Sábato escribía y pintaba. Consideraba que “el ateísmo es un fenómeno absolutamente novedoso, que los pueblos siempre creyeron en Dios”.
Ernesto Roque Sábato nació en la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, el 24 de junio de 1911 y desnació en la misma provincia, Santos Lugares, el 30 de abril de 2011, a los 99 años. Era hijo de inmigrantes italianos. En el artículo publicado el año de su muerte en el diario Clarín, de Buenos Aires, Eduardo Longoni recordaba estas palabras de Sábato sobre sus padres: “Mi padre era severísimo y yo le tenía terror, mi madre me escondía debajo de la cama matrimonial para evitarme un castigo”.
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En 1924 ingresó en la escuela primaria de Rojas; en el Colegio Nacional de La Plata realizó estudios secundarios y en la Universidad Nacional La Plata se graduó en Ciencias Físico-Matemáticas. Una beca le permitió viajar a París, donde realizó trabajos de investigación sobre radiaciones atómicas en el Laboratorio Curie de la capital francesa. Tras un año en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, Estados Unidos, regresó a Argentina en 1940. En su obra Antes del fin, escribe: “En el Laboratorio Curie, en una de las más altas metas a las que podía aspirar un físico, me encontré vacío de sentido. Golpeado por el descreimiento, seguí avanzando por una fuerte inercia que mi alma rechazaba”.
En 1943 Sábato sufrió una fuerte crisis existencial. Decidió alejarse definitivamente del área científica para dedicarse de lleno a la literatura y la pintura. Su primer libro, Uno y el Universo, apareció en 1945. En él reunía una serie de artículos filosóficos en los que denunciaba la deshumanización de las sociedades. Tres años más tarde publicó la novela El túnel, enmarcada en el existencialismo. El Premio Nóbel francés, Albert Camus, le hizo una crítica entusiasta y pidió a la Editorial Gallimard que fuera traducida de inmediato y publicada en Francia, lo que así se hizo.
A estas novelas siguieron otras, todas muy buenas. Sobre héroes y tumbas estuvo considerada como una de las mejores novelas de Hispanoamérica. De El Informe sobre los ciegos, su hijo, Mario Sábato realizó una película.
A Sábato se le atribuyen tres novelas, veintitrés libros de ensayo, dieciséis antologías.
En 1984 España le concedió el Premio Cervantes, máximo galardón literario que se entrega a escritores de habla hispana. Fue entonces el segundo en recibir este Premio, después de Jorge Luis Borges.
El Cervantes no fue el único premio recibido por Sábato. Argentina lo distinguió, entre otros, con el Premio Konex que le reconocía como uno de los cinco mejores novelistas con obras publicadas antes de 1950. La Organización de Estados Americanos (OEA), le entregó el Premio Gabriela Mistral. Dos años más tarde, en 1986, la República Federal de Alemania le concedió la Gran Cruz de Oficial, y en 1989 Israel le dio el Premio Jerusalén.
España no se limitó al Premio Cervantes. También se le hizo entrega de la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid, La Medalla de Honor de la Universidad Carlos III y el Premio Extremadura a la Creación. El año 2004 recibió un cálido homenaje por parte del III Congreso Internacional de la Lengua Española. Estuvo presente la ex presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchener y el Premio Nobel de Literatura portugués José Saramago.
El 30 de abril de 2011, 55 días antes de cumplir 100 años, Ernesto Sábato murió de una neumonía derivada de una bronquitis que lo aquejaba desde meses anteriores. A su muerte, el periódico madrileño El País, en su portada digital, lo llamó “último clásico de las letras argentinas”. El también madrileño El Mundo lo despidió como “el último superviviente de los escritores con mayúscula de la Argentina”.
En Autores de Argentina se cuenta que en su juventud “Sábato fue un activista del Partido Comunista, en donde llegó a secretario general de la Federación Juvenil Comunista”. El periodista español Joaquín Soler Serrano lo entrevistó en 1977 en el programa televisivo A Fondo. En este programa Sábato le confesó que “se desilusionó, a causa de las políticas de Stalin, mientras se encontraba representando a la juventud comunista de Argentina en un congreso de jóvenes comunistas en París en los años previos a la segunda guerra mundial”.
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Otro tanto le ocurrió con el marxismo. En una entrevista que le realizó el diario El Tiempo, de Bogotá, Colombia, el 22 de junio de 1997, Sábato cuenta que “abandonó el marxismo porque dejó de creer en cualquier idea que repugne a los problemas sobrenaturales”. En la misma entrevista se declaraba “anarquista cristiano, como también lo era Cristo. Cristo insultaba a los fariseos y andaba con los pobres, con prostitutas. Ese es el verdadero Cristo. Lo demás son cuentos”.
Otra entrevista aparecida en la revista dominical de La Ovación, Buenos Aires 29 de diciembre de 1991, recoge una larga reflexión de Sábato tratando en positivo el tema religioso. Escribe: “El mundo debe de tener un sentido, puesto que luchamos, puesto que a pesar de la sinrazón seguimos actuando y viviendo”. En una especie de contraprueba existencialista dirigida al filósofo francés Jean Paul Sartre, Sábato se pronuncia en la misma entrevista sobre la nada, la esperanza y el absoluto, que identifica como el Algo: “La angustia, según Sartre, probaría la existencia de la nada. Si a ese sentimiento se le puede dar tal valor filosófico, ¿Por qué no decir que hay Otro, la esperanza, sobreviviente hasta en las peores situaciones, que es la prueba de la existencia de Algo? ¿Por qué no oponer la esperanza a la angustia? Ese algo a la nada”.
Dice Trinidad Barrera que la narrativa de Ernesto Sábato “se mueve en un plano metafísico que apunta a los dolorosos dilemas de la condición humana: Muerte, mal, esperanza, ansia de poder, búsqueda de absoluto, sentido o sinsentido de la existencia, presencia o ausencia de Dios”.
En sus últimos años Sábato se inclina hacia una tematización más explícita de lo religioso y de Dios. En Los siete locos afirma: “Si uno registra eso que Pascal llamaba las razones del corazón, está conectado con el misterio de Dios. Aunque se crea otro, un hombre que pinta o escribe esas cosas es un espíritu religioso”.
Sábato escribía y pintaba. Consideraba que “el ateísmo es un fenómeno absolutamente novedoso, que los pueblos siempre creyeron en Dios”.
En La Resistencia, obra publicada por Seix Barral el año 2000, Sábato se rinde a la brevedad y temporalidad de la vida humana en la tierra y abre su mente a la realidad de la eternidad: “No hay otra manera de alcanzar la eternidad que ahondando en el instante”.
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