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“La Navidad es un poema”: seis textos de Rubem Alves sobre el nacimiento de Jesús (II)

Rubem Alves releyó de manera muy creativa varios aspectos de la doctrina cristiana, especialmente la encarnación del Hijo de Dios en el mundo.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 28 DE DICIEMBRE DE 2023 12:19 h

Quien ve al niño se cura del problema. Perturbados son los adultos que, al hablar de Dios, se imaginan un ser muy grande, muy poderoso, muy terrible, amenazador, siempre vigilando lo que hacemos para castigar. Pues la Navidad dice que eso es mentira. Porque Dios es un niño pequeño. Está mucho más cerca de ti que de los adultos. Y fue ese mismo pequeño quien, después de crecer, dijo que para estar con Dios solo tenemos que volver a ser niños. Si los adultos, antes de comprar regalos y preparar cenas, recordaran la historia, se curarían de su locura.1



R. Alves



Como parte de su nuevo estilo escritural, inscrito claramente en los énfasis liberadores de la teología latinoamericana que desarrolló como pocos siendo uno de sus iniciadores, Rubem Alves releyó de manera muy creativa varios aspectos de la doctrina cristiana, especialmente la encarnación del Hijo de Dios en el mundo. Periódicamente se ha ocupado del tema con diferentes enfoques, centrados en la figura del niño nacido en Belén. En Transparencias de eternidad (2002; español, 2006; inglés, 2010, premio Eric Hoffer 2012), un volumen que reúne textos (“crónicas” los denominó en su momento) relacionados con Dios, la religiosidad, el amor y la belleza, aparece “Dios niño”, una reflexión sumamente delicada sobre el tema.



Para la edición en inglés, Alves escribió acerca de su cambio de estilo literario:



Recibí una educación académica. Sin embargo, llegó un tiempo en que dejé de encontrar alegría en escribir para mis pares. Comencé a escribir para niños y para la gente común, jugando con el humor y la poesía. En esa línea van los siguientes textos. Ellos son como instantáneas, en vez de razonar. No quiero probar nada. Sólo deseo retratar. Hay un hilo que las une como perlas en un collar. Sin embargo, cada texto es una unidad completa. A través de ellos intento decir lo que he llegado a sentir acerca de lo sagrado. No les pido a los lectores que estén de acuerdo conmigo. Sólo les pido que se permitan pasear por bosques desconocidos. […] Lo que realmente importa no es lo que escribo sino lo que pensarán cuando son provocados por lo que escribo.



Saudade es una palabra que uso frecuentemente. Creo que es el fundamento de mi pensamiento poético y religioso.2



 



Con base en ello, “Dios niño” asume poéticamente la distinción entre la niñez y la adultez para hablar de la vida y de la fe: “Los adultos van hacia adelante. Los poetas parecen ir hacia atrás. Los adultos dicen que los poetas huyen. Pero no. Como los salmones dejan el mar y vuelven a los manantiales de aguas cristalinas donde nacieron, los poetas quieren volver a sus orígenes”.3 Las referencias poéticas son claras: Manoel de Barros, Bernardo Soares, uno de los heterónimos del gran autor portugués Fernando Pessoa. El primero habla del “aniñamiento de las palabras” y el segundo que los niños son brillantes a diferencia de los adultos. Ricardo Reis, otro heterónimo, afirmó: “…teniendo al niño / como maestro / y llenos los ojos / de naturaleza. […] Cuando son los niños quienes enseñan, nos volvemos sabios: aprendemos el arte de vivir”.4



Alberto Caeiro, quizá el más famoso heterónimo, aquel que fue definido por el propio Pessoa así: “Sentí que había nacido en mí mi maestro”. “Es el poeta de las sensaciones puras, amante de la naturaleza y escéptico, muy poco dado al vicio de pensar y a las reglas métricas”.5 En la sección VIII de El guardador de rebaños, “cuenta cómo el Niño Jesús, cansado del cielo, huyó y vino a vivir con él como un niño igual a todos los demás”.6 Es un poema citado en innumerables ocasiones por Alves, cuya imaginería teológica se vio invadida completamente por esta visión analógica y metafórica. Sus palabras son elocuentes y chispeantes:



El Niño Eterno me acompaña siempre.



La dirección de mi mirada es la señalada por su dedo.



Mi oído atento alegremente a todos los sonidos



son las cosquillas que me hace, jugando, en las orejas. […]



 



Duerme dentro de mi alma



y a veces despierta de noche



y juega con mis sueños.7



 



Es allí donde el texto de Alves desemboca en el centro de su reflexión sobre la niñez divina, sobre el Dios que se desdobló en la inocencia y pequeñez del infante nacido en Palestina a fin de mostrar la superioridad existencial de la infancia sobre la soberbia adulta:



La Navidad es un poema. En él Dios se revela como un niño. El Dios adulto es terrible: grave, serio, no ríe, no duerme, sus ojos están siempre abiertos y ni siquiera tiene párpados, jamás olvida y registra todo en libros de contabilidad que se abrirán el Día del Juicio para el ajuste final de cuenta. El Dios adulto da miedo. En él no hay amor. Eso nada tiene que ver con un niño: un niño es olvido, risa, juego, un eterno comienzo… no es causalidad que el Niño Jesús haya huido del Dios adulto.



Prefiero al Dios niño. En los brazos de un Dios niño, puedo dormir tranquilo.8





[photo_footer]Rubem Alves.[/photo_footer]



“A cidade adormecida” (La ciudad adormecida), publicado en el periódico Folha de São Paulo en diciembre de 2005 habla de sus sentimientos hacia la Navidad y allí los explica pacientemente: “Lo que siento, no sé si es tristeza o irritación. No es que no me guste la Navidad. Mi tristeza e irritación acontecen porque la amo”.9 Para ampliar su explicación se sirvió de un poema de Cassiano Ricardo, “Você e o seu retrato” (Usted y su retrato): “Resumiendo: la gente ama más en la ausencia que en la presencia. Porque el objeto ausente existe iluminado por la luz de la fantasía, fuera del tempo. El objeto amado ausente es un emisario de la eternidad” (Énfasis agregado). Algo similar le ocurrió a Rubem con la casa de su infancia:



El alma es el lugar adonde están guardadas, como se fuesen cuadros, las escenas que el amor volvió eternas. El retrato de la amada de Cassiano Ricardo. La casa antigua donde viví. Los lugares de la infancia de Thomas Antônio Gonzaga [otro poeta citado]. De vez en cuando la saudade los saca de su olvido. Es lo que sucede con el retrato de la Navidad que vive en mi memoria poética, que es amasado por la realidad de la Navidad que va a acontecer en el día marcado en el calendario regresivo de mi vecina, tan simpática y amiga...10



 



Su “retrato” de Navidad, “desteñido”, le hizo recordar la imagen de una “ciudad adormecida”: “Todos duermen. Grande es el silencio excepto por el viento y los árboles, un ladrido distante de algún perro, el canto de un gallo que se equivocó de horario. Las estrellas velan. Es una escena de tranquilidad. Cuando se duerme, la vida pasa lentamente. Bachelard observa que hasta un criminal adormecido provoca sentimientos de ternura. Durmiendo, todos nos volvemos niños. Hoy las ciudades no duermen más. Hoy en Navidad las ciudades no duermen. Pero mi Navidad solo acontece en una ciudad adormecida que únicamente existe en mi retrato...”.



Finalmente, “Para pensar durante a festa” es un texto más bien crítico introducido por la historia de Vinicius, un niño a quien no visitaba Papá Noel. Nuevamente Alves expresa sus sentimientos ligados al nacimiento de Jesús:



La Navidad me pone triste. Porque por más que la busco no la encuentro. La Navidad es una celebración. Las celebraciones se llevan a cabo para traer del olvido algo querido que sucedió en el pasado. La celebración debe ser similar a la cosa celebrada. No puedo celebrar la vida de Gandhi con una barbacoa. Era vegetariano, amaba a los animales. Una celebración de Gandhi tendría que hacerse con cosas que lo representaran: verduras, agua, leche y hablar en voz baja. Además de leer algunos de los textos que escribió. Así Gandhi se convertiría en uno de los invitados a la celebración.11



 



El colmo de la celebración actual es que ni los niños saben qué se festeja: “Dirán que la Navidad es el día de Papá Noel, un anciano barrigón de barba blanca al que le encanta el despilfarro, que colma de regalos a los ricos y deja a los pobres sin nada”. Las celebraciones navideñas son “orgías de ricos, celebraciones del desperdicio y la basura”: “¿No son esenciales para las celebraciones esos montones de papel de regalo de colores en los que se envolvieron los regalos? Rotos, arrugados, hechos una bola en un rincón. Irán a la basura. ¿Cuántos árboles hubo que talar para hacer esos papeles? ¿Para qué? Para nada. La indiferencia con la que tratamos el papel de regalo es una manifestación de la indiferencia con la que tratamos a nuestra Tierra”.



Luego cuenta que celebraría el nacimiento de Jesús con sus amigos de una manera diferente, con oraciones, cánticos, poemas y plegarias en silencio. Y cierra con otra historia:



Vi al padre solo desde lejos. Era un hombre de pelo blanco. Tenía los brazos en alto, como si lo estuvieran asaltando, en el aeropuerto. Me acerqué. De hecho, era un anciano. Debía tener más o menos mi edad. De hecho, tenía los brazos en alto. Estaban de pie, apoyados en el cristal que separa a los que se van de los que se quedan. Él fue uno de los que se quedó. Las lágrimas brotaron de sus ojos. Alguien se había ido. Sus brazos levantados, apoyados contra el cristal, hablaban de la inutilidad de sus lágrimas. Lloró por motivos emocionales. Pero también por razones místicas que solo dice la poesía. Hay un momento en la vida en el que cada separación presagia la Gran Separación. Miré al portero que estaba revisando las tarjetas de embarque. Él entendió la pregunta que había en mis ojos y solo dijo: “El hijo se fue…” No lloré, pero tuve ganas… Los hijos se van. Los padres se quedan…



 



El sentimiento de nostalgia-saudade está muy presente, una distancia emocional-existencial dominada por la tristeza que llega y se queda, por la importancia que el enfoque infantil proporciona al recuerdo del nacimiento de Jesús: alguien se va, alguien se queda en la memoria del corazón atrapado por aquello que lo hace trasladarse hasta los instantes fundadores de la fe, de la certeza en un Dios-niño que ha venido a quedarse entre nosotros.



 



Notas



1 R. Alves, “O menininho”, en Na morada das palabras. Campinas, Papirus, 2003, p. 124. Versión propia.



2 R. Alves, “Introduction”, en Transparencies of eternity. Trad. de Jovelino y Joan Ramos. Miami, Convivium Press, 2010, p. 15. Versión propia.



3 R. Alves, “Dios niño”, en Transparencias de eternidad. Trad. de Paula Abramo. México, Ediciones Dabar, 2006, p. 22.



4 Ibid., p. 24.



5 F. Pessoa, Poemas de Alberto Caeiro. Trad. de Pablo del Barco. Madrid, Visor, 1984, cuarta de forros.



6 Ídem.



7 Ibid., pp. 25-26.



8 Ibid., p. 26.



9 R. Alves, “A cidade adormecida” en Folha de São Paulo, 13 de diciembre de 2005, www1.folha.uol.com.br/fsp/cotidian/ff1312200503.htm. Versión propia.



10 Ídem.



11 R. Alves, “Para pensar durante a festa”, 4 de abril de 2013, https://casa.abril.com.br/bem-estar/rubem-alves-para-pensar-durante-a-festa. Versión propia.


 

 


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