Los doce profetas menores solo son menores en comparación con los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel y no a causa de un mensaje o una teología inferior.
Un fragmento de “La Biblia y su mensaje: Profetas Menores”, de Bernard Coster (Unión Bíblica, 2015). Puede saber más sobre el libro aquí.
El Antiguo Testamento (AT) se llama en 2 P. 1:19 palabra Profética, mientras que Ef. 2:20 resume toda la revelación bíblica por los ministerios de los profetas del AT y los apóstoles del Nuevo Testamento (NT), igualando la autoridad de los dos ministerios (véase Lc. 11:49 y 1 Co. 12:28). La palabra profeta viene del griego y es usada en la LXX y en el NT para describir: a) la función de hablar en lugar de otro; ser portavoz de alguien o, 2) el don o ministerio de señalar eventos futuros. Es la traducción de varias palabras hebreas con énfasis diferente: Nabiy = portavoz, hablador. La palabra más frecuente en el hebreo del AT (Gn. 20:7; Ex. 7:1, y ss.). Roé = vidente, probablemente la palabra más antigua para profeta (1 S. 9:9). Los profetas menores solo usan el verbo para describir la recepción de las visiones del vidente: ver, mostrar, aparecer (Os. 6:1O; JI. 2:28; Am. 7:1 y ss., 9:1; Zac. 1:8-9 y ss.; Mal. 3:2). Chozeh = vidente, sinónimo de roé (Am. 7:12; Mi. 3:7). Palabra derivada de otro verbo para la recepción de visiones (véase Am. 1:1; Abd. 1:1; Mi. 1:1; Nah.1:1; Hab. 1:1, 2:2-3). Centinela o atalaya (Os. 9:8; Miq. 7:4, 7; Hab. 2:1). Mensajero (de Dios o del Señor). La palabra mensajero es la misma que ángel (Hag. 1:13; Mal. 1:1, 3:1). El nombre Malaquías significa 'mi mensajero'. Hombre de Dios (1 R. 12:22). La misma variedad de significado aparece en los verbos y en los nombres para profetizar y profecía.
Profecía es el acontecer de la palabra de Dios al profeta y por medio del profeta al pueblo de Dios, que habitualmente se traduce como vino la palabra del Señor a... El primero en experimentar este acontecimiento de la palabra de Dios fue Abram, el último Juan el Bautista. Si bien, el libro de Apocalipsis es profético, no usa la expresión de acontecer la palabra de Dios (Gn. 15:1; 1 S. 15:10; 2 S. 7:4, 24:11; Jer. 1:2, 4, 13 y ss.; Le. 3:2). Por el acontecimiento de la palabra de Dios, el profeta sobe más. Es el instrumento de la revelación, la persona en quien, y por medio de quien, la palabra de Dios recibe forma humana. De ahí la introducción estereotipada de la profecía por medio de las palabras del heraldo, palabras que señalan el origen y la autoridad del mensaje: Así dice / habla el Señor. Una palabra que inicia, interrumpe o termina el discurso profético (Ex. 7:17; Am. 2:11, 16, 3:11, 15, 4:3 y ss.; Ab. 1:4; Mi. 2:3 y ss.; Zac. 2:8, 3:7; Mal. 1:4, 2:2).
Todos los profetas hablaban en el nombre del Señor, sin embargo, no todos han dejado textos canónicos; textos inspirados por el Espíritu Santo. Ya vimos que Abram era profeta igual que Jesús, el gran profeta, pero los dos no han dejado ningún escrito. El Tanac, el texto del AT en el hebreo, contiene dos colecciones de libros proféticos: los profetas tempranos y los profetas posteriores. La colección de los profetas tempranos se forma por los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Suponemos que contienen la historiografía o material coleccionado por los profetas de la época, Samuel, Natán y Gad (1 Cr. 29:29), complementada con colecciones y genealogías de los profetas Ahías de Silo, Semaías e lddo el vidente (2 Cr. 9:29, 12:15, 13:22). Isaías es mencionado como el cronista del tiempo de Uzías y de Ezequías (2 Cr. 26:22, 32:32). Según una tradición judía, Jeremías es el autor de los libros de Samuel y Reyes (Talmud Baba Batra, 15a). La inserción de acontecimientos históricos en los profetas posteriores demuestra que la profecía es una herencia común y que la perspectiva de estos profetas no difiere esencialmente de los tempranos. Por ejemplo, Is. Caps.36- 39 es casi igual a 2 R. 18:13-20:21 y Jer. Cap. 52 es igual a 2 R. 24:18-25:30.
El Rollo de los Doce
Los doce profetas menores solo son menores en comparación con los libros de Isaías, Jeremías y Ezequiel y no a causa de un mensaje o una teología inferior. El conjunto de los profetas menores da una perspectiva completa y amplia del ministerio profético en el AT. En el Tanac (AT hebreo) forman una colección que cabe en un rollo, que se llama el rollo de los Doce. El libro apócrifo Eclesiástico de Jesús Sirac 49:10 se refiere a este diciendo: "...los doce profetas que consolaron a Jacob y lo rescataron por la fidelidad y la esperanza". El orden de los profetas menores en el rollo no tiene explicación, pero hay cierto orden cronológico, de modo que los profetas pre-exílicos (según la tradición judía) preceden a los libros post-exílicos.
Encontramos en el NT la designación de Torá (Ley) y Profetas para la colección de libros canónicos que conocemos como AT (Hch. 24:14; Mt. 5:17 y ss.). Torá y profecía son unidas por la misma revelación de Dios, pero no son idénticas. La Torá es la revelación de la palabra de Dios en su forma estática, mientras que la profecía es dinámica. La profecía confirma la posibilidad de nuevas revelaciones del Señor, que interpretan, renuevan y actualizan la Torá sin contradecirla (Dt. 4:2, 13:1-3; compárese el libro de Levítico con Jer. 7:21-23), siempre aplica la Torá a situaciones nuevas. De esta manera situaciones concretas son iluminadas por la palabra profética, que, por ser palabra de Dios, tiene una autoridad que no se limita a estas situaciones. En realidad, la profecía recibe una autoridad igual a la de la Torá, aludiendo al pueblo de Dios de todos los tiempos (2 P. 1:19).
Podemos resumir la relación entre Ley y profecía por medio de estas tres definiciones: La Ley (la Torá) es la definición del pacto por medio de promesas y requerimientos; prescripciones en cuanto a su celebración y su aplicación civil y ceremonial. La Ley es la constitución del pacto. La Profecía es: 1) la revelación de la Torá (Dt. 18:15 ss.; Os. 12:13), y a continuación es: 2) la actualización de la Torá, por la supervisión del nivel espiritual y moral del pacto.
El dominio especial de los reyes y las autoridades civiles es la ley civil, el dominio especial de los sacerdotes es la ley ceremonial (Dt. 31:9-11; Jer. 2:8; 2 R. 22:8; Dt. 17:18). La profecía supervisa, en el nombre de Dios, la vigencia civil y ceremonial de la Ley, enfatizando y renovando su actualidad ética.
Otro profeta
La necesidad de la profecía ya se manifestó en la teofanía en Horeb. Fue tan terrorífica que el pueblo de Israel pidió que Moisés hiciese de mediador entre ellos y el Señor (Dt. 5:24-28). Más tarde, el Señor recuerda este momento de terror para comunicar la promesa de 'otro profeta', uno como Moisés, que revelaría definitivamente la palabra de Dios (Dt. 18:18). Por esta promesa, Moisés se hace el tipo de todos los profetas del AT y a la vez, igual que cada uno de ellos, tipo del verdadero 'otro profeta', el profeta mesiánico a quien esperaba Israel (véase Jn. 1:21, 25, 7:40). Resulta que la profecía abarca todo el AT hasta alcanzar el NT, donde se cumple.
No hay más profeta (Salmo 74: 9)
Las generaciones del tiempo llamado intertestamentario se dieron cuenta de que la tradición profética que había establecido la identidad de Israel se había acabado (véase Sal. 74:9). Tribulación tan grande no sufrió Israel desde los tiempos en que dejaron de aparecer los profetas, dice 1 Macabeos 9:27. Antes el pueblo había recibido orientación de los profetas, que incluso habían ungido a los primeros reyes, pero a causa de que en el tiempo intertestamentario ya no la recibieron, a los judíos y sacerdotes les pareció bien que fuese Simón (Macabeos) su hegumeno y sumo sacerdote para siempre, aunque solamente hasta que apareciera un profeta digno de fe (1 Mac. 14:41). La sugerencia es que los judíos de este tiempo estuvieron dispuestos a reconsiderar la decisión tomada, aparentemente con ciertas dudas, cuando un nuevo profeta la valorara y de esta manera guardaron la esperanza de un nuevo resurgimiento de la profecía. Y efectivamente, el NT empieza con la restitución esperada de la profecía. No solo Ana y Juan el Bautista, sino también Zacarías, Elisabet, Simeón y María son personajes proféticos. Jesús fue anunciado como profeta del Dios Altísimo (Lc. 1:76), reconocido como el profeta de Nazaret (Mt. 21:11) y creído como profeta poderoso en palabras y hechos (Lc. 24:19). Como profeta (Mr. 6:4) asumió el ministerio de cumplir la ley y los profetas, es decir explicar y revelar su propósito verdadero, por obedecerlos perfectamente y llevarlos a su fin, sufrir sus sentencias, incluso terminando su autoridad absoluta y exclusiva por sujetarlos a si mismo (Mt. 5:17).
Profecía y apostolado van juntos en el NT a partir de Mt. 10:40-41 (véase la actividad profética en la época apostólica en Hch. cap. 2, 11:27, 13:1, 15:32, 19:6, 21:10; Ro. 12:6; 1 Co. 12:28 y ss.). Los apóstoles ejercen un ministerio profético cuando actualizan el pacto en función de la venida, muerte y resurrección de Cristo (sobre todo Romanos, Gálatas y Hebreos).
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