Un fragmento de “El contentamiento cristiano”, de Jeremiah Burroughs. Puede saber más sobre el libro aquí.

Descripción del contentamiento cristiano

«He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación». Filipenses 4:11.

Este texto contiene el cordial oportuno para reavivar los espíritus afligidos de los santos en estos tiempos tristes y decaídos. Y es que la «hora de la tentación» ya ha sobrevenido al mundo para probar a los que moran sobre la Tierra. En particular, estamos padeciendo el día de la angustia de Jacob en carne propia.

En este texto bíblico, el apóstol pone de manifiesto, de forma experimental, la vida y alma mismas de toda teología práctica. Al leerlo, constatamos su pericia en las enseñanzas de Cristo y nos imparte la lección que todo cristiano debe aprender, necesariamente, si quiere que su alma experimente el poder y el crecimiento de la piedad.

Pablo redactó estas palabras para presentar un argumento inequívoco y persuadir a los filipenses de que no persiguieran las grandes cosas del mundo y dejar claro que él se preocupaba por los destinatarios de la epístola, no por las posesiones que pudieran darle. El apóstol no perseguía cuantiosas riquezas: su corazón se centraba en cosas mejores. «No lo digo porque tenga escasez —expone—, porque mi corazón está satisfecho tenga o me falte. He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación».

Aprender a contentarse en cualquier circunstancia es todo un arte, un misterio espiritual. Debe aprenderse, y aprenderse como misterio. Por eso, en el versículo 12 afirma: «Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado...». El término que se traduce como enseñado proviene de una palabra que denota misterio. Como si dijera: «He aprendido el misterio de esta labor». El contentamiento debe aprenderse como un gran misterio, y quienes sean instruidos en este arte —que, para el hombre natural, resulta como el acertijo de Sansón— habrán aprendido un profundo misterio. «Lo he aprendido; ya no me hace falta aprenderlo. Al principio no conocía este arte, pero lo he dominado con arduos esfuerzos y, ahora, por la gracia de Dios, soy un maestro de este arte».

«Cualquiera que sea mi situación». El término situación no aparece en el original; simplemente dice «en donde esté», es decir, sin importar lo que me preocupe o sobrevenga, disponga de mucho o de nada.

«He aprendido a contentarme». La palabra traducida como contentar re- bosa elegancia y plenitud de significado en el original. Estrictamente, solo se atribuye a Dios, quien se define a sí mismo como el «Dios todosuficiente», porque se satisface completa y únicamente en sí mismo. Pero le place transmitir su plenitud a sus criaturas, para que, de parte de Dios, en Cristo, los santos reciban «gracia sobre gracia» ( Juan 1:16). En consecuencia, en los creyentes reside la misma gracia que en Cristo, según su medida. Es en este sentido en que Pablo afirma disponer de autosuficiencia, que es lo que implica el término.

«¿Acaso era Pablo suficiente por sí mismo?», preguntarás. ¿¡Cómo vamos a bastarnos nosotros mismos!?

«No que seamos suficientes de nosotros mismos», escribe el apóstol en otro texto (2 Corintios 3:5). Así pues, a lo que se refiere es a la suficiencia de la satisfacción que siente en su corazón a través de la gracia de Cristo en él. A pesar de que no hallo consuelos externos ni comodidades mundanas que suplan mis necesidades, en Cristo encuentro porción suficiente para satisfacer a mi alma en cualquier situación. Esta interpretación concuerda con la de Proverbios 14:14: «El hombre de bien estará contento de [su camino]», así como con lo que Pablo declara en otro pasaje: que vivía «no teniendo nada, mas poseyéndolo todo». Puesto que tenía derecho al pacto y la promesa, que lo contienen virtualmente todo, e intereses en Cristo, la fuente y bondad de todo, su afirmación de que se contenta independientemente de su condición no resulta extraña.

Esta es la verdadera interpretación del texto. No me detendré en las palabras por separado, ya que mi intención no es otra que resaltar el deber que nos resulta más necesario: sosegar y consolar los corazones del pueblo de Dios en medio de las complicaciones y los cambios que afrontan en estos tiempos convulsos.

En resumidas cuentas, la conclusión doctrinal es la siguiente: es deber, gloria y excelencia del creyente, adiestrarse en el misterio del contentamiento cristiano.

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