de iglesias evangélicas en la zona de Carabanchel.
La conexión del líder inca Pachacuti con su dios creador Viracocha, podría haber preparado el camino para el evangelio en los Andes.
Tallados en hueso y bronce hace más de 3,000 años durante la dinastía Shang, estos ideogramas no son simples adornos gráficos, sino un reflejo de las narrativas de la creación y el diluvio descritas en Génesis, como ecos de una revelación divina.
El ejemplo de Balaam demuestra que Yahvé revelaba Su verdad incluso a los gentiles, pero su rechazo lo convirtió en un instrumento de juicio en lugar de bendición.
Job, Melquisedec, Jetro y Balaam, figuras separadas por siglos y geografías, forman una curiosa conexión que ilustra la universalidad de la revelación de Yahvé antes de la consolidación de Israel como nación.
La historia de Melquisedec nos desafía a mirar más allá de nuestras nociones de exclusividad y a reconocer que Yahvé siempre ha sido el Dios de toda la tierra, obrando en los corazones de los hombres.
La vida de Job demuestra que la fe en el Dios verdadero no estaba restringida a un pueblo o una alianza específica, sino que podía florecer en cualquier corazón que respondiera al llamado divino.
Desde las arenas de Uz hasta las tierras lejanas de Madián, desde los caracteres antiguos de China hasta los templos incas en los Andes, Dios dejó huellas de su presencia, susurros de su verdad que nos desafían a mirar más allá de lo evidente.
A los gobiernos les encanta inventarse monstruos para justificar cadenas para sus súbditos.
El juicio de Cristo expone las artimañas del poder estatal como ningún otro: la distorsión de la verdad, el uso del miedo y el espectáculo y la explotación de la población.
No por vivir en el siglo XXI bajo sistemas democráticos, nos libraremos automáticamente de la manipulación estatal, porque manipular a una población en su conjunto es muy fácil.
El objetivo sigue siendo mantener a las masas dóciles, dependientes y entretenidas, mientras el poder estatal asume cada vez más responsabilidades sin ser cuestionado.
Incluso en democracias modernas, el colectivismo se escabulle a través de leyes y políticas que buscan uniformizar nuestras vidas, olvidando que cada uno de nosotros es una obra de arte distinta e individual.
Con su sed insaciable de poder, el Estado representa una grave amenaza para la libertad y la justicia.
Existe el peligro real de que un estado se convierta en un ídolo. Y el cristiano no está exento de este peligro.
Los cristianos deben ser ciudadanos responsables, pero también deben estar dispuestos a defender sus convicciones y resistir las leyes que atentan contra la verdad y la justicia.
Este texto nos proporciona el marco por excelencia para un gobierno que se orienta a la Biblia, es decir, un Estado que se limita a lo esencial: seguridad ciudadana, el castigo del crimen y el cobro de impuestos por servicios prestados.
El ejemplo de Bonhoeffer nos confronta con una pregunta fundamental: ¿hasta dónde llega la obediencia a la autoridad?
Como cristianos, nuestra lealtad última no pertenece a ningún estado o nación, sino al Reino eterno de Dios, un reino de justicia y paz que jamás será destruido.
La batalla contra la secularización es una lucha constante que requiere vigilancia, disciplina y una profunda dependencia de Dios. No podemos bajar la guardia ni ceder a la presión de conformarnos al mundo.
El reto es formar discípulos con una cosmovisión bíblica sólida, optimista y apasionada, que sean capaces de moverse en la época digital con soltura y precisión.
La Biblia nos enseña que Dios nos ha dado dominio sobre la creación y nos ha llamado a ser mayordomos sabios de sus recursos. Esto incluye a los ordenadores y las tecnologías relacionadas.
Resistamos la tentación de plegarnos a los dictados de los guardianes de lo políticamente correcto y salgamos a las calles, a las redes sociales, a los medios de comunicación, armados con la verdad y la gracia.
No es conveniente cerrar los ojos ante los peligros y problemas, pero el mundo no solamente se define por sus calamidades.
Existen argumentos sólidos que respaldan una redacción del libro de Apocalipsis considerablemente anterior a lo que comúnmente se asume.
Engreídos en su prosperidad, la iglesia de Laodicea le había cerrado la puerta al mismo Señor.
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