En lugar de justificar la autoridad masculina por la inferioridad femenina, los códigos domésticos cristianos afirman que las mujeres tienen el mismo valor que los hombres.
Un fragmento de “La construcción de la feminidad bíblica: Cómo se convirtió la subyugación de las mujeres en doctrina bíblica”, de Beth Allison Barr (Editorial Clie, 2024). Puede saber más sobre el libro aquí.
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"¡ODIO A PABLO!"
No puedo decir cuántas veces he escuchado esto en boca de mis alumnos, en su mayoría mujeres jóvenes marcadas por la forma en que se ha utilizado a Pablo contra ellas cuando se les ha dicho que guarden silencio (1 Corintios 14), que se sometan a sus maridos (Efesios 5), que no enseñen ni ejerzan autoridad sobre los hombres (1 Timoteo 2), y que trabajen en casa (Tito 2). Se les ha enseñado que Dios diseñó a las mujeres para que obedecieran la jefatura masculina (1 Corintios 11), centrándose en la familia y el hogar (Colosenses 3; 1 Pedro 3), y que otras ocupaciones que no fueran la familia debían ser secundarias para ellas, emprendidas en su mayoría por necesidad o después de que los hijos hubieran dejado la casa.
Por eso, cuando mis alumnos exclaman que "odian a Pablo", yo les digo que no es a Pablo a quien odian; más bien, odian cómo las cartas de Pablo se han convertido en el fundamento de una comprensión de los roles bíblicos de género que oprime a las mujeres. Beverly Roberts Gaventa, una de las principales especialistas paulinas, lamenta que los evangélicos hayan pasado tanto tiempo "analizando las líneas de las cartas de Pablo en busca de proposiciones teológicas y directrices éticas que deban ser reproducidas en sentido estricto" y que como consecuencia se les haya escapado el propósito principal de Pablo. Hemos reducido su llamamiento a la unidad y lo hemos convertido en una especie de control policial en busca de la uniformidad; hemos cambiado el "carácter radical" del cuerpo de Cristo por una rígida jerarquía de género y poder. En lugar de "pensar junto a Pablo", como apela Gaventa, los evangélicos han convertido a Pablo en un arma para nuestras propias guerras culturales [1]. El erudito del Nuevo Testamento Boykin Sanders proclama que es hora de entender a Pablo en lo relacionado con las mujeres. En negrita, bajo el título "Ni masculino ni femenino", argumenta: "La lección para la iglesia negra aquí es que la discriminación de género en el trabajo de la iglesia es inaceptable". Pablo nos muestra que la discriminación de género es "una vuelta a los caminos del mundo", y que estamos llamados al "nuevo mundo del evangelio de Cristo crucificado".[2]
La verdad (la realidad evangélica) es que nos hemos centrado tanto en adaptar a Pablo para que sea como nosotros que nos hemos olvidado de adaptarnos a lo que Pablo nos llama a ser: uno en Cristo [3]. En lugar de elegir la mejor parte y abrazar el "nuevo mundo del evangelio de Cristo crucificado", hemos elegido seguir haciendo lo que los humanos siempre han hecho: construir nuestra propia torre de jerarquía y poder.
Porque el propósito de Pablo no era enfatizar la sumisión de la esposa
Así que hablemos de la sumisión de las esposas, una idea que los evangélicos extraen de los códigos domésticos del Nuevo Testamento. Como hemos visto, el contexto histórico sugiere que la sumisión femenina no era el objetivo de los escritos de Pablo, ni siquiera en los códigos domésticos. ¿Y si Pablo no estaba incluyendo los códigos domésticos para dictar cómo deben seguir los cristianos la jerarquía de género del Imperio Romano, sino que les estaba enseñando a los cristianos a vivir de manera diferente dentro de su contexto romano? ¿Y si en vez de leerlos como "textos terroríficos" para las mujeres, pudiésemos leer los códigos domésticos como narrativas de resistencia al patriarcado romano? [4]
Si los tomamos al pie de la letra (si hacemos una "interpretación simple y literal"), los códigos domésticos parecen santificar la estructura patriarcal romana: la autoridad del paterfamilias (marido/padre) sobre las mujeres, los niños y los esclavos. El texto de Colosenses 3 es un buen ejemplo: "Esposas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres y no las tratéis nunca con dureza. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque éste es vuestro deber aceptable en el Señor. Padres, no provoquéis a vuestros hijos, para que no pierdan el ánimo. Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no solo mientras os vigilan y para agradarles, sino de todo corazón, temiendo al Señor" (vv. 18–22). Por si no sabes mucho sobre el patriarcado romano, la tutela masculina formaba parte de la ley romana. Las esposas debían someterse legalmente a la autoridad de sus maridos; las mujeres solteras debían someterse a la autoridad de sus padres o parientes masculinos más cercanos; las mujeres no podían poseer propiedades ni dirigir negocios por derecho propio; las mujeres no podían realizar transacciones legales o financieras sin que un hombre actuara en su nombre. Desde esta perspectiva histórica, no es sorprendente que se trate el tema de las esposas en los textos romanos del siglo I (el Nuevo Testamento) que reflejan la realidad de la vida de las esposas en ese mundo romano del siglo I. Que Pablo incluyera una declaración para que las mujeres estuvieran sujetas a sus maridos es exactamente lo que el mundo romano habría esperado. [5]
Los evangélicos modernos no podemos entendemos esto.
Pablo no les decía a los primeros cristianos que se parecieran a los demás; les decía que, como cristianos, tenían que ser diferentes. Rachel Held Evans explica los códigos domésticos cristianos como una "remezcla de Jesús" del patriarcado romano [6]. Los estudiosos están de acuerdo en que el término “remezcla” es una buena descripción. Por ejemplo, Carolyn Osiek y Margaret MacDonald, estudiosas del Nuevo Testamento, sostienen que las enseñanzas éticas incluidas en el código doméstico de Éfeso son tan "opuestas" al mundo grecorromano que, en lugar de ser un signo de acomodación, "el código doméstico se presenta como lo que en última instancia separa a los creyentes" [7]. Si se leen correctamente, los códigos domésticos no solo liberan a las mujeres, como escribe Shi-Min Lu, sino que liberan a todos los miembros del hogar de los "elementos opresivos" del mundo romano [8]. Pablo no estaba imponiendo el patriarcado romano a los cristianos; Pablo estaba utilizando una “remezcla de Jesús” para explicarles a los cristianos cómo los liberaba el evangelio.
Así que veamos la remezcla de Jesús en dos pasajes similares del código doméstico, ambos escritos por Pablo.
Colosenses 3:18-19 | "Esposas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres y no las tratéis nunca con dureza". |
Efesios 5:21-22, 25, 28, 33 | "Someteos unos a otros por reverencia a Cristo. Esposas, estad sujetas a vuestro marido como lo estáis al Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. (...) Los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. (...) Cada uno de vosotros (...) debe amar a su mujer como a sí mismo, y la mujer debe respetar a su marido". |
Como cristianos modernos, escuchamos inmediatamente la autoridad masculina. Esposas, estad sujetas a vuestro marido. Sin embargo, como cristianos del primer siglo, la audiencia original de Pablo habría escuchado inmediatamente lo contrario. Maridos, amad a vuestras mujeres y no las tratéis nunca con dureza. Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. El enfoque de los códigos domésticos cristianos no es el mismo hoy que en el mundo romano.
Tomemos como ejemplo a Aristóteles, filósofo del siglo IV. Aristóteles escribió en su Política lo que se convertiría en uno de los textos de código doméstico más influyentes de la cultura occidental. Esto es lo que dijo:
De la administración del hogar hemos visto que hay tres partes: una es el gobierno de un amo sobre los esclavos (...), otra la de un padre, y la tercera la de un marido. Hemos visto que un esposo y padre gobierna sobre su esposa e hijos, ambos libres. Sin embargo, el gobierno de uno y otro difiere; el gobierno sobre sus hijos es real, mientras que el gobierno sobre su esposa es constitucional. Porque, aunque haya excepciones al orden de la naturaleza, el varón es por naturaleza más apto para el mando que la mujer. (...) La desigualdad [entre el hombre y la mujer] es permanente. (...) El valor del hombre se demuestra al mandar, el de la mujer al obedecer. (...) Hay que considerar que todas las clases tienen sus atributos especiales; como dice el poeta de las mujeres: "El silencio es la gloria de la mujer, pero no es la gloria del hombre". [9]
¿Ves las diferencias? Aristóteles escribe específicamente a los hombres sobre cómo deben gobernar y por qué tienen derecho a hacerlo. No incluye a los inferiores en la conversación. El gobierno del hogar es el dominio del hombre romano, como amo, padre y esposo. La conversación se dirige únicamente a los hombres.
En cambio, los códigos domésticos cristianos se dirigen a todas las personas de la casa-iglesia: hombres, mujeres, niños y esclavos. Todo el mundo está incluido en la conversación. La teóloga Lucy Peppiatt dice que esta es la "clave" de la subversión cristiana contra el patriarcado romano. Los códigos domésticos cristianos se dirigen a todos los miembros del hogar romano en vez dar por sentada la tutela del jefe masculino, y por ello "contienen en su interior un vuelco de las posiciones aceptadas que se conceden a los hombres, las mujeres, los esclavos y los niños, así como de las expectativas que se depositan en ellos" [10]. En lugar de dotar de autoridad a un hombre que habla y actúa en nombre de los que están en su hogar, los códigos domésticos cristianos ofrecen a todos los miembros de la comunidad compartida (unida por su fe en Cristo) el derecho a escuchar y actuar por sí mismos. Esto es radicalmente diferente de la estructura patriarcal romana. La estructura cristiana de la iglesia doméstica resiste al mundo patriarcal del Imperio Romano.
Los códigos domésticos del Nuevo Testamento cuentan la historia de cómo la Iglesia primitiva intentaba vivir en un mundo no cristiano y cada vez más hostil. Tenían que encajar, pero también tenían que defender el evangelio de Cristo. Tenían que mantener el marco del patriarcado romano tanto como pudieran, pero también tenían que defender el valor y la dignidad de cada ser humano hecho a imagen de Dios. Pablo les dio los planos para remezclar el patriarcado romano. En lugar de dirigirse a los hombres como autoridad principal, los códigos domésticos cristianos incluyen a todos en la conversación. En lugar de justificar la autoridad masculina por la inferioridad femenina, los códigos domésticos cristianos afirman que las mujeres tienen el mismo valor que los hombres. En lugar de centrarse en la sumisión de la esposa (todo el mundo lo hacía), los códigos domésticos cristianos exigen que el marido haga exactamente lo contrario de lo que permitía la ley romana: sacrificar su vida por su esposa en lugar de ejercer poder sobre su vida. Esto, escribe Peppiatt, es la "revolución cristiana" [11]. Esto es lo que hace que los cristianos seamos diferentes del mundo que nos rodea.
¿Puede ser que hayamos entendido a Pablo al revés? ¿Y si su enfoque nunca fue la jefatura masculina y la sumisión femenina? ¿Y si su visión fuera más grande de lo que hemos imaginado? ¿Y si en lugar de reproducir una antigua jerarquía de género, Pablo nos estuviera mostrando cómo el evangelio cristiano libera incluso el hogar romano?
1. Beverly Roberts Gaventa, "Gendered Bodies and the Body of Christ", en Practicing with Paul: Reflections on Paul and the Practices of Ministry in Honor of Susan G. Eastman, ed. Presian R. Burroughs (Eugene, OR: Cascade Books, 2018), 55.
2. Boykin Sanders, "1 Corinthians", en True to Our Native Land: African American Biblical Interpretation, ed. Brian K. Blount (Minneapolis: Fortress, 2007), 296.
3. He adaptado esta frase de una línea de Dorothy L. Sayers, que escribe que "seguramente no es asunto de la Iglesia adaptar a Cristo a los hombres, sino adaptar a los hombres a Cristo". Dorothy L. Sayers, Letters to a Diminished Church: Passionate Arguments for the Relevance of the Christian Doctrine (Nashville: Nelson, 2004), 20.
4. Phyllis Trible acuñó la frase "textos terroríficos". Véase Phyllis Trible, Texts of terror: Literary-Feminist Readings of Biblical Narratives (Philadelphia: Fortress, 1984).
5. Para saber más en general sobre las mujeres en el mundo grecorromano, recomiendo los libros de Sarah B. Pomeroy Goddesses Whores, Wives, and Slaves: Women in Classical Antiquity (1975; repr., Nueva York: Schocken, 1995) y The Murder of Regilla: A Case of Domestic Violence in Antiquity (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2007). También recomiendo este de Mary Beard: SPQR: A History of Ancient Rome (Nueva York: Liveright, 2016), que ofrece una atractiva introducción a la historia de Roma.
6. Rachel Held Evans, "Aristóteles vs. Jesus: What Makes the New Testament Household Codes Different", Rachel Held Evans (blog), 28 de agosto de 2013, https://rachelheldevans.com/blog/aristotle-vs-jesus-what-makes-the-new-testament-household-codes-different.
7. Carolyn Osiek y Margaret MacDonald, A Woman's Place: House Churches in Earliest Christianity (Minneapolis: Fortress, 2006), 122-23. Osiek y MacDonald sitúan las "funciones de liderazgo de las mujeres en los primeros grupos eclesiásticos" como parte de un patrón cultural creciente en el que las mujeres estaban ganando más visibilidad y más libertades sociales (249).
8. Shi-Min Lu, “Woman’s Role in New Testament Household Codes: Transforming First-Century Roman Culture", Priscilla Papers 30, nº 1 (invierno 2016): 11,https://www.cbeinternational.org/resource/article/priscilla-papers-academic-journal/womans-role-new-testament-household-codes.
9. Aristóteles, Politics, 1259a37, en Women’s Life in Greece and Rome ed. Mary R. Lefkowitz y Maureen B. Fant, 4ª ed. (Londres: Bloomsbury, 2016), 64.
10. Lucy Peppiatt, Rediscovering Scripture's Vision for Women: Fresh Perspectives on Disputed Texts (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2019), 92.
11. Peppiatt, Rediscovering Scripture's Vision for Women, 93.
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