Cuando Enzinas emprendió su empeño por trasladar el Nuevo Testamento al castellano, existían fuertes restricciones para labores similares.
No hay cosa más arrogante que un hombre, sea laico o sea letrado, se declare inmodestamente doctor de las cosas divinas, y por eso se debe permitir a todos el estudio pío y sobrio de la Escritura, sobre todo de aquellas cosas que vuelven la vida mejor. Si se cree lo que yo digo, el Evangelio será leído por los labradores, por los herreros, por los albañiles, por los tejedores, hasta por las mujeres públicas y sus rufianes, hasta por los turcos, en fin. Son necesarias las traducciones: ¿qué mal se ve en que los hombres repitan el Evangelio en su lengua materna, la que ellos entienden: los franceses en francés, los ingleses en inglés, los alemanes en su lengua, los indios en la suya? Nadie es tan obtuso que no pueda captar la filosofía evangélica y a1imentarse del pan de la palabra divina.1
Erasmo de Rotterdam
En el campo de las traducciones bíblicas al castellano durante el siglo XVI, el nombre de Francisco de Enzinas figura como el del primero que tradujo el Nuevo Testamento. Ciertamente, como explica la profesora Els Agten, existieron otros esfuerzos notables por traducir la Biblia al idioma español, pero desde que surgió el “paradigma protestante”, definido así por Andrew Gow,2 se estableció una ruta firme en la que Enzinas y otros traductores desempeñaron un papel determinante:3 “Gow atribuye esta representación parcial de la posición católica a lo que él llama el paradigma protestante, según el cual a los fieles cristianos se les permitió leer la Biblia en lengua vernácula casi exclusivamente gracias a la Reforma protestante”.4 Dice Enzinas en su Memorias que “el Nuevo Testamento nunca fue leído en España hasta nuestros días” y también, en el prólogo a su traducción, que “en España, hasta sus días, las traducciones bíblicas en lengua vernácula habían sido inexistentes a pesar del honor y de la belleza del castellano, que él considera la mejor de todas las lenguas”.5
No obstante estas afirmaciones, hubo en España un buen número de traducciones, parciales o completas, de la Biblia en lengua castellana anteriores a los movimientos reformistas, pero sumamente controlados por la institución religiosa y la Corona. Desde las “biblias romanceadas” del siglo XIII hasta las traducciones parciales de los siglos XIV y XV, sin olvidar la Biblia Alfonsina (1280), pasando por las judías de ese segundo siglo, y llegando hasta las de Martín de Lucena y Gonzalo García de Santa María de fines del XV, para referirse a las que se hicieron en la Península. En julio de 1502, los Reyes Católicos “promulgaron una pragmática en la que, por primera vez en una ley, se establecía un control previo de las impresiones y se obligaba a los libreros a obtener una autorización para importar libros. Esta primera forma de censura recaía en la monarquía, aunque a veces fuera ejercida por eclesiásticos”.6 En el siglo XVI las prohibiciones se multiplicaron.
Fuera de España, los trabajos de traducción aumentaron: “A lo largo del siglo XVI, antes incluso de la aparición de los índices de 1551, 1559, 1583, 1584 y 1612 y a pesar de las múltiples prohibiciones en la Península, se habían preparado y publicado traducciones castellanas de la Biblia, principalmente por autores exiliados en Suiza, Italia y los Países Bajos, lo que las convertía en una empresa transfronteriza”. Agten subraya:
Cuando Enzinas escribía su prólogo, en España, desde hacía unos doscientos cincuenta años, la Biblia se leía y había sido traducida a la lengua vernácula. No obstante, en general, se trataba de traducciones parciales. A mediados del siglo XVI, comenzaron a perfilarse y radicalizarse las posturas sobre la traducción y la lectura de la Biblia en lengua vernácula. Defensores y adversarios de las biblias vernáculas se enfrentaban más nítidamente, sobre todo bajo la influencia de las ideas humanistas de Erasmo de Róterdam (1466-1536) y de los reformadores que siguieron su ejemplo.7
De modo que cuando Enzinas emprendió su empeño por trasladar el Nuevo Testamento al castellano (acicateado para ello por su profesor Felipe Melanchton), efectivamente existían fuertes restricciones para labores similares, las cuales le afectaron directamente luego de la publicación el 25 de octubre en Amberes, y de encontrarse cara con el emperador Carlos V el 23 de noviembre de 1543; diecinueve días después ya estaba en la cárcel. Los entretelones de esa traducción son fielmente narrados por él en sus Memorias.8 El relato de aquel momento crucial, repetido tantas veces por doquier, es imperdible, con la magnífica salida discursiva y teológica con que respondió a la pregunta inevitable:
Entonces el Emperador se volvió hacia mí y me preguntó qué libro era el que yo le presentaba. “Sacra Majestad —le respondí entonces—, es aquella parte de la Santa Escritura que se llama Nuevo Testamento, traducida por mí fielmente a la lengua española, en la cual se halla comprendida la historia evangélica, con las epístolas de los apóstoles; de cuyos trabajos he osado tomar a vuestra Majestad como tutora y defensora, rogándoos humildemente que, por la aprobación y autoridad de ella, sea tanto más recomendable al pueblo cristiano”. Entonces él me preguntó: “¿Eres tú el autor de ese libro?”. “No, Sacra Majestad —le respondí—, el autor es el Espíritu Santo, por inspiración del cual los santos apóstoles han dado estos santos oráculos de nuestra salud y redención, a todo el género humano, en. lengua griega. En cuanto a mí, no soy sino un pequeño ministro y débil órgano, que de su primera fuente los he traducido a nuestra lengua española”. “¿En castellano?”, dijo él. “Sí, Sacra Majestad —le respondí—, en nuestro castellano; obra de la cual os ruego queráis ser en vuestra clemencia protector y defensor”. “Será hecho lo que pides —dijo él—, con tal que en ella no haya nada sospechoso”. “Sacra Majestad —dije entonces—, no hay nada sospechoso, a no ser que la voz de Dios hablando desde el cielo, y la redención hecha por su Hijo Jesucristo, hayan de ser sospechosas a los cristianos”. “Lo que pides te será otorgado —dijo él—, con tal que el libro sea tal como el obispo y tú decís que es”.9
Observa José C. Nieto: “…él había dedicado su edición del Nuevo Testamento ‘a la Cesarea Magestad’ y hasta había suprimido la parte del título originalmente concebido, ‘o la nueva alianza de nuestro Redemptor y solo Salvador’, por haberle sugerido en Lovaina en julio de 1543 por los teólogos, donde originalmente pensaba publicarlo, que tal subtítulo sería sospechoso de luteranismo”.10 Y agrega, reflexionando acerca de su muy probable destino, que sería similar al de su hermano Jaime, martirizado en Roma (marzo de 1547):
Hay suficientes razones pues para suponer lo que le pasaría a Francisco. Las ejecuciones de otros protestantes que estaban en la cárcel con en Bruselas, y que él nos cuenta en sus Memorias, no nos dejan mucha duda de este desenlace. Recalcamos esto para hacer notar la diferencia entre el humanismo renacentista católico romano evangélico de un Fray Luis de León, o de Fray Luis de Granada, o de cualquier otro con ciertos elementos erasmistas y aun de ciertas tendencias disidentes, y el caso de los humanistas evangélicos no católico romanos, fuesen estos abiertamente protestantes como Jaime de Enzinas, por ejemplo, o cripto-heréticos como los doctores Juan Gil y Constantino Ponce.11
Sobre la tardanza en que hubiese un Nuevo Testamento en castellano, comenta Nieto:
Para Enzinas era inconcebible que un Imperio como el de España, con una lengua tan rica en posibilidades de expresión y de tanta riqueza literaria que por entonces era la lengua internacionalmente hablada, aparte del latín, no tuviese su propia versión de la Biblia original al nivel de los otros pueblos. Era pues no solo una cuestión religiosa sino también una cuestión del honor y la gloria de ser español en aquel Siglo de Oro. Así, sin ambigüedades de ninguna clase, lo recalca Enzinas en su prólogo: “Solo queda España, rincón y remate de Europa. A la cual no sé yo por qué esto le es negado, que es a todas las otras naciones concedido. Y pues en todo presumen ser los primeros, y con razón, no sé por qué en esto, que es lo principal, no son ni aun los postreros”.12
Otra parte de la historia tiene que ver con las modificaciones tipográficas de Enzinas a pasajes claves de las cartas paulinas, destacadas en mayúsculas: Romanos 3.22 y 28 (“Verdaderamente la justicia de Dios es POR LA FEE DE JESU CHRISTO, para todos y sobre todos los que creen”. “CONCLUIMOS PUES QUE EL H0MBRE ES JUSTIFICADO POR LA FEE, SIN LAS 0BRAS DE LA LEI”), además de I Corintios 3.11 (“Porque ninguno puede poner otro fundamento que éste, que es puesto, EL QUAL ES JESU CHRISTO”) y Efesios 5, Colosenses 3 y I Timoteo 6.10 (sobre la idolatría del dinero). Acerca de esto, la opinión de Jorge Bergua Cavero es que “el propósito de esta anomalía tipográfica es llamar la atención sobre estos pasajes, en los que se basó la interpretación luterana de la justificación por la fe”.13 En los interrogatorios a los que fue sometido, Enzinas alegó que el impresor colocó las frases “casualmente en letras mayúsculas”, pero seguramente fue “con intención, apenas encubierta, de crítica antipapista”.14
Lo cierto es que, como bien resumió Nieto, Enzinas se alineó claramente del lado de la Reforma luterana y su horizonte escritural lo muestra completamente en esa orientación:
Está claro que el humanismo de Enzinas no es erasmiano aunque usase el Nuevo Testamento editado por Erasmo para su traducción, como antes había hecho ya Lutero. El humanismo de este burgalés de coraje era claramente motivado por la Reforma y su axiomático principio que las Escrituras estén al alcance del pueblo. Enzinas hizo su labor traductora en Wittenberg y claramente enmarcado dentro del luteranismo. Él quiso experimentar abiertamente y cara a cara lo que ya Juan de Valdés sabía que era inútil y por lo tanto se había resignado a escribir para un amplio núcleo de discípulos y personas simpatizantes, pero jamás para la imprenta.
La primera traducción completa del Nuevo Testamento en romance castellano, tanto como su espléndida apología, han sido claramente el resultado de la herejía de este burgalés que cuenta entre su linaje familiar al oro venerable hereje, pedro de Lerma, y a su hermano Jaime, quemado en la estaca de la Inquisición de Roma.15
Notas
1 E. de Rotterdam, Opera. Leiden, 1703-1706, t. VII. fols. 2º-4º, cit. por Carlos Gilly, “Erasmo, la reforma radical y los heterodoxos españoles”, en Tomás Martínez Romero, ed., Les lletres hispàniques als segles XVI, XVII i XVIII. Castellò de la Plana, Publicacions de la Universitat Jaume I, 2005, p. 259.
2 A. Gow, “Challenging the protestant paradigm: Bible reading in lay and urban contexts of the later Middle Ages”, en Thomas Heffernan y Thomas E. Burman, eds., Scripture and pluralism. Reading the Bible in the religiously plural worlds of the Middle Ages and Renaissance. Leiden, Brill, 2005, pp. 161-191.
3 E. Agten, “Las traducciones de la Biblia al castellano y la Reforma. Una empresa transfronteriza”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernández Terricabras y David Kahn, dirs., Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la Península Ibérica en el siglo XVI. Madrid, Casa de Velázquez, 2018, https://books.openedition.org/cvz/5747?lang=es#ftn4. Cf. Ídem, “Francisco de Enzinas, a Reformation-minded humanist with a vernacular dream: A Spanish translation of the New Testament”, en Reformation and Renaissance Review, vol. 3, núm. 14, 2013, pp. 218-241.
4 Ídem.
5 Cit. por E. Agten, op. cit.
6 Ídem.
7 Ídem.
8 Cf. F. de Enzinas, Memorias. Historia del Estado de los Países Bajos, y de la Religión de España. Tomo I. Buenos Aires, La Aurora, 1943 (Obras clásicas de la Reforma, VII), pp. 77-167. Allí se describe lo acontecido con la publicación de la traducción, su impresión, su entrega al emperador y su encarcelamiento en Bruselas, además de las visitas que recibió. En el último capítulo del tomo II aparece la historia de su huida de la prisión. “A mediados de marzo de 1545 Francisco ya estaba de nuevo en Wittenberg, según carta de Melanchthon fechada el 17 de marzo y dirigida a Joaquín Camerarius en Leipzig. Dice así la carta: ‘Nuestro español, Francisco, ya está de vuelta en Wittenberg liberado por la providencia divina y sin auxilio de ningún hombre. Le he pedido que escriba una relación, que te enviaré pronto” (J.C. Nieto, “Francisco de Enzinas y su entorno”, en El Renacimiento y la otra España: visión cultural socioespiritual. Ginebra, Droz, 1997, p. 121). Cf. Anthony Pym, “Dios habla al emperador”, en El Trujamán. Revista diaria de traducción, 30 de junio de 1999, https://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/junio_99/30061999.htm.
9 Ibid., pp. 105-106. Énfasis agregado.
10 J.C. Nieto, “Francisco de Enzinas y su entorno”, en El Renacimiento y la otra España: visión cultural socioespiritual. Ginebra, Droz, 1997, p. 118.
11 Ibid., p. 121.
12 J.C. Nieto, “La Biblia castellana en el exilio”, en El Renacimiento y la otra España…, p. 514.
13 J. Bergua Cavero, Francisco de Enzinas. Um humanista reformado en la Europa de Carlos V. Madrid, Trotta, 2006, p. 68.
14 Ídem.
15 J.C. Nieto, op. cit., p. 516.
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