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Releer los cánticos antiguos en clave cotidiana: los ‘Salmos sueltos’, de Evodio Escalante

Recientemente se publicó en México Salmos sueltos, de Evodio Escalante, crítico, profesor, ensayista y poeta de larga trayectoria.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 30 DE DICIEMBRE DE 2022 17:26 h
Evodio Escalante.

Aquí caí de rodillas sin saber por qué,



me dijeron que estaba



en terrenos del Señor.



No supe si entendí bien



lo que dijeron, pero temblé,



y caí de rodillas sin conocer la causa.1



E. E.



La poesía es una presencia recurrente cuya frecuencia obedece a los impulsos cercanos y a los azares de la cronología. A sabiendas de que la expresión lírica tiene fuertes dificultades de recepción por parte de una franja de lectores/as, recuperar su impacto es todo un desafío y recomendar ciertos autores/as por causa de su novedad, el entusiasmo que despierta o su temática, se experimenta casi como un deber. La familiaridad con determinadas líneas o desarrollos poéticos persistentes conduce a que su asimilación brote o se comparta con la esperanza de que produzca un efecto similar en algunos lectores/as cómplices.



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Recientemente se publicó en México Salmos sueltos, de Evodio Escalante, crítico, profesor, ensayista y poeta de larga trayectoria. Nacido en el norteño estado de Durango en 1946 (en donde estudió inicialmente Derecho), se jubiló hace pocos años de la Universidad Autónoma Metropolitana, en donde ejerció un magisterio que lo llevó a ser profesor visitante en la Universidad de París XII y otras instituciones académicas. Algunos de sus ensayos son: José Revueltas, una literatura del lado moridor, Tercero en discordia, La intervención literaria, La espuma del cazador, Las metáforas de la crítica y Las sendas perdidas de Octavio Paz. En 2009 obtuvo el Premio de Poesía Iberoamericana Ramón López Velarde.



Aficionado persistente al estudio de la filosofía (particularmente interesado en la obra de Heidegger, a quien dedicó una introducción en 2007),2 ha puesto a dialogar, sobre todo en su labor crítica, el pensamiento formal con sus indagaciones literarias que lo mismo lo aproximan a la obra narrativa de José Revueltas o Juan Rulfo, que a la poesía de José Gorostiza, Octavio Paz (con la que ha mantenido una fuerte tensión sin dejar de admirarla) o Jorge Cuesta, sobre quienes ha escrito volúmenes completos en los que ha puesto en juego una sólida metodología además de una mirada incisiva que le ha ganado no pocos detractores. Es, en pocas palabras, un crítico sumamente incómodo para el establishment. Su tesis doctoral, dedicada a profundizar en el sentido más hondo del poema Muerte sin fin, de Gorostiza, es uno de los mayores logros estéticos sobre la poesía mexicana del siglo XX. Allí, se detiene, por ejemplo, en la influencia de San Pablo en la escritura del importante poema, una de las cumbres de la lírica latinoamericana.3



Desde Un demonial de días (1975) y Dominación de Nefertiti (1977) hasta este pequeño volumen que incluye 11 textos, se aprecia en sus versos un estilo abigarrado y desenfadado que ha caracterizado su proyecto lírico, muy cercano a la propuesta estética de alguien como Eduardo Lizalde (1929-2022), con quien comparte una “poética de la disipación”, como ha señalado Lilia Solórzano Esqueda. Es decir, se trata de una suerte de escritura de ojos muy abiertos dominada por un enfoque realista radical de apertura a todas las posibilidades de la “poesía conversacional”, como también le han llamado algunos. En su obra “es notable la conciencia de que la ‘hermosura’ poética no está exenta de feísmos léxicos y rítmicos. Así como una conciencia de la corrección y el rigorismo conceptual ha acompañado sus escritos ensayísticos, en igual medida la conciencia de que no hay malas palabras sino malos ejecutantes, ha habitado su escritura poética”.4 “Lenguaje de la calle” le llamó Vicente Quirarte al referirse a Escalante y otros contemporáneos suyos;5 por cierto, con uno de ellos, Jaime Reyes (1947-1999), su cercanía es más que evidente.6



Otros de sus poemarios son: Todo signo es contrario (1988) Cadencias de amor y neciedumbre (1994), Relámpago a la izquierda (recopilación, 1998) y Crápula (2013). En cada uno se manifiesta la voluntad de retomar el lenguaje para hacerlo decir nuevas cosas desde coordenadas siempre realistas y críticas. Bien lo resume Solórzano Esqueda al observar que Escalante “en algunos poemas se une a ese contingente de melena despeinada que con paso seguro fue atravesando la historia haciendo suyas la risa, la mofa, la befa, el sarcasmo y su prima la parodia, un canto a lo que quedaba fuera, al margen del buen decir y los finos modales, del bel canto al canto maldito”.7 Nuevamente resuenan las afinidades con Lizalde, Salvador Novo y la vanguardia estridentista a la que ha dedicado también análisis memorables.



Por todo esto llaman enormemente la atención las paráfrasis de salmos bíblicos aludidos expresamente desde el título de los poemas, los epígrafes o la inclusión directa de referencias a esos cánticos antiguos. Salmos sueltos, título lacónico, esconde muy bien este conjunto de relecturas que manifiestan la apropiación personal de textos bien establecidos en la memoria religiosa: los Salmos 1, 2, 8, 19, 22, 23 y otros menos conocidos como el 3, 6, 10, 38 y 130 (a través de la versión de Fray Luis de León). Sólo que, al pasar por el filtro de la relaboración concienzuda, el poeta ha practicado una mezcla profunda con el habla coloquial mexicano, reconocible en varios de sus giros y términos. Asimismo, las diversas voces recreadas en cada composición representan la recuperación de la experiencia humana desde varias perspectivas, algunas de ellas inesperadas.



De esta manera, el Salmo 23, que abre el volumen, reaparece transfigurado como testimonio de alguien que, al parecer, se encuentra en medio de una celebración religiosa de tipo pentecostal y asume que, aun estando fuera de lugar, es capaz de percibir la existencia de “un pastor / en el cielo que se preocupaba por mí”. Su reacción, al concluir, atisba una zona teológica incierta, pero muy posible, cercana al discurso evangélico:



Pero yo, amigo de los nopales



y las biznagas,



avecindado del maguey,



¿pata qué quiero un pastor?



¿pata qué quiero ovejas?



Tendré que nacer otra vez



para entenderlo. (p. 6)



 



“Dichoso el hombre” utiliza el lenguaje del Salmo 1 para trasladar al presente las preocupaciones expuestas en ese canto que da inicio al Salterio bíblico y que incorpora la visión de la literatura sapiencial en clave lírica, más accesible, en su momento, al nivel de sus primeros lectores. El texto desdobla la experiencia espiritual antigua para exponerla desde las ambigüedades y exigencias de hoy (y siempre) con el tono propio de una poética vivida a ras de suelo:



 



Sea dichoso el hombre que convive



con la gente del pueblo,



el que se mezcla con los pobres



y los que tienen hambre.



Dichoso el hombre



que entra en los tugurios



y come el pan de los humildes… (p. 9)



 



El ambiente popular se percibe en los trazos que permiten visualizar lo que se quiere decir:



 



Ahí donde los padres de los niños



entre gritos y risotadas



consuelan sus penas con sorbos de tequila o mezcal.



 



La crítica social y religiosa acompaña estos versos con el toque profético recuperado también del original:



 



El amor al prójimo



es una sentencia mentirosa



que los ministros predican



fingiendo respeto a una ley



que vale menos que un albur



o que un chiste. (p. 10)



 



Inevitablemente vienen a la memoria los Salmos (1964) del nicaragüense Ernesto Cardenal, quien años antes del surgimiento de las teologías latinoamericanas de liberación plasmó una dimensión sociopolítica y vanguardista que estaba cambiando el perfil de la lírica del subcontinente, influido por los conflictos de la época y la búsqueda de transformaciones. Cardenal concluye así su versión de este canto: “Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales / ni escucha sus radios / ni cree en sus slogans // Será como un árbol plantado junto a una fuente”.8 Una opinión vertida sobre estos textos aplica por igual al proyecto de Escalante: “Es el documento de un mundo lleno de extremos: arbitrariedad y violación del derecho, propaganda poderosa y censura, lugares lujosos de entretenimiento y campos de concentración, traición y fidelidad, falsa piedad y fe auténtica”.



Lo mismo acontece con los demás poemas: el Salmo 2 es ambientado en un contexto de delincuencia y desolación (“Hoy amanecimos con temor…”) ante la constatación de que no hay quien defienda del abuso: “No hay decreto del Señor / que tenga valor aquí” (p. 11). En “Señor, deja que te cuente…” habla una persona marginal atosigada por la policía corrupta: “Mis enemigos son legión, / trabajan para el gobierno” (p. 13). “Que no caiga tu ira…” es una oración airada que suplica por la presencia de un Dios no juzgador sino benigno:



 



Que no caiga tu ira sobre mi cabeza,



que tu enojo no me haga trizas



como un pedazo de papel



al que se lleva el viento. (p. 16).



 



El Salmo 8 es motivo de una visión de vocación cósmica que, no obstante, despliega una mirada terrenal al intuir la presencia divina: “Hay un revuelo cósmico / cuando te aproximas. / Se sienten tus pisadas / en la faz de la tierra” (p. 17). Las resonancias directas del texto sagrado reverberan mediante una cadena de alusiones tomadas de diversos lugares hasta llegar a un punto en el que la percepción de lo divino sintoniza con el aliento del cantor hebreo:



 



Todo lo envuelve un pálpito de luz.



Estamos en otro lado, bien puede ser,



en otro lugar, en otra hora,



en otro mundo que no existe.



Cuando abrimos los ojos,



ya no hay huella de ti. (pp. 18-19).



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Sobre el Salmo 19 (favorito de Carlos Monsiváis, otro gran lector), la propuesta, que parte de su versículo 2 (“Un día enseña a otro día / Y una noche a otra noche revela sabiduría”) es más extensa y se mueve precisamente entre la persistencia de la palabra divina (gran tema del Salmo) y la posibilidad humana de recibirla. (Se perciben aquí ecos de algunos poemas de Gabriel Zaid, escritor católico muy reconocido.) De ahí que su conclusión sea muy aleccionadora e impactante, acorde con la interpretación generalizada de este canto:



 



Los tontos piensan



que el cielo enmudeció y que Tú



acaso te marchaste muy lejos.



Lo que no saben



es que Tú jalas la cuerda, Señor,



y que tu palabra de ayer



es la palabra de hoy



que persevera en la palabra de mañana



y seguirá la misma



en la de pasado mañana,



y así eternamente, sin conocer final,



aunque nosotros no escuchemos. (p. 24)



 



El “Salmo 22” (previamente publicado en La Jornada Semanal, en 2020) recrea el sentimiento de lejanía de la divinidad y la angustia de una voz creyente dispuesta a aceptar el designio divino: “No acudes en mi auxilio, / eres sordo a mis gritos / y no sé si en la altura te sonríes / de mi penoso exilio. […] Señor, yo acepto lo que venga; / tú dispones” (p. 21).



Escalante ha conseguido apropiarse sólidamente del lenguaje bíblico al sumergirse en las aguas del Salterio y obtener resultados que rebasan, con mucho, las lecturas confesionales que por causa de su respecto excesivo al carácter sagrado de los textos practican un diálogo muy dispar con ellos. Acaso su conocimiento bien consolidado del estructuralismo contribuyó a que este acercamiento haga decir nuevas cosas a una literatura religiosa tan establecida en la mente y el espíritu de generaciones enteras. Por otra parte, su aportación a la poesía actual en español consiste en reencontrarse con elementos tradicionales susceptibles de ser situados en nuevos horizontes expresivos.



 



Notas



1 E. Escalante, “Salmo 23”, en Salmos sueltos. México, Tintanueva Ediciones, 2022, p. 5.



2 Cf. F. Cervantes, C. Oliva Mendoza y S. Ugalde, comps., Entre literatura y filosofía: Evodio Escalante. México, Facultad de Filosofía y Letras/UNAM, 2020.



3 Cf. E. Escalante, José Gorostiza entre la redención y la catástrofe. México, Juan Pablos-IMAC-UNAM, 2001.



4 L. Solórzano Esqueda, “Evodio Escalante, poeta de la disipación”, en Entre literatura y filosofía…, p. 12.



5 V. Quirarte, “Prólogo”, en Jorge González de León, sel. y notas, Poetas de una generación (1940-1949). México, UNAM, 1981 (Textos de humanidades, 25), p. 9.



6 Cf. Jorge Aguilera López, Reseña de Crápula, en Periódico de Poesía, UNAM, núm. 63, octubre de 2013, www.archivopdp.unam.mx/index.php/2971. Este autor cita a José Joaquín Blanco, quien escribió: “Quizás figure Evodio Escalante, con Ricardo Castillo (El pobrecito señor X) y Jaime Reyes, como el poeta que mejor recobró el espíritu del tiempo y de la poesía que escribían o soñaban muchos jóvenes a mediados de los años setenta” (Crónica de la poesía mexicana).



7 L. Solórzano Esqueda, op. cit., pp. 17-18.



8 E. Cardenal, “Bienaventurado el hombre”, en Salmos. Buenos Aires-México, Carlos Lohlé, 1969 (Cuadernos latinoamericanos, 1), p. 9.


 

 


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