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¿Conflicto o confluencia? Las relaciones entre las teologías evangélicas y de liberación en América Latina (4)

Hanks publicó en 1982 un libro que marcó definitivamente su reflexión.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 30 DE JUNIO DE 2023 11:00 h
Thomas Hanks y uno de sus libros.

Es mi oración que estas páginas sean estudiadas con la mente, el corazón y la Biblia abiertos. Sé que hay mucho que parecerá nuevo al lector que comparte mi trasfondo conservador. […] Puedo decir que después de ensenar la Biblia por 15 años en el contexto latinoamericano, he podido redescubrir su mensaje. He encontrado perspectivas que jamás se me habían ocurrido con mi preparación [de] seminarista de los Estados Unidos. El Dios que “hace todas las cosas nuevas” está empezando con nuestra comprensión de su Palabra, para hacer de su pueblo un “pueblo preparado”.1



Thomas Hanks



 



Thomas D. Hanks (1934): de la opresión a la liberación cristiana



Una situación muy común en el ámbito protestante latinoamericano del siglo XX fue la presencia de parejas de misioneros, pastores o profesores. En el caso del Seminario Bíblico Latinoamericano (SBL) de Costa Rica era lo más frecuente puesto que así se cubrían los espacios docentes, pastorales y eclesiales para atender las diversas necesidades del momento. Algo similar ocurrió con Thomas Hanks y su esposa Joyce, quienes llegaron en 1963 a esa institución para cumplir labores ligadas a la educación teológica, además de fungir como consejeros de una organización universitaria. Hanks había estudiado periodismo y después, en el Seminario de Princeton (1960). Era ya ministro ordenado en la Iglesia Presbiteriana y más tarde obtendría la maestría en el Seminario Evangélico Garrett y en la Universidad del Noroeste, así como el doctorado en Antiguo Testamento en el Seminario Concordia de San Luis, Misuri (1972). En 1986 se trasladaron a Buenos Aires, en donde colaboró con René Padilla en varios proyectos.



Como se puede imaginar, la etapa en que colaboró Hanks en el SBL coincidió con el surgimiento de los nuevos impulsos de la teología latinoamericana, lo que seguramente lo llevó a reaccionar, especialmente desde el campo de su especialidad, los estudios del Antiguo Testamento. Fue así que, por el impulso de Orlando Costas, con quien coincidió en Costa Rica, y quien dirigió el Centro Latinoamericano de Estudios Pastorales (CELEP), publicó en 1982 un libro que marcó definitivamente su reflexión y se estableció, luego de los complejos años en que el SBL tuvo el giro ecuménico e ideológico que lo caracterizaría, como uno de los acercamientos más creativos al tema de la pobreza desde el ambiente evangélico. Se trata de Opresión, pobreza y liberación: reflexiones bíblicas (segundo título de la colección CELEP), editado por Caribe, una de las empresas más emblemáticas del protestantismo latinoamericano en esos años. Un año después, Orbis (que difundió los títulos más representativos de la teología latinoamericana) lo publicó en inglés. En 2012 apareció El Evangelio subversivo. Buenas nuevas para los pobres, marginados y oprimidos, que causó una enorme polémica.



Prologada por Orlando Costas, la obra conjunta el más amplio conocimiento del hebreo al abordar la terminología sobre la pobreza en el Antiguo testamento (tema central del trabajo) con la preocupación evangélica típica del momento y de la preocupación por los avances teológicos radicales de otros sectores cristianos del continente. En palabras del prologuista, Hanks consiguió articular los elementos mencionados de tal forma que fue capaz de superar las tentaciones “liberacionistas” (tal como se decía entonces), pero sin traicionar el genuino análisis del tema propuesto con una gran calidad exegética e interpretativa. Así se expresó el teólogo bautista puertorriqueño:



Esta obra […] viene a llenar un gran vacío en la literatura evangélica latinoamericana. Por una parte, hace una seria, crítica y constructiva aportación a la búsqueda de una teología bíblica sobre el problema de la pobreza en América Latina. Por la otra, fortalece y a la vez corrige muchos de los juicios emitidos en las diversas teologías políticas de liberación que han surgido en América Latina en los últimos 15 años, desde una perspectiva evangélica. A1 demostrar bíblicamente que la causa de la pobreza es la opresión y que la única alternativa es la liberación, Hanks verifica las diversas tesis adelantadas por los teólogos de liberación. Pero al mostrar la centralidad del tema de la pobreza en el Antiguo y Nuevo Testamento y la precisión con la cual la Biblia analiza la opresión como la causa fundamental de la pobreza; y al proponer como imperativo ético y- misional una liberación plena e integral, Hanks no solo reposee la pertinencia histórica del mensaje bíblico, sino que cuestiona la preeminencia dada por algunos teólogos de liberación al lenguaje marxista a expensas del bíblico.2



 



Costas pudo advertir la proyección que este libro alcanzaría incluso a pesar del medio del cual surgió, pues la oposición evangélica a las teologías de liberación alcanzó proporciones escandalosas, pero lo que este volumen hizo estaba completamente apegado a la principal creencia del protestantismo: “Tomás Hanks da un testimonio sólido e innovador, desde América Latina, del clásico dictum reformado sola scriptura. Ello es otra manera de decir que en la teología evangélica la Biblia viene primero, y viene primero no solo porque es la Palabra de Dios, sino porque es Palabra liberadora que Dios habla desde la situación oprimida de los pobres”.3 Expresarse de esta manera en aquellos años resultaba sumamente riesgoso, pues cualquier cambio en el lenguaje implicaba, para quien hablaba así, ser identificado/a con las nuevas tendencias teológicas, señaladamente sospechosas de alejarse de los cánones de la fe tradicional.



Fechada en 1979, la introducción del autor puntualiza aún más los énfasis destacados por Costas. Su primera frase es ya todo un proyecto: “Es increíble cómo nuestros intereses perjudican nuestra teología”.4 El resto del texto es un testimonio de los cambios en su pensamiento teológico acerca de la pobreza y de su evolución como experto en el Antiguo Testamento al abordar ese tema en diversas circunstancias de trabajo. Ante la ausencia de suficiente material pertinente, Hanks se vio obligado a profundizar por su cuenta y lo que halló fue que, tal como lo enunció al principio, y da fe de cómo se topó de frente con el gran modelo liberador del Éxodo (tan esgrimido por los teólogos de la liberación, mayoritariamente católicos) en medio de sus clases: “La idea del Éxodo como el paradigma fundamental de liberación para los pobres-oprimidos ni se me ocurrió, y por muchos años seguí enseñando sobre el tema sin darme cuenta de la enorme distorsión en la teología que este hueco me causaba”.5 Se trató, entonces, de una auténtica “conversión”, de un abrir los ojos a la realidad innegable de las necesidades profundas de las masas latinoamericanas, muchas de ellas creyentes en Jesucristo.



Sintomáticamente, en el contexto protestante latinoamericano y mundial se estaba imponiendo, en esos mismos años el interés por estudiar teológicamente el problema de la pobreza. El teólogo metodista uruguayo Julio de Santa Ana, desde el exilio en el Consejo Mundial de Iglesias (aunque con un amplio trasfondo de análisis previos), fue el responsable de un material como resultado de muchos debates al interior de dicha organización: El desafío de los pobres a la iglesia (1977, 1985). En el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (ISEDET), por su parte, el profesorado se dio a la tarea de redactar un volumen completo: Los pobres: encuentro y compromiso (1978). Colaboraron allí, entre otros/as: Lee Brummel, José Severino Croatto, Luis Farré, Beatriz Melano Couch, José Míguez Bonino, Rodolfo Obermüller y Sidney Rooy. De 1983 es la tesis doctoral de Victorio Araya, El Dios de los pobres. Y Jorge Pixley, junto con Clodovis Boff, publicaría Opción por los pobres (1986) en la importante colección “Teología y liberación”.



La estructura del libro de Hanks es toda una lección de rigor académico y pasión profética: la primera parte, “Oprimidos y pobres en la teología bíblica”, consta de dos capítulos dedicados al Antiguo y el Nuevo Testamento. La segunda, “Opresión y liberación en Isaías y Lucas”, incluye tres capítulos: “Siervo oprimido, pueblo liberado: una relectura de Isaías 53 desde América Latina”, “Jesús libertador y el año de Jubileo: una nueva interpretación de Isaías 58, partiendo de Lucas 4: 18-19”, y “El cristiano auténtico: su compromiso y praxis. Una meditación sobre Lucas 4:18. 19”.



Al revisar los términos hebreos, el autor encuentra que su abundancia es sumamente significativa pues por doquier aparece la denuncia de la opresión fue una constante en los textos sagrados, dado que profundizan en sus razones y hasta en el impacto psicológico que produjo en las personas sometidas. Desde la p. 42 advierte la importancia de Isaías 53 (“el canto del Siervo Sufriente (bien podríamos llamarlo el Siervo Oprimido)”) para discutir el tema. Lo mismo sucede con su revisión del Nuevo Testamento (pp. 53-84) en la que observa cómo se refieren a él los evangelios y las epístolas.



En la segunda parte del libro, Hanks “aterriza” las conclusiones del análisis previo al detenerse en Isaías y Lucas; el cap. 3 es un soberbio y detenido examen de Isaías 53 a la luz del presente latinoamericano. Luego de presentar una nueva traducción en la que hace ver cómo el énfasis de la necesidad de liberación es mayúsculo (por ejemplo, en los vv. 7-8, que traduce formidablemente así, sin olvidar el ritmo poético propio del canto: “Fue deshumanizado por la opresión, humillado opresivamente, / Pero no abrió la boca. / Como un cordero al degüello era llevado, / y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, / Tampoco el abrió la boca. / Tras opresión y juicio fue arrebatado, / y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? / Lo arrancaron de la tierra de los vivos / por las rebeliones de mi pueblo ha sido azotado”, p. 89), transfiere, por así decirlo, su exposición al ámbito pentecostal, en términos del par enfermedad-curación (pp. 90-94), a la tradición evangélica: sustitución penal-justificación forense (pp. 94-100), concluye diciendo: “Los énfasis y las preocupaciones de la tradición evangélica no agotan el sentido del Cuarto Canto. Pero al entusiasmarnos con las verdades y perspectivas complementarias del pentecostalismo y de las teologías de liberación, no debemos despreciar los elementos que han significado tanto para la fe cristiana a lo largo de los siglos. A pesar de los ataques racionalistas y de las negaciones y salvedades de las teologías liberales, el entender la muerte del Siervo como sustitución penal es más vital que nunca” (p. 102).



En otra sección se ocupa de la teología latinoamericana (y el judaísmo): opresión-liberación y allí profundiza sus afirmaciones y pone a dialogar las cuatro perspectivas: evangélica, católica, pentecostal y judía mediante las aportaciones de cada una: “No podemos despreciar ninguna de estas tres corrientes en nuestro ambiente teológico si queremos lograr una relectura que capte todo lo que Dios quiere decirnos. Por medio de todas estas corrientes Dios sigue hablando.” (p. 122). Como muestra de esto, Hanks cierra este capítulo con dos apéndices: un fragmento de Cristología desde América Latina, del teólogo católico Jon Sobrino, y el ensayo “La fuerza no-violenta de los oprimidos frente a la violencia opresora institucionalizada”.



En el cap. 4 estudia la relación de Isaías 58 con Lucas 4 en términos del Jubileo. Sobre eso, concluye:



Si tenemos razón al afirmar la relación entre Isaías 58 y el Jubileo, podemos apreciar lo apta que es la inserción que hace Jesús de una frase de Isaías 58.6 al citar a Isaías 61.1-2, en su serm6n en Nazaret. Con este método destacó la dimensión liberadora de su propio ministerio v su comprensión del reinado de Dios como algo que involucra la clase de revolución socioeconómica visualizada en la provisión del Jubileo. Un escritor judío comenta que las leyes del sábado en el Antiguo Testamento constituyen “la legislación social más radical anterior al siglo veinte (p. 149).



 



El apéndice aquí es el texto titulado “Una fecha común para Isaías 58 y Levítico 25”. Finalmente, el cap. 5, partiendo de una reflexión sobre Lucas 4.18-19, se confronta con la realidad presente para proponer vías para la “praxis cristiana comprometida”, esto es, las formas en que la fe puede canalizar todo lo señalado a fin de colaborar en la liberación de las estructuras opresoras y de que el cristianismo sea auténtico. Su conclusión incluye la perspectiva integral de la labor de Jesús y cómo la conversión a él produce un modo diferente de avizorar la situación social. La pregunta clave para cada creyente es: “¿Qué me queda por hacer para poder disfrutar de esta liberación?” (p. 173). La respuesta discurre por un camino crucial: debe haber un compromiso personal con Jesús que movilice la fe por rumbos inexplorados para que esa entrega cumpla los presupuestos liberadores del Evangelio. La praxis cristiana deberá actualizar lo sucedido en el libro de los Hechos, es decir, en el modo de actuar de la primera iglesia: enseñanza, koinonía, partimiento del pan, oraciones, en resumen, mediante una vida comunitaria de solidaridad y servicio.



Su conclusión es firme y bien dirigida, con base en todo lo expuesto: “La iglesia (o “comunidad de base”) autentica tiene que ser muestra y señal del reino venidero, dando prioridad a la lucha contra toda opresión, injusticia y pobreza. Evita toda dicotomía antibíblica, para lo que busca encarnar en una sociedad opresora la liberación integral que solo Cristo trae. De este modo sirve de instrumento divino para la liberación de nuestra culpa ante un Dios justiciero, la sanidad interior de heridas sicológicas, la curación física, y la liberación sociopolítica en la esfera comunitaria, nacional e internacional” (p. 178).



Una oración nueva, y un tanto extraña para labios evangélicos, es el corolario de toda la reflexión:



Quiero ser, oh Señor, instrumento de tu liberación.



Gracias por haber encaminado la revolución verdadera quo anhelamos.



Quiero incorporarme en una comunidad cristiana que practique la liberación integral.



Ya bastan las hipocresías y los paños tibios.



Hazme un discípulo auténtico.



En el nombre de Jesús, el Libertador. Amén.



 



Notas



1 T. Hanks, “Introducción”, en Opresión, pobreza y liberación: reflexiones bíblicas. San José, Caribe, 1982, p. 16.



2 O.E. Costas, “Prólogo”, en T. Hanks, Opresión, pobreza…, pp. 7-8.



3 Ibid., p. 8.



4 T. Hanks, “Introducción”, p. 11.



5 Ibid., pp. 12-13.


 

 


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COMENTARIOS

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jorge varon
05/07/2023
16:01 h
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Por sus frutos los conoceréis, una de las guerrillas más sangrientas, el colombiano Eln, creada por curas católico-romanos adictos a la T.L, no ha dejado hasta hoy sino muerte y dolor. lo mismo nicaragua de mano del cura Cardenal. Hechos, no literatura barata (madera, heno, hojarasca). Si el mensaje de Jesús tuviese el tono político que transpiran estos artículos, lo percibiríamos claramente en el nuevo testamento, pero lo contrario es lo verdadero. "pobres habrá siempre entre vosotros" Mr. 14
 



 
 
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