“El absoluto en los fragmentos”: prólogo a ‘Hacia una teología evangélica del pluralismo religioso’, de Jaime Elías (Fragmento)

Nada proporciona al diálogo interreligioso una motivación tan verdadera como la convicción de que, a pesar de las diferencias que los separan, los miembros de las diferentes tradiciones religiosas marchan conjuntamente hacia la plenitud del Reino, hacia la nueva humanidad querida por Dios para el fin de los tiempos.

Jacques Dupuis

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

Que un libro de teología que se asume a sí misma como evangélica abra con un epígrafe de Antonio Machado (“¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela.”) es digno de resaltarse. Es el caso de este enjundioso volumen del pastor y profesor Jaime E. Elías C., quien tenazmente se propuso abordar uno de los temas más controversiales y menos comprendidos por esa corriente religiosa. Escribir como evangélico acerca del pluralismo religioso, en medio de un ambiente sumamente proselitista, y desde un país como Guatemala, “capital provida de Iberoamérica”, es, sin duda, toda una odisea. Su título remite abiertamente al libro de Jacques Dupuis (1923-2004), Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso (1997), referencia obligada para cualquier acercamiento a este tema. Como en su primer libro (Pandemia y sufrimiento. Un acercamiento exegético-teológico de la primera carta de Pedro desde la perspectiva latinoamericana, 2020, prólogo de Alfonso Ropero), Elías ha hecho un gran esfuerzo para abordar este tema. […]

La religiosidad evangélica en América Central (y nuestro autor es genuino representante de ella, como pastor de la Misión Centroamericana, nada menos) se ha caracterizado por sus marcados énfasis tradicionales, de modo que acometer una labor de análisis como ésta debe ser muy reconocido. La institución de educación teológica en donde se formó el autor, y adonde es docente en la actualidad, el SETECA, tiene también el signo de la más rancia herencia del conservadurismo teológico. […] Quien esto escribe conoció ese espacio eclesial y teológico hace 30 años y puede dar fe de lo que significa ser militante, pastor y teólogo en esas latitudes.

El profesor Elías se propuso valientemente estudiar uno de los temas más cuestionados por la variante evangélica más apologética del protestantismo latinoamericano y consigue llevar a buen puerto su empresa al plantearse las obligadas preguntas que se hace todo fiel creyente de esta corriente, pero que no siempre arriesga respuestas dados sus enormes diques dogmáticos. Desde las páginas introductorias expone el interrogante que es, quizá, el más elemental, pero uno de los más difíciles de responder: “¿cómo pensar la fe en un contexto cambiante?”. Porque ya el hecho de obligar a la fe a pensar, un elemento que viene desde los más remotos tiempos de la fe cristiana, es un enorme desafío para quienes han crecido poniendo en entredicho todas las “novedades teológicas”, vengan de donde vengan.

[photo_footer]Jacques Dupuis.[/photo_footer]

Esa pregunta inicial condujo a plantearse otras más, que guiarán el análisis: “¿qué retos y oportunidades provee el pluralismo religioso para la teología evangélica en la actualidad?”, “¿qué se entiende por pluralismo religioso?”, “¿cuáles son sus características y los paradigmas que sostienen?” y, finalmente, “¿cuál debe ser la postura de la teología cristiana evangélica ante el pluralismo religioso?”. Los cuatro capítulos de la obra apuntalan sólidamente las respuestas ofrecidas a partir de una amplia bibliografía, por lo que no se dejan cabos sueltos para la comprensión de los problemas expuestos.

Por ello celebramos el enorme trabajo que ha representado para su autor la indagación que tenemos en las manos y que manifiesta la forma en que ha podido responderse a sí mismo las dudas que genera algo tan difuso y, en apariencia distante, como lo es el genuino diálogo interreligioso. Hay que decir, además, que la existencia de sólidas religiosidades indígenas ancestrales en su país genera un contexto que no es suficientemente comprendido en muchos ambientes latinoamericanos, con las honrosas excepciones de Bolivia, Ecuador y, en menor medida, Chile. El caso mexicano, tan cercano, pero tan distante al mismo tiempo, es todo un dilema y un conjunto de contradicciones que siguen sin resolverse en el marco del mutuo conocimiento cristiano-mesoamericano tan peculiar por causa de su vasta magnitud y pluralidad. Para la mentalidad evangélica dominante, imaginar que hay pastores evangélicos que a la vez ejercen como sacerdotes mayas, es tan descabellado que pocos estudiosos han trabajado esa fenomenología con escasos resultados explicativos y muy poco divulgados. Apenas al cruzar la frontera norte de Guatemala, esa realidad es absolutamente imposible. […]

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

El postulado básico de este volumen es una toma de postura tan elemental como relevante para su desarrollo concreto: “También las fronteras se diluyen cuando se habla de religión, prácticas espirituales y en especial cuando se consideran aspectos relacionados con el pluralismo religioso que conviven en un mismo espacio geográfico e histórico” (énfasis original). Partiendo desde las bases mismas de la terminología utilizada, lleva a cabo esta auténtica utopía, como la califica al final del primer capítulo, de avanzar para que la teología evangélica sea capaz de dialogar con cualquier religión en igualdad de condiciones por causa de su definición central: “Con el término ‘evangélico’ se designa el objetivo de seguir la unidad teológica en querer percibir, entender y expresar al Dios del Evangelio, que habla a los hombres acerca de sí mismo y que actúa entre ellos”.

[photo_footer]Libro de Dupuis.[/photo_footer]

El segundo capítulo, amplio y propositivo, “El horizonte del pluralismo religioso” expone, sintética y sistemáticamente, la importancia del pluralismo religioso y cómo debe apreciarlo y valorarlo la teología evangélica. Para lograrlo, echa mano de las aportaciones de diversos teólogos y varias perspectivas que permiten desplegar tal horizonte de comprensión en los ámbitos católico y protestante. El autor no desdeña la referencia al Concilio Vaticano II, así como a algunos desarrollos protestantes tan valiosos como los de Karl Barth, Paul Tillich y Wolfhart Pannenberg, entre otros. […]

“El pluralismo religioso y el quehacer teológico evangélico”, tercer capítulo, acaso el más inquietante, se ocupa de la apertura a un nuevo lenguaje teológico en esta corriente, desligado un tanto del fundamentalismo que lo ha caracterizado por causa de su herencia misionera: “La transformación que enfrenta la teología evangélica es precisamente por los retos que enfrenta ante el pluralismo religioso. Ya no se trata de articular una religión única y revelada por Dios, ni tampoco de una cristología exclusiva, o de una sola fuente salvífica, se trata de estar/hablar en igualdad con las otras religiones…”. Ésta es una afirmación impensable en otras épocas, procedente de esta franja del espectro religioso no católico. [...] “Dialogar o morir, sería la premisa para todo creyente”, como concluye atinadamente. Otros resultados serán el respeto a las identidades y la apertura a la tolerancia, además de una mayor coherencia entre fe y praxis.

Siguiendo esta cita de José María Vigil, pionero en América Latina en introducir esta temática a la discusión teológico-eclesial, el autor desarrolla en el cuarto capítulo algunas “Propuestas y recomendaciones”: “A todas las teologías que ya tenemos, habría que añadir ahora una más, que compartiría con las demás prácticamente todo (axiomas, postulados, principios, fuentes, metodologías), sólo que aportaría un tema nuevo, a saber, la ‘diversidad’ de religiones, tema sobre el que, en efecto, la teología clásica no había reflexionado”. La teología tradicional es interpelada y, al mismo tiempo, invitada a participar, resume muy bien Elías. […] “Habitar la casa común” produce, necesariamente, una fe sin fronteras y una mejor comprensión de la universalidad de Cristo, tema añejo en las vanguardias teológicas anteriores (en Karl Rahner y Tillich, particularmente).

Salta a la vista el hecho de que un autor evangélico descienda desde las alturas de la superioridad que esta tradición siempre ha exhibido, para dignarse a dialogar en igualdad de condiciones con otras expresiones religiosas, no vistas ya como inferiores sino como iguales, como parte de una oikoumene más amplia y, por lo mismo, más exigente. Salir airosamente de las fronteras de lo cristiano y con el ánimo de sumergirse en las aguas de otras religiosidades representa un esfuerzo humano y espiritual que dignifica enormemente a esa fe que se acerca a algunas de sus hermanas más antiguas para aprender de ellas y, encima, reforzar su identidad. […]

La mención de los autores obligados para este tema coloca esta obra en una dimensión muy particular: Dupuis, Hans Küng, Raimon Pannikar, Rosino Gibellini, Paul Knitter, Xabier Pikaza, Juan Antonio Estrada, Juan José Tamayo y Vigil, por sólo mencionar a algunos. Debe decirse que, además de Vigil (director de una colección sobre el asunto), otros autores latinoamericanos que cita Elías han hecho un trabajo importante: Pedro Casaldáliga, Marcelo Barros, Luiz Carlos Susin (suyo es el concepto de “el absoluto en los fragmentos”), Paulo Suess y Faustino Teixeira, “curiosamente” todos en Brasil. Ellos proporcionan diversos insumos dentro del nuevo paradigma teológico como derivación formal de algunas teologías de liberación, tan rechazadas en otros tiempos. […]

Por todo lo anterior, este proyecto genuinamente evangélico habrá de recibir la prueba de la viabilidad, eclesial y teológica, mediante una adecuada recepción por parte del medio al que está dirigido, a fin de hacer posible lo que el autor plantea como conclusión: “Siguiendo a Bauman y la imagen de Susin, se necesita entonces una ‘teología líquida’ (positivamente hablando) en este cambio de paradigma. Para esto también se cuestiona: ¿será posible una espiritualidad sin religión, o será la espiritualidad creadora de nuevas formas de religión, dentro ya de un paradigma pluralista? En realidad, el pluralismo requiere una espiritualidad que esté a su altura, es decir, una teología evangélica que también lo esté” (énfasis agregado).