Un fragmento de “Esperanza en la tormenta”, de Miriam Borham Puyal (Andamio Editorial, 2022. Puede saber más sobre el libro aquí.

Prólogo

Todas las personas vivimos con la necesidad de investigar el universo. Queremos conocer las respuestas a nuestras preguntas y anhelamos saber no solo qué estamos haciendo, sino también las razones por las que vivimos de una manera determinada. Nuestra alma tiene una sed que necesita ser saciada, así que no solemos detenernos ante nada ni ante nadie para encontrar esa satisfacción espiritual.

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Lucas era médico y eso ya le señalaba como una persona estudiada y razonable, pero además tenía ese corazón de investigador que distingue a aquellos que no se conforman con poco. Quieren conocer las razones de todo (si es posible) y estar siempre seguros de que lo que escuchan, ven y afirman es cierto. Esa es una de las razones por las que los libros que escribió (el evangelio y el de los hechos de los apóstoles) siempre quieren ir más allá de lo que otros puedan decir para certificar cada uno de los detalles.

La verdad para Lucas no es cualquier cosa, sino que tiene que ver con la razón de la existencia misma. Sus investigaciones no dejan nada al azar: fechas, descripción de lugares y personas, registros históricos, detalles de cada situación... todo sucedió tal como está escrito; quiere que no tengamos ninguna duda de que todo ocurrió tal cual.

Cuando leemos el Evangelio de Lucas nuestra mente se activa, pero también nuestro corazón. Encontramos en la historia a Jesús acercándose a todos, siendo sensible en cuanto a las necesidades de los que le rodean, ayudando y sonriendo, incluso apareciendo como vulnerable en algunas ocasiones (¡Él, Dios mismo hecho hombre!) y, lo más apasionante, entregándose a todos de una manera extraordinaria.

Admiro de todo corazón el esfuerzo de Miriam para que comprendamos lo que está sucediendo, las palabras y los hechos de un Salvador absolutamente extraordinario; pero mucho más allá de todo eso, lo que ella quiere no es solo que lo sepamos, sino que lo vivamos. ¡Eso es mucho más importante! Esa es la razón por la que, después de una presentación muy fácil de leer, espera que oremos y apliquemos lo que sabemos. De eso se trata la vida cristiana, y ese pequeño esfuerzo siempre merece la pena.

Cuando vayas leyendo el libro te darás cuenta también de que Miriam escribe en primera persona, porque lo que descubrimos tiene que ver con sus propias vivencias, las suyas y las de su familia, y eso es admirable. Incluso su manera de hacernos preguntas nos impide permanecer insensibles delante de lo que leemos. Eso era lo que hacía el Maestro, así que no nos queda otra que responder a esas preguntas.

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Por último, debemos recordar que vivimos en un momento de la historia en el que tenemos más conocimiento que nunca. Sabemos muchas cosas, pero vivimos cada vez más lejos de la realidad. La iglesia no es ajena a esta tendencia: jamás habíamos tenido tanta sabiduría y tantos recursos a nuestro alcance; pero, desgraciadamente, seguimos siendo incapaces de mostrar aquello por lo que el Señor Jesús anunció que conocerían a sus discípulos: el amor.

Más que nunca necesitamos volver a la Fuente para comprender que no se trata solamente de conocer más, sino de vivir con Jesús; se trata de seguirle a él, de amarle con todo lo que somos y, como consecuencia, amar a los demás. Cuando solo buscamos el conocimiento, tenemos a Dios controlado; cuando queremos aplicar lo que leemos, dejamos que Dios nos controle a nosotros, así... ¡Comienza la aventura!

¿Te animas?

Dr. Jaime Fernández Garrido