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El neocalvinismo neerlandés y sus derivaciones en América Latina (IV)

Según las observaciones de Muller existen cierta continuidad y discontinuidad entre las teologías de la Reforma protestante y los desarrollos que vivieron después.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 24 DE MARZO DE 2023 08:13 h
Sínodo de Dort.

El escolasticismo de finales del siglo XVI y XVII se vio facilitado por la mayor apertura de la teología protestante al uso de la razón y la filosofía, específicamente al aristotelismo revisado de finales del Renacimiento. […] Concediendo el desarrollo en lógica, ética y metafísica que había tenido lugar en los siglos XV y XVI, ni el método ni la filosofía de la escolástica protestante eran idénticos a los de los pensadores medievales.[1]



Richard A. Muller



 



Las etapas del “escolasticismo reformado”



El doctor Richard A. Muller, exprofesor del Seminario Teológico Calvino, de Grand Rapids, Michigan, recientemente nombrado Senior Fellow en el Instituto Junius para la Investigación Digital de la Reforma e investigador en residencia del Seminario Teológico Puritano Reformado, es el autor de una obra monumental sobre el escolasticismo reformado: Post-Reformation Reformed Dogmatics: The Rise and Development of Reformed Orthodoxy, ca. 1520 to ca. 1725 (Dogmática reformada posterior a la Reforma: el surgimiento y desarrollo de la ortodoxia reformada, ca. 1520 a ca. 1725, 1987-2003), en 4 amplios volúmenes. Es, probablemente, la obra más completa que se ha publicado sobre este tema tan controversial y de enorme interés para dilucidar el verdadero papel que desempeñó, como parte de la evolución de la teología reformada, la producción de textos en el periodo enunciado desde el título, y que sigue ocasionando intensos debates. El primero está dedicado a los Prolegómenos a la teología; el segundo, a la Sagrada Escritura; el tercero, a la esencia y los atributos divinos; y el último, a la Triunidad de Dios.



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En el prefacio de la primera edición, Muller explica el origen de esta obra a partir de su análisis sobre la cristología y la predestinación (Christ and the Decree: Christology and Predestination in Reformed Theology from Calvin to Perkins [Cristo y el decreto: cristología y predestinación en la teología reformada desde Calvino hasta Perkins], publicado primeramente en 1986 y reeditado en 1988 y 2008), dado que experimentó la necesidad de contextualizar ese tema en un marco más amplio: “Lo que había escrito sobre la cristología y la predestinación y sobre la forma en que estas dos doctrinas se relacionan en una ortodoxia reformada que era a la vez cristocéntrica y predestinariana, pero no excesivamente metafísica ni filosóficamente racionalista, apuntaba directamente hacia un mayor estudio de la enseñanza fundamental sobre la dogmática ortodoxa reformada”.[2]



En el prefacio a la segunda edición se explica la forma en que la idea original fue creciendo en su proyección y alcances a fin de responder a algunas posturas presentes en el ambiente:



El plan del proyecto estaba entonces y sigue estando en el examen de tres elementos interrelacionados y fundamentales del pensamiento reformado (los prolegómenos y los dos principia, las Escrituras y Dios), centrándose en el tiempo entre el comienzo de la Reforma y el declive de la ortodoxia reformada, con especial atención a los problemas de continuidad y discontinuidad, específicamente para el propósito de ofrecer una alternativa adecuada al enfoque de “Calvino contra los calvinistas”, demasiado limpio y consistentemente ahistórico, de mucho de lo que pasaba por erudición en el siglo XX.[3]



El primer capítulo del volumen inicial (“El estudio del escolasticismo protestante”) define, delinea y deslinda muy bien su objeto de estudio, además de que aclara minuciosamente el lugar de la orientación de la teología reformada en las épocas enunciadas, en contraste con los inicios mismos de la tradición reformada:



A la teología del protestantismo ortodoxo o escolástico nunca se le ha otorgado el grado de interés otorgado a la teología de los grandes reformadores y rara vez se le ha dado la atención que merece tanto teológica como históricamente. Los codificadores y perpetuadores, como los teólogos de finales del siglo XVI y del XVII, simplemente no reciben la adulación dada a los inauguradores del movimiento. Los codificadores tampoco necesitan ser defendidos tan celosamente como los inauguradores, aunque solo sea porque los mismos codificadores han proporcionado la primera línea de esa defensa. Sin embargo, si estos codificadores y perpetuadores han sido descuidados en favor de los propios reformadores, la negligencia es claramente injustificada: lo que la Reforma comenzó en menos de medio siglo, el protestantismo ortodoxo defendió, aclaró y codificó a lo largo de un siglo y medio. La Reforma está incompleta sin su codificación confesional y doctrinal. Es más, el protestantismo difícilmente podría haber sobrevivido si no hubiera desarrollado, en la era de la ortodoxia, un cuerpo normativo y defendible de doctrina consistente en un fundamento confesional y una elaboración sistemática.[4]



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Esta extensa cita responde, de manera inmediata, a la fuerte crítica que, desde diversos espacios promotores del llamado “pensamiento reformacional” se hace a esta fase de la teología reformada, al grado de que se ha intentado eliminarla de los obligados recuentos del desarrollo de esta vertiente teológica. Porque, como bien afirma Muller, no es poca cosa que en estas etapas se creara una sólida teología confesional cuya codificación dio consistencia y densidad al pensamiento reformado. Muller rescata muy bien los propósitos de aquellos teólogos: “La intención de los teólogos de finales del siglo XVI y del XVII, como lo atestiguan tanto su detallada construcción positiva del sistema teológico como su frecuentemente amarga polémica contra los adversarios doctrinales, era producir, en el contexto y frecuentemente sobre el modelo de las grandes confesiones protestantes, todo un cuerpo de doctrina verdadera. Esta tarea era necesaria para asegurar la supervivencia del protestantismo”[5]. Y agrega que los primeros teólogos de la Reforma se formaron “según el modelo medieval y, en su trabajo como reformadores, habían hecho que ese modelo fuera inadecuado para la enseñanza de las siguientes generaciones de protestantes. Los reformadores, sin embargo, no proporcionaron a esas generaciones un sistema teológico completamente desarrollado. […] Los teólogos protestantes de la segunda mitad del siglo XVI —como Ursinus, Zanchi y Polanus— asumieron la tarea de escribir un sistema completo y detallado de teología tanto por el bien de la enseñanza positiva como para la defensa polémica”.[6]



[photo_footer]La obra de Muller en cuatro volúmenes.[/photo_footer]



Luego de estas explicaciones tan necesarias, Muller traza a continuación las etapas de la ortodoxia reformada, así como un registro de las fuentes y autores. Las grandes etapas del escolasticismo reformado son las siguientes:



1. La ortodoxia temprana en dos fases bien definidas (1565-1618-1640) que se extendió desde la muerte de los reformadores y la promulgación de las grandes confesiones de fe nacionales (1559-1566) hasta la transición en generaciones. Fue la era de la solidificación confesional del protestantismo.



2. La Alta Ortodoxia (ca. 1640-1685-1725), que abarca la mayor parte del siglo XVII y el primer cuarto del siglo XVIII, dividida en dos fases: controversias internas o intraconfesionales y emergencia de las grandes facultades de teología.



3. La ortodoxia tardía, a partir de 1725, “menos segura en sus fundamentos filosóficos, de hecho, en busca de diferentes modelos filosóficos, menos seguro de su comprensión de la norma bíblica, y a menudo (aunque casi siempre) menos dispuesto a desarrollar su polémica contra otras formas ‘ortodoxas’ de cristianismo, menos atada por las normas confesionales de la Reforma, y dada a polémicas intestinas”.[7]



Muller incluye una lista detallada de autores y fuentes en cada etapa. Desfilan así los nombres de teólogos suizos, franceses, italianos, neerlandeses, alemanes e ingleses[8]. Luego, ofrece una distinción más precisa entre los conceptos de ortodoxia y escolasticismo: “‘Ortodoxia’, por supuesto, simplemente significa ‘enseñanza correcta’. En cierto sentido, esta correcta enseñanza fue la meta de la Reforma desde su comienzo. Lutero, Zwinglio, Bucero y los otros primeros reformadores vieron una serie de abusos y agregados doctrinales no bíblicos en las prácticas y enseñanzas de la iglesia. Su objetivo al atacar estos abusos y acrecentamientos era reformar tanto la vida como la enseñanza cristianas”[9]. Las primeras confesiones de las iglesias protestantes son bastante específicas en este objetivo.”



El término escolasticismo tiene una referencia más estrecha que el término ortodoxia: describe bien el lado técnico y académico de este proceso de institucionalización y profesionalización de la doctrina protestante en las universidades de finales del siglo XVI y del XVII. Si la intención doctrinal de esta teología era la ortodoxia confesional, su motivación académica era ciertamente la adecuación intelectual. De hecho, en lugar de basarse en nociones tan grandiosas y especulativas como la teoría del dogma central del siglo XIX o la elaboración a gran escala de las “tensiones” entre doctrinas (argumentadas por numerosos escritores del siglo XX), gran parte de la razón para el desarrollo de La ortodoxia escolástica reformada debe encontrarse en la cultura intelectual de las exitosas academias y universidades protestantes.[10]



[photo_footer]Catecismo de Heidelberg.[/photo_footer]



Lo cierto es que, según las observaciones de Muller existen cierta continuidad y discontinuidad entre las teologías de la Reforma protestante y los desarrollos que vivieron después. Cinco son los criterios expuestos acerca de este aspecto: primero, la continuidad y la discontinuidad debe ser trazada a través de un amplio espectro de pensadores y documentos en la tradición reformada; segundo, revisar los métodos teológicos de los siglos XVI y XVII; tercero, “dado el fracaso de varias formas de la teoría del dogma central para explicar el desarrollo de la teología reformada, los diversos ‘centrismos’ de gran parte de la discusión moderna de estos materiales más antiguos deben dejarse de lado”[11]; cuarto, “la ortodoxia y la escolástica de la época deben entenderse en términos de trayectorias de la historia intelectual que se extienden desde el siglo XVI hasta el XVII”[12]; y por último, “entre las trayectorias de la historia intelectual que son cruciales para comprender la relación de la Reforma con la ortodoxia posterior se encuentran la historia de la exégesis y la historia de la filosofía”.[13]



Con base en todo esto, es posible tener un buen panorama de lo que representó la ortodoxia reformada como una etapa imprescindible e imborrable del desarrollo de esta teología, pues tal como resume Muller su huella siguió vigente aun cuando su lenguaje y contenido se referían a otras épocas:



El protestantismo ortodoxo no desapareció bajo la crítica del pietismo y el racionalismo más de lo que en un tiempo primitivo el tomismo se desvaneció bajo los asaltos del escotismo y el nominalismo o, en poco tiempo más tarde, lo que le sucedió al racionalismo debido a las críticas de Kant y el surgimiento del romanticismo. A lo largo de los siglos XVII y XIX, e incluso del XX, la ortodoxia protestante y el escolasticismo reformado han seguido vivos en las obras teológicas de escritores tales como Heinrich Heppe [1820-1879], Charles Hodge [1797-1878] y Louis Berkhof [1873-1957]. Queda claro, sin embargo, que, durante los inicios del siglo XVIII, la ortodoxia dejó de decir algo nuevo a la cultura o a sí misma. El siglo XVIII, visto como una época positiva de crecimiento intelectual, movió el pensamiento religioso y la disciplina de la teología desde la ortodoxia tradicional y estableció una crítica del dogmatismo fácil, que fue en lo que se convirtió la antigua ortodoxia.[14]



 



Notas



[1] Richard A. Muller, “Orthodoxy, Reformed”, en Donald K. McKim, ed., The Westminster Handbook to Reformed Theology. Louisville, Westminster John Knox Press, 2001 (The Westminster handbooks to Christian theology), p. 160. Versión propia. Énfasis original.



[2] R.A. Muller, Post-Reformation Reformed Dogmatics. Vol I. Prolegomena to Theology. Grand Rapids, Baker Book House, 1987, p. 9. Quien escribe estas líneas debe el acceso a esta obra al Pbro. José Luis Velazco Medina. La segunda edición está ampliada desde el subtítulo agregado, el cual clarifica la naturaleza y la extensión del trabajo. Aquí se usarán ambas ediciones.



[3] R.A. Muller, Post-Reformation Reformed Dogmatics: The Rise and Development of Reformed Orthodoxy, ca. 1520 to ca. 1725. Volume one. Prolegomena to Theology. Grand Rapids, Baker Academic, 2003, p. 15.



[4] R.A. Muller, Post-Reformation Reformed Dogmatics…, 1987, pp. 13-14.



[5] Ibid., p. 17.



[6] Ídem.



[7] R.A. Muller, Post-Reformation Reformed Dogmatics…, 2003, p. 32.



[8] R.A. Muller, Post-Reformation Reformed Dogmatics…, 1987, pp. 40-52.



[9] R.A. Muller, Post-Reformation Reformed Dogmatics…, 2003, p. 33.



[10] Ibid., p. 34.



[11] Ibid., p. 39.



[12] Ídem.



[13] Ibid., p. 40.



[14] R.A. Muller, “Orthodoxy, Reformed”, p. 164.


 

 


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