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La mirada heterodoxa. Política y religión en México: tres décadas de seguimiento y análisis, de Leopoldo Cervantes-Ortiz

Una reseña de Ariel Corpus.

LIBROS 09 DE MARZO DE 2023 22:18 h
La mirada heterodoxa. Política y religión en México: tres décadas de seguimiento y análisis, de Leopoldo Cervantes-Ortiz (México, CUPSA-CMIRP-CTM-EliZabdi-Papiro 52, 2022).

Las problemáticas entre la política y la religión son recurrentes, no sólo como tema de interés indagatorio sino por los acercamientos que distintos actores han tenido entre sí. En esta intersección Leopoldo Cervantes-Ortiz nos ha brindado un panorama de largo aliento al compilar su obra escrita por 30 años en la cual ha puesto el análisis en la relación aludida, observando distintos sexenios presidenciales y gobiernos locales, trabajo intitulado La mirada heterodoxa. Política y religión en México: tres décadas de seguimiento y análisis, publicado en 2022 por CUPSA y otras instancias editoriales.



La obra de Cervantes-Ortiz puede leerse desde distintas formas. Al tratarse de una compilación los lectores pueden acercarse de inicio a fin, buscar las temáticas que le interesen o bien por las secciones en que se divide. Daré aquí un esbozo general.



En el apartado “Historia, laicidad y derechos humanos”, el autor hace un repaso por diversos temas procurando mantener la laicidad como un eje transversal. En esta sección analiza las relaciones entre el Estado y la jerarquía de la iglesia católica, los cambios constitucionales en materia religiosa y la actuación de las minorías evangélicas. Desde aquí empieza a subrayar la importancia de la laicidad como un modelo propicio a los derechos humanos, pero también como un proceso que debe entenderse en su perspectiva histórica al mencionar la herencia liberal de este “marco de convivencia”. Es crítico con los actores religiosos evangélicos al subrayar su actuar en algunos sexenios: Rosi Orozco con Felipe Calderón, Arturo Farela y Hugo Eric Flores con Andrés Manuel López Obrador. También cuestiona una iniciativa no muy conocida de Adolfo García de la Sienra, un académico que ha intentado posicionar un proyecto político-religioso-partidista con mezclas de la filosofía hegeliana, el libertarismo y un nacionalismo cuasi totalitarista.



En la segunda sección, “Protestantismo, política y cultura”, el autor incursiona en la cultura política del protestantismo. Para hacerlo, recurre a una especie de historia de las mentalidades que le sirve como punto de reflexión al revisar algunos procesos donde transversalmente el protestantismo ha incidido. De igual modo, aborda algunos actores que, desde la política, han señalado la importancia de la laicidad frente a los poderes del Estado, como lo hizo en su momento Carlos Monsiváis en sus críticas hacia el entonces secretario de Gobernación Carlos Abascal en el sexenio de Vicente Fox.



En la tercera sección “Desarrollo y cambios”, su análisis se concentra tanto en las actuaciones de algunas agrupaciones evangélicas como de políticos con herencia católica (Vicente Fox y Felipe Calderón), y también reflexiona sobre algunos sucesos coyunturales como en el levantamiento zapatista de 1994, la beatificación de militantes cristeros en el sexenio de Vicente Fox y la relación de éste con Norberto Ribera, las relaciones de Felipe Calderón con el Vaticano y algunas controversias suscitadas en el marco de un empuje de los derechos sexuales y reproductivos. En este último tema con un énfasis crítico hacia la postura de algunas agrupaciones como la Iglesia Nacional Presbiteriana de México (INPM) y la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice), cuestionando la relación de esta última con la así llamada 4T. También analiza las corrientes conservadoras que unidas en un lobby evangélico conservador se presentan como una afrenta a los valores de modernidad en una sociedad que, a decir del autor, está secularizada.



El apartado “Coyunturas electorales”, aborda en retrospectiva la participación de los liderazgos cristianos en el proceso electoral. A su vez, da cuenta de las alianzas que se fraguaron cada sexenio. Al hablar de los liderazgos evangélicos pone el dedo en la participación política de determinados actores, dejando ver sus pragmatismos políticos. Reflexiona sobre el apoyo que determinadas iglesias -como la INPM- mostraron al entonces candidato Enrique Peña Nieto (EPN), y la manera en que el Partido Encuentro Social (PES) se cobijó en más de una tendencia política para ir salvaguardando su registro. Al último le dedica varios ensayos a razón de las elecciones tanto nacionales como estatales (en particular del Estado de México). Aquí también analiza el triunfo de Morena en las elecciones de 2018, y el declive anunciado del PES quien no obtuvo el respaldo de los morenistas en el poder, y de quien cuestiona la seudo representatividad ejercida hacia el “pueblo evangélico”:



 



… el problema de los evangélicos mexicanos sigue siendo el mismo de décadas: sin representación unitaria formal, parece que seguirán tocando “las puertas del cielo” de la política gubernamental por separado, a merced de quienes pretenden representarlos detrás de membretes y agrupaciones espontáneas, pero que no consiguen más que favores personales (p. 220).



 



Finaliza con la sección “Política y religión: temas álgidos”, donde repasa una serie de temáticas desde las visitas papales, la reforma energética, el matrimonio igualitario y las relaciones de EPN con el poder religioso, a quien cuestiona por hacer el “trabajo sucio” para la iglesia católica. En esta misma sección continúa detallando el pragmatismo de actores socio-religiosos como Hugo Eric Flores y Arturo Farela, el primero un político evangélico y el segundo un evangélico político, según la definición de José Pérez Guadalupe (2019). Cierra el presente apartado la reseña que hiciera del libro AMLO y la religión: el Estado laico bajo amenaza, de Roberto Blancarte y Bernardo Barranco (2019). En esta sección aborda el acercamiento de lo religioso a la esfera pública y todo uso pragmático de lo religioso por actores o instancias gubernamentales, que, regidos por la laicidad, buscan su legitimidad fuera de ella.



Es importante reiterar que la obra de Cervantes-Ortiz se trata de un ejercicio de compilación de treinta años. Esta perseverancia proviene de una disciplina e interés por el análisis de la realidad, Implica, a su vez, la lectura previa de las notas periodísticas y un ojo observador de la realidad para formarse un análisis. Al ser un escrito de larga duración el texto deja ver el modo de pensar del autor, transitando desde una postura pastoralista en los textos que escribió en la década de los noventas donde busca incentivar la participación social de los creyentes, hasta llegar a una visión más analítica después del cambio de siglo. Esto es de resaltar porque un autor va construyéndose con el tiempo y va estableciendo sus planteamientos para después afinarlos.



En este sentido es importante reconocer la labor que Cervantes-Ortiz ha tenido al interior de un sector evangélico. Él mismo ha insistido en la necesaria formación del “pueblo evangélico”. Si bien muchos de los análisis trascienden el marco eclesial, la mayoría de los textos están en espacios de carácter confesional, volviéndose así un importante analista dentro de estos espacios, a pesar de su amplio reconocimiento en los espacios académicos. Esta mirada conjunta perspectivas internas y externas de un grupo, pero también tiene a la heterodoxia como un tercer componente que, a su vez, se desglosa por dos caras: la primera refiere a la heterodoxia del espacio eclesial mayoritario en el país, y, por ende, la pertenencia a una comunidad minoritaria. Esta cara es primordial para el modo en que Cervantes-Ortiz entiende y construye su análisis político. La segunda cara refiere a que él no es propiamente un analista político:



 



el concepto mismo… sintetiza mucho del énfasis de este libro. Es una mirada heterodoxa… porque el tipo de análisis lo hace alguien que no pertenece a la iglesia mayoritaria. También por el lado de que no soy politólogo, no soy sociólogo, pero la afición para trabajar estos temas por 30 años produce esa heterodoxia, alguien dedicado a la teología metiéndose a la historia contemporánea muy directa … por la posibilidad de tener otra visión distinta, no la dominante.1



 



Pese a lo indicado, el autor ha estado en el diálogo con otras disciplinas. Por ello su mirada sobre la realidad analizada también puede resultar multidisciplinario, tal como lo señala en las palabras preliminares:



 



No se oculta en absoluto que, al acometer este tipo de análisis, se mezclan continuamente las revisiones históricas, el enfoque sociológico y ciertas perspectivas teológicas, no siempre en ese orden, pues al contrario de lo que algunos otros puntos de vista promueven, semejante combinación de elementos es la que ha permitido al autor plantear horizontes de juicio que, de otra manera, hubieran resultado muy difíciles (p. 7).



 



Este diálogo que parte de distintas disciplinas también se objetiva en referentes y conceptos bajo los cuáles sitúa su análisis. Desde luego estos marcan una postura en su modo de conceptualizar la realidad analizada. Tres son los principales: el primero es el abordaje sociohistórico de Jean-Pierre Bastian (1989; 1994) que le permite prefigurar un tipo ideal —en el buen sentido weberiano— del protestantismo decimonónico, liberal y laico. A partir de él entiende el ethos de la comunidad evangélica, y aquello que sale de la normativa o que se ha desdibujado es apelable; el segundo es la perspectiva de laicidad que retoma principalmente de Roberto Blancarte (2017), enfoque en el cual al partir de una separación de esferas de influencia lo religioso no tiene cabida en el espacio de las decisiones que conciernen a lo público; y, el tercero, aunque no citado recurrentemente, es la perspectiva de modernidad de Juan A. Ortega y Medina (1999), sobre todo en la contribución del protestantismo a forjar el mundo moderno.



Por esta razón es crítico con el mundo evangélico contemporáneo en los diferentes textos que componen la obra, pues le demanda el desprenderse de su marco liberal-laico y del ethos de la modernidad, evidenciando la poca lucidez para comprender la realidad sociopolítica. Esta demanda no se dirige necesariamente hacia las bases eclesiales, sino hacia los dirigentes de tales estructuras y sus modelos organizativos, de quien esperaría, dada la formación y profesionalización del gremio pastoral, una mejor hermenéutica y exégesis:



 



Lo que resulta incomprensible es la manera en que algunas organizaciones evangélicas, como la Alianza Ministerial de Veracruz … apoyen las posturas de los sectores católicos más recalcitrantes. ¿Cómo contradecir, por ejemplo, a Octavio Rodríguez Araujo (doctor en ciencia política), cuando coloca en el mismo paquete a los evangélicos y católicos en su neo-cruzada contra el aborto? Sus palabras … plantean de manera devastadora una serie de preguntas que evidencian hasta dónde los cuadros dirigentes de las iglesias evangélicas actuales se han desembarazado de su herencia liberal, para asumir, sin rubor alguno, las banderas de estos grupos católicos, seguidores de quienes persiguieron a las comunidades evangélicas en otros tiempos (p. 253).



 



En este incisivo cuestionamiento que parte de sus referentes conceptuales cuestiona al protestantismo por perder sus características fundamentales, a saber, la laicidad, y que señala del siguiente modo:



 



Los valores de la laicidad fueron siempre patrimonio ideológico y cultural del protestantismo llamado “histórico”, de ahí que resulte un enorme contrasentido que las nuevas dirigencias evangélicas abandonen, según se ve, inconscientemente, su pasado de lucha y reivindicación de la libertad religiosa (condición sine qua non para la verdadera democracia) para caer en los brazos, nada ingenuos, de los defensores de un esquema superado hace siglos, en el que, escudados en el nombre de Dios, se sigan sometiendo las conciencias de las personas a los caprichos de unos cuantos iluminados (p. 254)



 



Lo anterior es significativo pues determinados actores pentecostales y neopentecostales han sido visibilizados a partir de la llamada “irrupción evangélica”. Cabe preguntar al autor por qué hace 30 años, cuando se dio la nueva relación entre el Estado y las iglesias el protestantismo no se volvió un interlocutor significativo, será que su carácter laico fue un impedimento para ello y fue entonces este protestantismo quien en realidad protagonizó la “huelga social”.



En relación con la laicidad se ha mencionado que el autor mantiene la mirada socio jurídica a partir de la cual infiere su importancia bajo un esquema tripartito: primero, como una regulación de las acciones religiosas hegemónicas, sean católicas o evangélicas; segundo, como un marco de posibilidad de existencia para las minorías religiosas, de ahí que es deber de ellas respetarlo debido a la garantía jurídica que les otorga; y, tercero, como una frontera de separación bajo una visión dicotómica entre lo público y lo privado, frontera que para el autor no debe transgredirse. En este sentido, la perspectiva de laicidad que maneja el autor debe ser irreversible, pues al indicar la intromisión de actores socio-religiosos en los debates de discusión pública, señala: “Lo acepten o no los sectores sociales más retardatarios, la práctica formal y legal de la laicidad es un proceso irreversible en México” (Cervantes-Ortiz, 2022: 71). Al analizar los vínculos de Enrique Peña Nieto con sectores de derecha y la jerarquía católica, menciona: “Su discurso (el de EPN) suena a un esfuerzo, desde el poder, para restaurar la Cristiandad en medio de una sociedad cuyo carácter laico avanza a pasos agigantados, a pesar de los esfuerzos de los grupos más conservadores” (p. 261).



Un eje transversal a los textos es la secularización y la modernidad. Para Ortega y Medina el hito que abrió la modernidad fue la Reforma Protestante a partir del cual hubo un proceso de secularización de los postulados religiosos que habían dominado la Edad media. En esta perspectiva la “modernidad secularizada” -lo escribo sin intensiones de debatir el concepto- replegó lo religioso al ámbito privado, posibilitó formas de participación colectiva (entiéndase democracia) y despertó la conciencia individual que a la postre pugnaría por la amplitud de derechos individuales. De ahí que Cervantes-Ortiz sea incisivo cuando los actores religiosos buscan transgredir esta regla al tratar de volver a “los modelos antiguos”:



 



Esos “modelos antiguos” mencionados por Monsiváis, permeados por la nostalgia de formas de neo-cristiandad ancladas en su inconsciente, hacen que los sectores tradicionales, a los que siempre se les indigestó la modernidad, vean los avances culturales y el reconocimiento jurídico de derechos como trabas en el camino de una sociedad que ha madurado y aprendido de sus errores. No queda lugar a dudas de que la secularización, vista y experimentada como un proceso irreversible […] al momento de verificar el funcionamiento de la laicidad en el país, seguirá siendo experimentada más como un “debate inconcluso” que como un mandato constitucional, que ya lo es, pero que, en manos tan limitadas y poco conscientes de su responsabilidad, seguirá abriendo las puertas para la ambición irrefrenable de los grupos de poder ideológico y doctrinal que aún creen que pueden regresar al país hacia situaciones decimonónicas ya superadas (p. 297).



 



Referente a los actores socio-religiosos, el autor nos va mostrando nombres que con el tiempo han dejado de estar en el radar político, otros han permanecido en él, e incluso se han afianzado en la opinión pública como “consultores” en lo referente al mundo evangélico. Indicaré cuatro más recientes por ser quienes han participado en los últimos sexenios y de quienes el autor no guarda sus opiniones por alejarse de los componentes ya mencionados del mundo protestante. Del matrimonio Orozco-De la Garza -Rosi y Alejandro- señala cómo durante el gobierno calderonista participó en la política social con tintes regenerativos moralizantes, y que, bajo la estructura de su grupo religioso, Casa sobre la Roca, contribuyó a revictimizar a las mujeres que habían sido parte de la trata de personas.



 



Representa la evolución hacia el pragmatismo por parte de los sectores más abiertos a la participación sociopolítica de las llamadas iglesias neopentecostales, una de cuyas diferencias con el “pentecostalismo clásico” es precisamente abandonar el desdén por hacerse presentes en ese ámbito, accediendo a espacios de poder para, desde ahí, tratar de incidir en las políticas públicas (p. 84)



 



Por su parte, el “capellán de la 4T”, Arturo Farela, representa otro ejemplo del pragmatismo protestante. Cervantes-Ortiz va dando señales de su participación en la reforma del 1992 y sigue su trayectoria hasta su encuentro con AMLO. De él, cuestiona la autorrepresentación que se brinda del “pueblo evangélico”, y más aún, la falta de claridad en comprensión conceptual del deber del Estado y los límites de las iglesias, señalando que: “El tono de sus declaraciones, y la contaminación de sus afirmaciones políticas con la típica verborrea espiritualizante, lo descalificó muy pronto en la disputa por la representación unitaria de las iglesias” (Cervantes-Ortiz, 2022: 109). También apunta un proyecto que al parecer no ha fructificado, pero que debe llamar la atención, el representado por Adolfo García de la Sienra, reconocido académico del Instituto de Filosofía de la Universidad Veracruzana, cercano a CONFRATERNICE y al Partido Acción Nacional, pero, sobre todo, enemigo de la 4T. Para Cervantes-Ortiz su visión fundamentalista y sus dudosas credenciales teológicas lo llevan a “relacionar temáticas dispares, en este caso, la filosofía mencionada [reformacional] y una peculiar interpretación de la historia, con matices mítico-teológicos entreverados, aunque con varios tonos francamente fundamentalistas (Cervantes-Ortiz, 2022: 80). Finalmente, a Hugo Éric Flores, a quien para el autor de libro “una buena dosis de “teología política” o “teología pública” le haría mucho bien para comprender mejor el lugar donde se encuentra y no engañar al electorado (y especialmente al proveniente de las comunidades evangélicas, que ve como su “clientela particular”)” (p. 268).



Con estos trazos el autor nos da un panorama de lo que ha sido la relación entre los sectores religiosos y el poder político en lo que ha observado por treinta años. Una relación que se niega a desaparecer. Nos presenta episodios, actores, procesos y estrategias de ambas partes, las analiza y presenta sus posturas y criterios conceptuales desde la heterodoxia. Resalta la importancia de un Estado donde lo religioso se mantenga al margen, sitúa la secularización como un proceso irreversible y pondera la laicidad como el marco más adecuado para la existencia y convivencia de la pluralidad.



 



Referencias



Barranco, Bernardo; Blancarte, Roberto, AMLO y la religión. El Estado laico bajo amenaza, México, Grijalbo, 2019.



Bastian, Jean Pierre, Los disidentes. Sociedades protestantes y revolución en México, 1872-1911, México, FCE, 1989.



Bastian, Jean Pierre, Protestantismo y modernidad latinoamericana: historia de unas minorías religiosas activas en América Latina, México, FCE, 1994.



Blancarte, Roberto, Para entender el Estado laico, México, Nostra Ediciones, 2017.



Cervantes-Ortiz, Leopoldo, La mirada heterodoxa. Política y religión en México: tres décadas de seguimiento y análisis, México, CUPSA-CMIRP-CTM-EliZabdi-Papiro 52, 2022.



Ortega y Medina, Juan A., Reforma y modernidad, México, UNAM, 1999.



Pérez Guadalupe, José, “¿Políticos evangélicos o evangélicos políticos? Los nuevos modelos de conquista política de los evangélicos en América Latina”, en José Pérez Guadalupe y Sebastian Grundberger (eds.), Evangélicos y poder en América Latina, Lima, Instituto de Estudios Sociales Cristianos-Konrad Adenauer Stiftung, 2019, pp. 13-191.




 

 


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