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El pensamiento pedagógico de Rubem Alves: tres charlas (II)

En “Escuela: fragmento de futuro” apunta hacia la necesidad de asumir el placer, el gran excluido, como parte central de los objetivos de la educación.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 08 DE OCTUBRE DE 2024 10:24 h
Rubem Alves.

Todo conocimiento comienza con el sueño. El conocimiento no es más que la aventura por el mar desconocido, en busca de la tierra soñada. Pero soñar es una cosa que no se enseña. Brota de las profundidades del cuerpo, como el agua brota de las profundidades de la tierra. Por tanto, como Maestro sólo puedo decirte una cosa: «¡Cuéntame tus sueños, para que soñemos juntos!».



R. A., “Enseñar lo que no se sabe”



 



En “Vestibulares, coisa nenhuma!”, otro texto de Historias de quien gusta de enseñar, libro clave en su trayectoria de análisis educativo sumamente personal y agudo, escribió Alves:



La mente sólo guarda y opera conocimientos de dos tipos: 1) los que proporcionan placer y 2) los instrumentales que pueden ser usados como herramientas



Como un altísimo porcentaje de lo que se exige para los exámenes vestibulares [de admisión] no es ni lo uno ni lo otro, esa superficialidad es olvidada inmediatamente



El olvido es una operación de la inteligencia que se rehúsa a cargar lo inútil y lo que no da placer. La inteligencia desea viajar con ligereza…



 



Vestibulares es el nombre que reciben en otros países los exámenes de admisión al nivel universitario, esa especie de filtro final para acceder al nivel superior de la educación. Alves fue tremendamente crítico del propósito de este requisito institucional. La práctica inconsciente del olvido y su valor pedagógico, otra de las grandes intuiciones alvesianas, aparece desde aquí con una fuerza inusitada. En “Escuela: fragmento de futuro” apunta hacia la necesidad de asumir el placer, el gran excluido, como parte central de los objetivos de la educación:



Pero, ¿y la alegría y el placer? ¿Aquellos cuerpos no tienen derechos? ¿No habrá en ellos una exigencia de felicidad?



Los padres de otros niños hacen preguntas más sutiles: ¿Qué quieres ser cuando seas grande?



En el fondo, la misma cosa. Ahora, no eres nada. Serás, después de pasar por la escuela. Como en la historia de Pinocho.



 



Todo lo que se explicita en la presentación de planes y programas pedagógicos, anunciado como aquello a lo que se tiene sumar cada estudiante con entusiasmo, esconde las situaciones reales que afrontarán los niños y las niñas, como parte de un armazón sistémico encaminado a borrar subjetividades y a canalizar la enseñanza para propósitos funcionales al sistema sociopolítico y económico.



“A escola ideal” (“La escuela ideal”, www.youtube.com/watch?v=XQUuku8hO90) es un video en el que Alves sintetiza la utopía educativa con la que soñó durante tanto tiempo y que la raíz de sus propuestas en ese terreno. Entre ellas, la posibilidad de leer por placer, superando así las imposiciones de la obligación escolar, siempre atravesada como un obstáculo casi insalvable entre los niños/as y los libros, objetos con los que la familiaridad profunda es la única forma de acceso y cariño por sus contenidos y los mundos en expansión que están contenidos allí. Una reflexión personal del escritor brasileño publicada en el diario Correio Popular, de Campinas (8 de octubre de 2000) habla de su inclinación pedagógica más honda:



No hay nada que haya ocupado tanto mi pensamiento como la educación. No creo que exista algo más importante para la vida de los individuos y del país que ella. La democracia sólo es posible si se educa al pueblo. Pero ser educado no significa tener un diploma superior. Significa tener la ‘capacidad de pensar’ […] Me gustaría que hubiese criterios que avalasen nuestras universidades por su capacidad de hacer pensar al pueblo. Para la vida de un país, un pueblo que piensa es infinitamente más importante que artículos publicados para el restringido club internacional de académicos. (Énfasis agregado.)



 



'La alegría de enseñar': una visión renovada de la educación



La alegría de enseñar (1994; en español, 1996) es una de las grandes “estaciones pedagógicas” de Alves, en donde concentró buena parte de su experiencia mediada por la creatividad que lo poseyó en esos años y que le sirvió para mostrar lo que pensaba sobre la práctica educativa. Prueba de ello son los énfasis que aparecen en varios de sus textos. “Enseñar la alegría” trabaja precisamente el tema con afirmaciones que señalan directamente el problema de su ausencia en las aulas convencionales:



Mucho se ha hablado sobre el sufrimiento de los profesores. Yo, que siempre voy en dirección opuesta, y afirmo que la verdad se encuentra en el reverso de las cosas, quiero hablar sobre lo contrario: la alegría de ser profesor, pues el sufrimiento de ser profesor es semejante al de los dolores de parto: la madre lo acepta y luego lo olvida, ante la alegría de dar a luz un hijo



El maestro nace de la exuberancia de la felicidad. Y por eso mismo, cuando les preguntan sobre su profesión, los profesores deberían tener el coraje para dar la absurda respuesta: “Soy un pastor de la alegría…”.



 



En “El sapo” recuerda el viejo relato del príncipe que por un extraño conjuro se convirtió en ese animal y de allí parte para hacer alusiones directas a lo que acontece con los niños/as en las escuelas mediante la deformación verbal de los cuerpos de los/as estudiantes: “La historia del príncipe que se convirtió en sapo es nuestra propia historia. Desde que nacemos, continuamente nos van diciendo palabras. Ellas entran en nuestro cuerpo, y él se va transformando. Volviéndose otra cosa, diferente de la que era. La educación es esto: el proceso por el cual nuestro cuerpo se va volviendo igual que las palabras que nos enseñan. Yo no soy yo: yo soy las palabras que los otros plantaron en mí”. (Énfasis agregado.) Una cita del poeta portugués Fernando Pessoa le sirvió para expresar esa idea provocadora: “Soy el intervalo entre mi deseo y aquello que los deseos de los otros hicieron de mí”. Y agrega: “Mi cuerpo es el resultado de un gran hechizo. Y los hechiceros fueron muchos: padres, madres, profesores, arras, gurús, líderes políticos, libros, televisión. Mi cuerpo es un cuerpo hechizado: porque mi cuerpo aprendió las palabras que le fueron dichas y se olvidó de otras que, ahora, permanecen mal...ditas...”.



“Orugas y mariposas” sugiere que los cuerpos inocentes de los estudiantes deben ser tocados por la palabra creativa para hacer de ellos lo que la metáfora propone: A diferencia del cuerpo de los animales, que nace dispuesto al fin de un proceso biológico, nuestro cuerpo, al nacer, es un caos lleno de posibilidades, a la espera de la Palabra que hará emerger, de un silencio, aquello que ella invocó. Un infinito y silencioso teclado que podrá tocar disonancias sin sentido, sambas de una sola nota, o sonatas y sus incontables variaciones…”. Es a ese “proceso mágico” “por el cual la Palabra despierta los mundos adormecidos” que Alves denomina educación. El poder de la palabra es capaz de metamorfosear los cuerpos.



Por eso, en “Un cuerpo con alas”, el pensador brasileño comenzó a desplegar ambas metáforas (cuerpo y alas) que, combinadas en múltiples variantes le permitieron ampliar su visión de la educación:



El cuerpo es la carne y la sangre metamorfoseados por las palabras que allí habitan. Los poetas sagrados lo sabían y dijeron que el cuerpo no está hecho sólo de carne y sangre. El cuerpo es la Palabra que se hace carne; un ser leve que vuela por espacios lejanos, a veces mundos que sólo existen por el poder del pensamiento. Pensar es volar. Volar con el pensamiento y soñar.



El cuerpo de una criatura es un espacio infinito donde caben todos los universos. Cuanto más ricos sean estos universos, mayores serán los vuelos de la mariposa, mayor será la fascinación, mayor será el universo de melodías que sabrá tocar, mayor será la posibilidad de amar, mayor será la felicidad.



 



Al “Enseñar lo que no se sabe”, los profesores/as llegan, por así decirlo, a la orilla del abismo, en donde observan el desarrollo de sus estudiantes que han recibido todo lo que ellos podían ofrecer, por lo que llega el momento en que deben dejarlos en la libertad de volar por ellos mismos:



El Maestro sabe que todos los hombres son seres alados de nacimiento, y que sólo se olvidan de la vocación por las alturas cuando son hechizados por el conocimiento de las cosas ya sabidas. Enseñó lo que sabía. Ahora ha llegado la hora de enseñar lo que no sabe: lo desconocido […]



Mi saber te enseñó a andar por caminos sólidos. Te indiqué las piedras firmes, donde colocar los pies, sin miedo. Pero ¿qué hacer cuando se tiene que caminar por un río saltando de piedra en piedra, cada piedra una incógnita?



 



Aprender/desaprender como experiencia humana



Alves retomó sólidamente el tema del olvido y el desaprendizaje como recurso valioso en la educación. “Olvidar para saber” es un artículo periodístico publicado en Folha de São Paulo el 17 de mayo de 2011 (www1.folha.uol.com.br/fsp/cotidian/ff1705201104.htm; ya antes había escrito sobre ello en “Olvidar”, www.inesul.edu.br/professor/arquivos_alunos/doc_1401283217.pdf) en el que resumió muy bien sus percepciones, aun cuando en diversos textos lo abordó. Recordó una niña quien le dijo en su escuela, en Vila das Aves, Portugal, que “tenía que olvidar lo que sabía para poder ver aquello que no veía... […] Caminábamos juntos, ella me mostraba y me explicaba. Yo tendría que olvidar para poder ver...”. ¿Acaso eso se lo enseñó Roland Barthes?, se preguntó. Y en el acto recurre a este autor francés, quien en la “Lección inaugural de la cátedra de semiología literaria del Collège de France”, en enero de 1977, se refirió precisamente a la necesidad de olvidar y desaprender: “…al sentir llegar la vejez, dijo esta frase sorprendente: que llegaría su hora suprema, la hora del olvido, tiempo de desaprender los saberes que había aprendido. Puedo imaginar el espanto que debe haber provocado esa declaración en el erudito público académico presente en su conferencia”. Las palabras textuales de Barthes son:



Quizás ahora llegue la era de otra experiencia, la de desaprender, de dejar trabajar sobre la reorganización impredecible que el olvido impone a la sedimentación de conocimientos, culturas, creencias que atravesamos. Esta experiencia tiene, creo, un nombre ilustre y anticuado, que me atreveré a tomar aquí sin complejos, en el cruce mismo de su etimología: Sapientia: sin poder, un poco de conocimiento, un poco de sabiduría y tanto sabor, lo más posible.



 



Alves amplía y refuerza la idea según su propia comprensión, para luego recurrir a las palabras de un poeta laureado: “Olvidar es lo contrario: perder, abrir la mano, dejar ir. Y, en la lógica banal de la razón de lo cotidiano, el olvido siempre es empobrecimiento. Barthes apunta en la dirección opuesta. ¿Ya estaría senil? Quien responde es el poeta T. S. Eliot, en un cortísimo y cortante aforismo: ‘En un país de fugitivos, aquel que va en la dirección contraria parece estar huyendo’”. Y añade: “Barthes camina en la dirección contraria. Nos conduce a otro mundo. Sospecho que aprendió del taoísmo. Pues así lo dice el poema 48 del Tao-Te-Ching: ‘En la búsqueda del conocimiento cada día se suma algo. En la búsqueda del Camino de la Vida cada día se pierde algo’. Olvidar es disminuir; desaprender es disminuir. Barthes no está solo en su caminata en la dirección contraria. Lichtenberg tuvo una idea parecida: ‘Actualmente se busca divulgar la sabiduría por todas partes: ¿quién sabe si en pocos siglos no habrá universidades destinadas a restablecer la antigua ignorancia?’”.



Y una vez más recala en Fernando Pessoa con su heterónimo Alberto Caeiro, cuyas palabras resonarán nítidamente, en completa consonancia con esta línea de pensamiento:



Lo esencial es saber ver [...]



Pero esto (¡tristes de nosotros que traemos el alma vestida!),



esto requiere un estudio profundo,



un aprender a desaprender



*



Intento desnudar lo que aprendí.



Intento olvidar la forma de recordar que me enseñaron,



y raspar la pintura con la que fueron pintados mis sentidos,



Desempaqué mis verdaderas emociones.



Desenvolverme y ser yo, no Alberto Caeiro,



sino un animal humano que la naturaleza produjo.



(El guardador de rebaños, XXIV, XLVI, http://arquivopessoa.net/textos/1104, http://arquivopessoa.net/textos/1172)



Como comenta Luisa Fernanda Castaño Londoño desde Colombia: “Desaprender para no saber, Caeiro nos muestra este camino que desafía el que nos enseñaron, el cual es, aprender para saber. […] Pero este aprendizaje de desaprender nos lleva sin duda a un olvido activo-selectivo, en el cual se suspende la significación, así como también la manera habitual de usar los sentidos” (“Alberto Caeiro: el aprendizaje del desaprender”, en https://revistas.uis.edu.co/index.php/revistafilosofiauis/article/view/3674/4520). Y Alves agrega: “Barthes se refirió al olvido como ‘la fuerza de la fuerza viva’. ¿Por qué? Él mismo, mostrando que el olvido es un proceso por el cual el cuerpo ‘raspa’ de su piel las sedimentaciones operadas por el pasado, muertas, de la misma forma como el navegador raspa la capa de mariscos que se ha pegado al casco de su barco. Raspada esa capa, el barco rejuvenece”. (Énfasis agregados.)



Para ponderar su mirada alquímica, el educador brasileño recurrió a la imagen de los eucaliptos viejos por “sus cortezas duras, rugosas, gruesas, oscuras, rachadas. Repentinamente se sueltan: debajo surge un eucalipto rejuvenecido, con corteza verde, lisa; sobre ella se desliza la mano con placer”. Y finaliza: Nosotros, los humanos, para renacer tenemos que olvidar —abandonar la cáscara vieja para que aparezca la nueva. Las cáscaras vacías de las cigarras pegadas a los troncos de los árboles son un pasado subterráneo que debe ser abandonado para que el ser volador nazca. Ése es el camino de la educación...”.



 



El cuerpo y el juego en la labor pedagógica



“Rubem Alves pertenece a una filiación filosófica que rompe con la concepción del ser humano establecida por la modernidad, marcada por el dualismo del cuerpo y del alma, y con la supremacía de la conciencia. En Alves la conciencia pierde su primacía y se refugia en un lugar modesto, como parte del cuerpo. La conciencia y el cuerpo ya no son dos realidades distintas, con naturalezas propias. En su reflexión, el dualismo es disuelto en parte”. (A. Vidal Nunes, Cuerpo, lenguaje y educación de los sentidos…, p. 55). Desde la tesis doctoral, pero más aún en Hijos del mañana, Alves señala al cuerpo como la realidad humana máxima, “el” lugar donde acontece la experiencia y desde donde deben pensarse, y sobre todo imaginarse todas las cosas (Cf. L. Cervantes-Ortiz, Series de sueños: la teología ludo-erótico-poética de Rubem Alves, 2003). La imaginación, el juego y el placer serán vistos como los componentes esenciales en la búsqueda de situaciones que representen experiencias de felicidad. (A. Vidal Nunes, op. cit., pp. 72-84). Progresivamente desarrollaría intuiciones relacionadas directamente con la educación en las que el cuerpo y el juego tienen un lugar sumamente destacado.



En “Jaulas y alas” (recogido en Gaiolas ou asas: a arte do voo ou a busca da alegría de aprender publicado en Portugal en 2004) desarrolla estas ideas que fue incubando durante largo tiempo: “El sujeto de la educación es el cuerpo, porque en él está la vida. Es el cuerpo que quiere aprender para poder vivir. Es el que da las órdenes. La inteligencia es un instrumento del cuerpo cuya función es ayudarlo a vivir. Nietzsche decía que la inteligencia era la ‘herramienta’ y el ‘juego’ del cuerpo. En eso se resume el programa educacional del cuerpo: aprender ‘herramientas’, aprender ‘juegos’”. (Énfasis agregado.) Usando las dos metáforas nietzscheanas, profundizó en su aplicación a lo que sucede en el acto educativo: “Los juegos me permiten volar por los caminos del alma. Quien está aprendiendo herramientas y juegos está aprendiendo libertad, no se hace violento. Está alegre, al ver crecer las alas… Así, todo profesor, al enseñar, tendría que preguntarse: “¿eso que voy a enseñar, es una herramienta?, ¿es un juego?”. (Énfasis agregado.) la importancia del juego en el aprendizaje lo llevó a recuperar la experiencia primigenia infantil del juego, la acción más inútil e improductiva que hay en el mundo.



Finalmente, para Alves, la cuestión crucial es la educación de los sentidos, título de uno de sus libros más sintéticos (Campinas, Verus, 2005): “Todavía voy a crear una escuela en donde los niños/as aprendan sobre los cinco sentidos y los desarrollen. No una escuela regular donde ellos aprendan y sean embotados”. Para él, “nuestros sentidos, en estado natural, son brutos, son inmediatistas, y es preciso despertarlos para una belleza oculta” (A. Vidal Nunes, op. cit., p. 188). Allí es donde desarrolla la idea de las dos cajas de la educación: de herramientas y de juegos (Nietzsche de nueva cuenta): “El cuerpo carga dos cajas. En la mano derecha, de destreza y de trabajo, lleva una caja de herramientas. En la izquierda, mano del corazón, lleva una caja de juegos. Las herramientas son extensiones del cuerpo. Los animales no necesitan herramientas porque sus cuerpos son ya herramientas. Ellas les dan aquello que necesitan para sobrevivir (“Caja de herramientas”, énfasis agregado).



Pero existe otra caja que está en el lado del corazón, la mano izquierda, la de los juegos, adonde están las cosas inútiles: “Allí están los libros de poesía [como los de Cecília Meireles y Adélia Prado, dos de las favoritas de Rubem], ‘Valsinha’, de Chico Buarque, un olor de jazmín, un cuadro de Monet, un viento en el rostro, una sonata de Mozart, la risa de un niño, una bolsa de canicas... Cosas inútiles. Justo las que nos hacen sonreír. ¿Y no es para eso que se educa? ¿Para que nuestros hijos sepan sonreír?”. Cada sentido debe ser relanzado y estimulado para que el cuerpo entero participe de eso que se llama “educación”. La propuesta alvesiana sobre estas dos cajas es clara y concisa: “Las herramientas no nos dan razones para vivir. Ellas sólo sirven como llaves para abrir la caja de juegos (brinquedos). Cualquier juego proporciona placer, no conduce a nada. Quien está jugando ya llegó. ¡Compare la intensidad de los niños jugando, con su sufrimiento al hacer fichas de lectura! ¿A fin de cuentas, para que sirven las fichas de lectura? ¿Son útiles? ¿Dan placer? ¿Los libros pueden ser juegos o juguetes?” (“Caja de juegos”, énfasis agregado). Ésa fue la visión de San Agustín, recuerda al hablar de la fruición, del goce en la vida. ¿En qué momento de nuestra vida como alumnos/as o estudiantes los libros dejaron de ser juguetes para volverse objetos dominados por la obligación e imposición con lo que perdieron el atractivo que un día tuvieron?



Alves refiere que los idiomas inglés y alemán cuentan con una felicidad que no tenemos (ni en portugués ni en español): tienen “una única palabra para referirse al juego y al arte. En inglés, play. En alemán, spielen. El arte y el juego son la misma cosa: actividades inútiles que dan placer y alegría. Poesía, música, pintura, escultura, danza, teatro, gastronomía: son todos los juegos que inventamos para que el cuerpo encuentre la felicidad, aunque sea en breves momentos de distracción, como diría Guimarães Rosa” (énfasis agregado). En suma, concluye: “Ése es el resumen de mi filosofía de la educación. Resta preguntar: ¿los saberes que se enseñan en nuestras escuelas son herramientas? ¿Toman los alumnos más competentes para ejecutar las tareas prácticas de lo cotidiano? Y ellos, los alumnos, aprenden a ver los objetos del mundo como si fuesen juegos/juguetes? ¿Tienen más alegría? Lamentablemente no hay evaluaciones de opción múltiple para medir la alegría...”.



Este panorama sucinto trató de mostrar la enorme riqueza conceptual y creativa con que Alves abordó a su manera la labor educativa, una tarea encaminada hacia la felicidad de quienes estudian y hacia inmortalidad de quienes enseñan. Eso es parte de una auténtica pasión por su realización en la vida cotidiana.


 

 


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