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Francisco de Enzinas, traductor del N. T., ¿y autor del “Lazarillo de Tormes”? (III)

Su obra literaria y religiosa destaca por su amplitud y enorme curiosidad intelectual.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 05 DE MAYO DE 2023 08:33 h
Toledo y el Lazarillo.

…después que este gentil predicador ha charlado bastante en el púlpito, otro despliega una cantidad de bulas en otro lado del templo, y cada cual se hace de los grandes tesoros que creen estar contenidos en el papel, y sin los cuales no creen poder vivir. Mientras tanto, el impostor no cesa de incitar al pueblo a la liberalidad, a recibir con los brazos abiertos esos grandes dones y demostrar con sus limosnas que no son ingratos para con Dios. Cuando ve que todo el mundo la ha comprado, ruega por ellos, que Dios les dé felicidad, y luego deja de predicar.[1]



Francisco de Enzinas



 



Humanismo, literatura picaresca y reforma religiosa



Dados los pocos años que vivió, la obra literaria y religiosa de Francisco de Enzinas destaca por su amplitud y enorme curiosidad intelectual, propia de un humanista genuino de la época en la que la figura de Erasmo de Rotterdam fue el modelo a seguir. Un aspecto muy reconocible en ese sentido fue el interés que despertaron las obras de Luciano de Samósata, autor sirio de lengua griega que vivió entre 125 y 180 d.C., muy traducido desde siglos anteriores y a quien el polígrafo holandés siguió muy de cerca en el estilo de escritura basada en establecer diálogos entre personajes para exponer e intercambiar ideas. Innumerables son los ejemplos de obras dialogadas publicadas durante el siglo XVI, mediante muchas de las cuales se dieron a conocer algunas creencias renovadoras y reformistas. Entre ellas, especialmente las que tienen que ver con la expansión de las ideas que buscaban la transformación de la iglesia católica, están obviamente las que escribió el propio Erasmo y las de Juan de Valdés, especialmente el Diálogo de doctrina cristiana (1529)[2]; su hermano Alfonso dio a conocer el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma o Diálogo de Lactancio y un Arcediano (1529/1530). Enzinas publicó algunos Diálogos de Luciano en Estrasburgo (1550)[3].



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En cuanto a la posible autoría del Lazarillo de Tormes, parecería mucha coincidencia el hecho de que alguien como Enzinas, con tan profundas convicciones reformistas, no hiciera más alusiones religiosas en la obra, aun cuando los estudiosos de ella y defensores de su posible origen en la pluma del humanista burgalés han señalado profundas intenciones religiosas heterodoxas. Uno de los puntos que estarían a favor de Enzinas es, justamente, la cronología, puesto que, si se considera que se escribió muy poco antes de su publicación, cerca de 1550, y no alrededor de 1525, cuando hipotéticamente concluye la narración, es posible que él haya sido el autor. Según Antonio Rey Hazas (Universidad Autónoma de Madrid), especialista en la literatura picaresca, “el Lazarillo es obligadamente posterior a 1546, año en que el Ayuntamiento de Toledo promulgó una ordenanza que obligaba a salir de la ciudad a todos los pobres foráneos que vivieran en ella”[4].



Al abundar sobre el anticlericalismo y el erasmismo en la obra, Rey Hazas señala que



describe una situación de la clerecía necesitada de reforma, al decir de los erasmistas, pues resulta muy parecida a la que describe, por ejemplo, Juan de Valdés en su Diálogo de Doctrina Christiana: “como no se mira nada […] en el que se vine e a ordenar, no hacen sino hacer clérigos. […] Y como crecen los clérigos, y también los frailes, cresce el desconcierto y mal vivir dellos. Y los legos toman de allí ocasión de ser ruines; y así va todo perdido”. Pues no hay duda de que la novela relata, al menos en parte, el caso de un lego, Lázaro de Tormes, perdido por el mal ejemplo de los religiosos, entre otras razones.[5]



Cinco de los nueve amos de Lázaro son eclesiásticos y todos son criticados duramente. El clérigo de Maqueda (II) es un modelo de avaricia y de completa falta de caridad, dado que sólo piensa en evitar que su mozo le robe y en comer a costillas de los demás. “Este religioso sería muy criticable, desde una óptica erasmiana, a causa de que su avaricia egoísta prima sobre cualquier otra consideración, y es para él una suerte de ídolo interior. Juan de Valdés no se olvida de censurar a los que son como él y de atacar ‘aquella bestia insaciable de la avaricia, la cual dice el Apóstol que es raíz de todo mal; y también dice que es el avariento idólatra’”.[6]



[photo_footer]Estatua del Lazarillo en Salamanca.[/photo_footer]



El personaje del quinto capítulo, el vendedor de indulgencias, responde claramente a la espiritualidad externa, idolátrica y milagrera que intentaban eliminar los movimientos reformistas. En palabras de Juan de Valdés, nuevamente, pertenecía a los religiosos que movían al “pueblo a unas devociones, no sé qué tales, les predican en púlpitos y fuera dellos no sé qué milagros falsos, y les cuentan cuentos y cosas falsas y mentirosas; y todo teniendo respeto a sus intereses malditos y diabólicos. De los cuales dice al Apóstol [San Pablo] que su dios es el vientre […] y de cristianos solamente tienen el nombre”[7]. El capellán (VI), a su vez, no queda mejor, pues se sirve enteramente de la iglesia para hacer sus negocios. Y el arcipreste de San Salvador (VII), por último, obligó a Lázaro a casarse con su concubina, mientras seguía con ella.



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Pintado así este clericalismo narrativo, la pregunta sobre su propósito se responde, como lo hace Rey Hazas, que no obedeció, necesariamente, a un luteranismo de alguna clase, pero sí a “la visión crítica de un erasmista, de un reformador que desea cambiar el comportamiento de los clérigos desde dentro de la ortodoxia”[8]. Esto último no aplicaría quizá a Enzinas, aun cuando podría pensarse que el proyecto literario no debía ser tan evidentemente heterodoxo, por lo que, sin salirse de la esfera humanista, no se puede descartar tan rápido su posible autoría. Tal como lo resume Rey Hazas: “El ataque contra la clerecía puede aclararse bastante si pensamos en un autor humanista familiarizado con el erasmismo; y ello porque todos los religiosos que aparecen en la obra pueden encuadrarse dentro de la máxima erasmiana Monachatus non est pietas [“La vida monástica no es sinónimo de piedad”], dado que, en verdad, son sacerdotes ajenos a la piedad cristiana”[9].



El tema central de la caridad cristiana, tan cercano a Erasmo y a Juan de Valdés (quien dijo que “sin ella no podemos ser cristianos”), brilla por su ausencia en la práctica de los personajes clericales del Lazarillo, en donde aparece el chiste del protagonista cuando afirma que “la caridad se subió al cielo” (III)[10]. Rey Hazas glosa, en su edición esa afirmación, así: “No es una mera frase para constatar la inexistencia de caridad en la tierra, sino que se explica porque la caridad era, como reza en la portada del magnífico Hospital de la Caridad de Sevilla, scala coeli, ‘escala para subir al cielo’. Lo malo, dice críticamente Lázaro, no es que sirviera para ascender, sino que ella misma ‘se subió’, por falta de individuos que la ejercieran”[11].



De modo que adscribir una de las más importantes obras narrativas de la época, primera del género novelesco como tal, al espacio espiritual más o menos cercano a la Reforma en la persona de Enzinas representa un gran salto cualitativo en la interpretación de ésta y de otras obras relacionadas con ese movimiento religioso, algo que no siempre se practica desde la visión canónica de la historia literaria. Se trata de un cambio crucial en los acercamientos a este tipo de producciones, máxime si se consideran, como sucede con Enzinas (y con los propios Melanchton, Calvino y Teodoro de Beza, entre varios), la enorme afición que muchos reformadores tenían por la literatura grecolatina. Con ello, pusieron a funcionar su inmenso conocimiento lingüístico para disfrutar estéticamente de esas maravillas y, al mismo tiempo, avanzar en la difusión de los textos sagrados, tal como lo hizo Enzinas con el riesgo de su propia vida.



El profesor Alfredo Rodríguez López-Vázquez, al ligar la indignación de Enzinas de 1545 sobre el infame comercio de las bulas con el Lazarillo lo acerca como posible autor, pues quizá se conoció una primera redacción en 1548, como sugirió Roland Labarre, “aludiendo al ‘libro en español’ que le pide el impresor Oporino a Enzinas”[12]. Lo más probable, agrega, es que la edición prínceps, en su redacción definitiva fuera de 1550, a su regreso de Cambridge y que fuera editada por Augustin Frisius en Estrasburgo, por causa de la relación de las traducciones de Luciano y Plutarco “hechas por Enzinas en esos mismos años, de modo que si Enzinas es el autor de las dos partes del Lazarillo, la segunda parte debía corresponder a los papeles pendientes de publicación en 1553, a la muerte de Margarita Elter, su viuda”[13].



[photo_footer]Segunda parte del Lazarillo de Tormes.[/photo_footer]



Cerramos con las palabras de Rodríguez López-Vázquez sobre el carácter ideológico-teológico y literario de esta obra cumbre:



Si esta hipótesis crítica es correcta, el propósito de la escritura del Lazarillo, tanto en su primera como en su segunda parte, encaja bien con la observación de fray Juan de Pineda: “una obra de teología burlona”, en el caso de la segunda parte y una obra comprometida con la defensa y difusión de las tesis de la Reforma. Todo ello explica muy bien la prohibición de ambas partes en el Índice establecido por la Inquisición en 1559, que parece estar muy bien informada sobre las ideas que el libro transmitía. En este sentido la amputación de los episodios del fraile de la Merced y del buldero en la edición castigada de 1573 resulta coherente con el propósito inquisitorial: se trata de transformar lo que es un libro crítico con la ortodoxia católica en un libro de corte humorístico.[14]



La importancia de esta hipótesis acerca notablemente las dos vertientes que desarrolló Enzinas en su trabajo tan intenso: la traducción de textos clásicos y sagrados, por un lado, y la producción de textos literarios que dejarían ver sus inclinaciones religiosas y teológicas. En su persona, la Reforma protestante mostró ambos rostros con una calidad poco común que se sigue reconociendo hasta la actualidad.



Notas



[1] F. de Enzinas, “Las bulas en España”, en MemoriasHistoria del estado de los Países Bajos, y de la religión de España. [1558] t. 2. Trad. de Adam Sosa. Buenos Aires-México, La Aurora-Casa Unida de Publicaciones, 1944 (Obras clásicas de la Reforma, VIII), p. 73.



[2] Existe una edición mexicana de esta importante obra: J. de Valdés, Diálogo de doctrina christiana y el Salterio. Transcrip., introd. y notas de Domingo Ricart. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1964.



[3] J. Bergua Cavero, Francisco de Enzinas, un humanista reformado en la Europa de Carlos V. Madrid, Trotta, 2006, pp. 151-152.



[4] A. Rey Hazas, “Introducción”, en Lazarillo de Tormes. Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 20. Reproduce el texto de “El ‘caso’ de Lázaro de Tormes, todo problemas”, Congreso Internacional “Carlos V y la quiebra del humanismo político en Europa (1530-1558)”, Madrid, 3-6 de julio de 2000. Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, pp. 277-300, ver aquí.



[5] Ibid., pp. 36-37. Énfasis original. Corresponde al capítulo “De la reforma de la iglesia”, en el Diálogo de la doctrina cristiana, de Juan de Valdés (Ver aquí).



[6] Ibid., p. 37. Aquí se cita la parte correspondiente a los 10 mandamientos (ver aquí.)



[7] Ibid., p. 38. Énfasis original. La cita proviene del mismo lugar.



[8] Ibid., p. 39.



[9] Ídem.



[10] Lazarillo de Tormes, ed. de Antonio Rey Hazas, op. cit., p. 111.



[11] Ibid., nota 3, pp. 111-112. Cf. Manuel J. Asensio, “La intención religiosa del Lazarillo de Tormes y Juan de Valdés”, en Hispanic Review, vol. 27, núm. 1, enero de 1959, pp. 78-102, ver aquí.



[12] A. Rodríguez López-Vázquez, “Las dos partes del Lazarillo de Tormes, la Reforma Protestante y la atribución a Francisco de Enzinas”, en Janus, núm. 5, 2016, p. 59.



[13] Ídem. Cf. A. Rodríguez López-Vázquez y Arturo Rodríguez, “La prínceps del Lazarillo: Estrasburgo, 1550, Augustin Frisius, en dozavo, a 25 emes y titulillos exentos; pruebas documentales y ecdóticas”, en Artifara. Revista de Lenguas y Literatura Ibéricas y Latinoamericanas, núm. 15, 2015, pp. 231-242, ver aquí.



[14] A. Rodríguez López-Vázquez, “Las dos partes del Lazarillo de Tormes…”, p. 60. Énfasis agregado. Es muy recomendable la charla de este autor con Olga Connor sobre la segunda parte del Lazarillo (Madrid, Cátedra, 2014), ver aquí.


 

 


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