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1a Juan a Apocalipsis

Podemos distinguir varios grupos de aquel tiempo cuyas enseñanzas erróneas podían haber estado en el punto de mira de Juan.

FRAGMENTOS 29 DE JUNIO DE 2023 19:15 h
Detalle de la portada del libro.

Un fragmento de “1ª de Juan a Apocalipsis”, de Pedro Puigvert (Serie “La Biblia y su mensaje”, Unión Bíblica, 2015). Puede saber más sobre el libro aquí.



 



PRIMERA, SEGUNDA Y TERCERA JUAN



INTRODUCCIÓN



Ponemos en el mismo epígrafe las tres cartas en función de su autor y el género literario empleado, si bien la primera no pueda considerarse una epístola en sentido estricto porque carece de destinatarios, saludos y firma. Sin embargo, las tres van dirigidas a una o varias congregaciones. Aunque en la primera no sepamos a qué iglesia iba destinada, su contenido tiene un carácter universal con una enseñanza que alerta sobre las doctrinas heréticas que los falsos maestros pretendían introducir en las iglesias a los que llama anticristos. Se refiere a aquellos que salieron de nosotros, pero no eran de nosotros (1 Jn. 2:19, los cuales aparentemente formaban parte de la Iglesia, pero al abandonarla se manifestó claramente que no pertenecían a ella. Quizás deberíamos considerar a este escrito un tratado, pero hay algunas referencias que podrían justificar el título de epístola (2:1, 12, 13, 26), al escribir a un grupo de hermanos y no es descabellado suponer que el escrito sería leído a ellos como una carta apostólica.



 



1. Trasfondo



Los falsos maestros enseñaban doctrinas heréticas con relación a la persona del Señor Jesucristo. Por ejemplo, negaban que Jesús fuera el Cristo (1 Jn. 2:22), su preexistencia (1:1), que era el Hijo de Dios (4:15, 5:5, 10), su encarnación (4:2) y que había sido enviado para dar salvación (4:9, 14). El núcleo filosófico que dominaba estas doctrinas era una especie de gnosticismo con sabor judaico que floreció y trajo muchos problemas a la Iglesia hasta finales del siglo II. En realidad no ha desaparecido aún, al ir aflorando con más o menos éxito a lo largo de toda la historia. Podemos distinguir varios grupos de aquel tiempo cuyas enseñanzas erróneas podían haber estado en el punto de mira de Juan. En primer lugar, están los ebionitas, para quienes Jesús era considerado el Maestro, pero no Dios, sino simplemente un hombre. Aferrados al literalismo veterotestamentario mantenían un monoteísmo radical y de ahí su negación de la divinidad de Cristo. Consideraban que Jesús era el hijo de José y María, elegido como Hijo de Dios en su bautismo al unirse con el Cristo eterno que es más elevado que los arcángeles, pero no es Dios. Este Cristo había aparecido en diversas formas desde Adán en adelante. Su obra fue más bien la de un maestro y un profeta que la de un salvador, puesto que el Espíritu le abandonó en la cruz por lo que su obra solo tiene un valor secundario. Como estas ideas ya circulaban en el primer siglo, no es de extrañar que Juan las refute en sus escritos. Otro grupo era el de los elkesaítas. Estos rechazaban la concepción virginal de Cristo y afirmaban que nació como todos los hombres, pero también decían que era un espíritu elevado o un ángel. Consideraban a Jesús como la encarnación del Adán ideal, llegando a llamarlo el Arcángel altísimo. Luego estaba el gnosticismo de extracción griega que había heredado de Platón la noción de la maldad de la materia y la bondad del espíritu, por tanto no podían aceptar la encarnación del Verbo. Para Cerinto y sus seguidores, Jesús era simplemente un hombre, hijo de María y José, mientras que Cristo era un espíritu superior que descendió sobre Jesús en el bautismo y le dejó antes de la crucifixión. Era la negación explícita de la divinidad de Cristo. Como contrapartida tenemos a los docetistas (de dokeis = apariencia), una doctrina que negaba la humanidad de Cristo. Creían en la manifestación del Logos conuna apariencia humana, pero no era un hombre real. No nació, ni murió, solamente apareció.



Entre los rasgos más prominentes del gnosticismo era el de estar convencidos de poseer un conocimiento especial por el cual podían elevarse a una verdadera comunión con Dios por medio de la contemplación mística. La doctrina gnóstica llevaba aparejada la práctica de una conducta que les alejaba del núcleo central del Evangelio.



Como el cuerpo es materia y esta para ellos es mala, no importaba lo que hiciesen con él. Así daban rienda suelta a una vida lujuriosa sin conciencia de pecado y de ahí que Juan tenga que decir que todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado (1 Jn. 3:9).



Quizás las epístolas segunda y tercera pudieron ser escritas como cartas de acompañamiento, una para la iglesia, a la que figuradamente se llama la señora elegida, y la otra para Gayo su pastor. La electa kyria (2 Jn. 1:1) es una frase metafórica para referirse a la iglesia destinataria. Probablemente, Juan utilizó este recurso literario para evitar que los receptores se vieran comprometidos, si la epístola caía en manos de los enemigos del cristianismo. El motivo por el que fue escrita la segunda está relacionado con la primera. Los falsos maestros itinerantes viajaban por los lugares donde había iglesias que eran todavía inmaduras enseñando que el Hijo de Dios no se había encarnado (2 Jn. 7). Aconseja a los creyentes que no les ofrezcan hospitalidad, y les anima a seguir la verdad en amor. La tercera es una carta personal destinada a Gayo, un miembro importante de la iglesia, seguramente su pastor. Juan le alaba por andar en la verdad y por su amor práctico hacia los predicadores itinerantes. Otro dirigente, llamado Diótefres, probablemente de una congregación próxima a la de Gayo, no aceptaba la autoridad apostólica de Juan, al cual cuando fuere le reprochará su actitud. Las tres cartas, pues, fueron escritas para unas iglesias que debían hacer frente a nuevas filosofías y doctrinas que ponían en peligro su existencia.



 



2. Su relación con el cuarto evangelio



Tras una lectura comparativa entre el evangelio de Juan y la primera epístola se observa que hay una serie de concordancias que justifican la consideración de una autoría común. Por ejemplo, se observa en el uso de las:



2.1 Palabras. Encontramos repetidos en todos los escritos términos importantes como Padre, Hijo, Espíritu, principio, palabra (logos), Paracleto (Consolador, abogado), creer, vida eterna, amor, permanecer, guardar, mandamiento, verdadero (alezinós), conocer (ginosko), tener, nacer, testificar, luz, oscuridad, mundo, pecado, diablo.



2.2 Frases. Expresiones como Hijo unigénito (1 Jn. 4:9 con Jn. 3:16, 18); el Salvador del mundo (1 Jn. 4:14, con Jn. 4:42); el Espíritu de verdad (1 Jn. 4:6 con Jn. 14:17, 15:26, 16:13); practicar la verdad (1 Jn. 1:6 con Jn. 3:21); ser de la verdad (1 Jn. 3:19 con 18:37); ser de Dios (1 Jn. 3:10 con Jn. 8:47); ser nacido de Dios (1 Jn. 3:9 con Jn. 1:13) […]



Algunos autores han querido ver ciertas divergencias de aplicación, como por ejemplo que el término Parakleto en el evangelio designa al Espíritu Santo y en la primera epístola a Jesucristo o que en la carta dice que el Espíritu es la verdad y en el evangelio Cristo dice que él es la verdad. Lo cierto es que ambas personas divinas pueden ser designadas con el mismo vocablo, ya que el término Parakleto lo mismo sirve para Consolador o Ayudador que para Abogado. En el segundo caso, se puede decir tanto del Espíritu como de Cristo que son la verdad. Además, esto tiene una explicación lógica en función de los asuntos que trata. […]



 



1 Juan 1:1-4



Testimonio y anuncio de la vida eterna



Tal como hemos señalado en la introducción, el modo de introducir este escrito es paralelo al del evangelio del mismo autor. La riqueza de contenido doctrinal de estas frases es singular. Juan hace una síntesis cristológica y si tenemos en cuenta que uno de sus objetivos era denunciar la herejía, contiene también argumentos apologéticos de alto valor por cuanto se trata de las palabras de un testigo de los hechos, que al ser un apóstol de Cristo adquieren valor autoritativo.



La manifestación del Verbo (vv. 1-2). El Logos eterno, el Verbo preexistente, es un título de Jesús que aparece solamente en los escritos de Juan. Era un término muy importante en la filosofía griega, pero lejos de reflejar el sentido que tenía en el helenismo, tanto en el Evangelio como aquí. El contenido es veterotestamentario y se refiere a la Palabra que se identifica con la sabiduría de Dios. Además, cuando dice que lo ha visto, contemplado y palpado, no puede referirse a nadie más que a Jesús, el Verbo hecho carne, una idea ajena por completo al pensamiento griego. Este Verbo existe desde el principio, es decir, antes de todas las cosas, el cual se identifica con Dios (Jn. 1:1), pero al mismo tiempo se distingue de él como persona. La vida eterna que estaba con el Padre, ahora se ha manifestado, de tal manera que ha sido percibida por los sentidos, oído, vista y tacto. Juan y los demás apóstoles (por el uso de la primera persona del plural), han escuchado las preciosas enseñanzas de Jesús durante su ministerio terrenal, sus ojos lo han contemplado haciendo milagros, mientras iban por los caminos polvorientos de Galilea, Samaria y Judea y lo han tocado con sus manos y él mismo se había recostado sobre su pecho. Los que decían que Jesús tenía solo una apariencia humana no estaban en la verdad, porque seguramente ni siquiera le habían conocido, no habían convivido con él tres años, ni habían recibido las enseñanzas de su boca. Juan se refiere al Verbo como palabra concreta percibida por el oído y es idéntica al kerygma (Jn. 5:37, 17:14), la verdad por excelencia (Jn. 17:17). En un sentido es una palabra “anunciada” y “pronunciada”. El título Logos, en Juan, nos lleva a la noción de Dios revelándose en la persona de Jesucristo. En nuestro texto, no es solamente el Logos como en el evangelio, sino el Logos de vida. Estamos, pues, ante una concepción cristiana plenamente coherente con el pensamiento global de las Escrituras, aunque solamente podamos contemplarla en un solo autor. Observemos que en lugar del pronombre personal, usa el neutro y de este modo designa todo el profundo significado de las frases que le acompañan: “la Palabra de vida, la vida, y la vida eterna” que estaba con el Padre. Asimismo da testimonio de la vida eterna que estaba con el Padre, juntamente con aquellos que habían seguido a Jesús en los días de su carne. El testimonio apostólico es el único que tiene autoridad y es normativo para la Iglesia. Los que lo negaban se colocaban al margen de la misma.



La proclamación del Verbo (vv. 3-4). En dos ocasiones dice Juan os anunciamos (vv. 2- 3). Este anuncio lo hace de dos formas: por la predicación y por sus escritos. El testimonio apostólico nos llega a través de la tradición oral y la escritura. A la primera solo tuvieron acceso a ella los que la escucharon y lo contaron a otros, pero no es segura para ser transmitida de generación en generación, porque puede ser distorsionada; en cambio, la palabra registrada en escritura es firme y de ahí la importancia del os escribimos. Así ha llegado a nosotros por medio de este escrito y todos los demás que llevan el sello de su apostolicidad, requisito necesario para reconocer su inspiración. De la manera que ellos recibieron la manifestación de la vida por el testimonio de Jesucristo, así ahora deben anunciarlo a los demás para mantener una comunión viva, como la de ellos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Sobre la base de la Palabra escrita, nosotros también debemos dar testimonio de la verdad de la manifestación de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.


 

 


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