José soportó muchos años de humillación antes de que Dios lo colocara en la alta posición de primer ministro de Egipto. Moisés, que sacó a los israelitas de Egipto, fue incomprendido y humillado por sus propios hermanos.
Un fragmento de “La humildad: La virtud olvidada”, de Wayne A. Mack y Joshua Mack (Editorial Peregrino, 2022). Puede saber más sobre el libro aquí.
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En el ilustrativo libro de John Bunyan El progreso del peregrino, se utiliza una alegoría para enseñar una gran verdad sobre la fe y la vida cristiana. El personaje principal de Bunyan, llamado Cristiano, emprende un largo viaje que comienza con la salvación y termina en la gloria. En un momento del relato, Cristiano se prepara para abandonar el Palacio Hermoso, que representa a la Iglesia, y descender al valle de Humillación. Varios amigos le acompañarán. […]
¿Qué pretendía Bunyan con «el valle de Humillación»? ¿Por qué el cristiano, recién convertido en miembro de la iglesia, necesita ir allí? ¿Por qué todos los creyentes se encuentran, de vez en cuando, en ese mismo valle? ¿Qué tenemos que aprender allí? En los próximos capítulos vamos a responder a estas y otras muchas preguntas relacionadas con el tema de la humildad.
El valle de Humillación: Ejemplos bíblicos
El valle de Humillación representa las experiencias aleccionadoras que Dios trae a nuestras vidas para destruir el pecado del orgullo y para ayudarnos a desarrollar una humildad piadosa. Las experiencias que nos enseñan humildad son comunes para nosotros como creyentes hoy en día, del mismo modo en que lo han sido para todos los creyentes a lo largo de la historia. La Biblia nos muestra muchas de estas experiencias.
En Génesis 12 leemos acerca de la humillación de Abraham ante Faraón cuando mintió acerca de que Sara fuera su esposa. Durante algún tiempo, Abraham disfrutó de la hospitalidad de Faraón durante una época de hambruna en la región, pero Abraham y su familia fueron finalmente expulsados de la tierra a causa de este engaño.
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José soportó muchos años de humillación antes de que Dios lo colocara en la alta posición de primer ministro de Egipto. Primero, fue maltratado y vendido como esclavo por sus propios hermanos (Gn 37). Más tarde, fue acusado falsamente de aprovecharse de la mujer de Potifar y pasó dos años en prisión (Gn 39—40).
Moisés, que sacó a los israelitas de Egipto, fue incomprendido y humillado por sus propios hermanos cuando le acusaron de no compartir el liderazgo sobre el pueblo (Nm 12), cuando Dios había designado a Moisés como único líder en ese momento. Y muchas veces, durante el éxodo y mientras vagaban por el desierto, el pueblo de Israel se quejó contra Moisés a pesar de ser ellos los responsables de su propia situación. De hecho, los israelitas pasaron cuarenta años en el valle de Humillación —el desierto— mientras Dios los preparaba para la Tierra Prometida. Otros ejemplos del Antiguo Testamento son Elí, David, Elías, Jeremías, Oseas y muchos otros.
En el Nuevo Testamento, leemos acerca de la humillación de los apóstoles, como por ejemplo Pedro, Juan y Pablo. Los apóstoles fueron encarcelados por delitos falsos, fueron golpeados y amenazados, y algunos fueron finalmente ejecutados. En 2 Corintios, Pablo escribió sobre una prueba particular de humillación con la que lidiaba constantemente: «Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera» (12:7). Si un hombre como Pablo necesitaba aprender humildad, podemos estar seguros de que nosotros también lo necesitamos.
La importancia de la humildad en la vida cristiana
En una ocasión, alguien se acercó a Agustín de Hipona y le preguntó: «¿Cuál es la cualidad más importante en la vida cristiana?». Agustín respondió: «La humildad». La persona preguntó entonces: «¿Cuál es la segunda cualidad más importante en la vida cristiana?». Nuevamente Agustín respondió:
«La humildad». Esta misma persona preguntó por tercera vez: «¿Cuál es la tercera cualidad más importante en la vida cristiana?». Agustín repitió: «La humildad».
Podemos juzgar por esta conversación que Agustín consideraba que la humildad era una parte tremendamente importante de la vida cristiana. Se puede debatir si la cualidad de la humildad —o cualquier otra cualidad particular de la vida cristiana— debe ser clasificada como más alta que cualquier otra, pero la Palabra de Dios deja muy claro que la humildad es extremadamente importante para los creyentes.
Sabemos esto por varias razones. En primer lugar, sabemos que la humildad es tremendamente importante porque la Biblia nos manda frecuentemente que seamos humildes. En 1 Pedro 5:5-6 se nos exhorta: «Sumisos unos a otros, revestíos de humildad [. . .]. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo». Observa que esto está escrito como un mandato, no como una sugerencia. No humillarse es desobedecer a Dios, y tal desobediencia es pecado.
En Efesios 4:1-2, el apóstol Pablo escribió: «Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre...». También se nos ordena en Santiago 4:10: «Humillaos ante el Señor, y él os exaltará».
Nuestro Señor Jesucristo nos llamó a la humildad en Mateo 23:10-12: «Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». El hecho de que estos y otros muchos pasajes de las Escrituras nos exhorten a ser humildes indica que la humildad es extremadamente importante.
En segundo lugar, sabemos que la humildad es muy importante porque la Biblia nos advierte con frecuencia que nos libremos del orgullo y nos advierte de sus graves consecuencias. Proverbios 16:5 dice: «Abominación es a Jehová todo altivo de corazón; ciertamente no quedará impune». Según Proverbios 18:12: «Antes de la destrucción el corazón del hombre es altivo». Isaías 5:15 declara: «Y el hombre será humillado, y el varón será abatido, y serán bajados los ojos de los altivos». El orgullo es un pecado grave que Dios no tolera, y la Biblia deja muy claro que el orgullo no tiene cabida en la vida cristiana.
En tercer lugar, sabemos que la humildad es importante porque Dios promete bendecir a los que son humildes de corazón. Santiago 4:6 dice: «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Proverbios 15:33 enseña: «El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad». Proverbios 22:4 promete: «Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová». E Isaías contiene una maravillosa promesa para los humildes: «Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados» (Is 57:15).
Hay un dicho que asegura: «Ayúdate y Dios te ayudará». De hecho, nada podría ser más diametralmente opuesto a la verdad de la Palabra de Dios. La Escritura enseña que Dios ayuda a los que acuden a él en busca de ayuda y que dependen solo de él para todo lo que necesitan. De hecho, Dios se deleita en bendecir a la persona humilde.
Jesús enseñó este principio a sus discípulos en varias ocasiones. Al principio del Sermón del Monte, dijo: «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5:3). Más tarde, cuando los discípulos discutían sobre cuál de ellos era el más grande, llamando Jesús a un niño les dijo: «Cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos» (Mt 18:4).
Mientras que una persona humilde puede no experimentar la bendición como este mundo define la bendición, Dios promete que los humildes de corazón conocerán su bendición. Como creyentes, sabemos que esta bendición tiene un valor mucho mayor que cualquier cosa de este mundo físico. La humildad es una cualidad muy importante en la vida cristiana.
El propósito de Dios en el Valle de Humillación
¿Por qué lleva Dios a su pueblo al valle de Humillación? En primer lugar, el hecho de que las Escrituras enseñen la tremenda importancia de la humildad implica que Dios la valora mucho y desprecia el orgullo. Las numerosas promesas que Dios hace en la Escritura de bendecir a los humildes y destruir a los orgullosos lo confirman.
En segundo lugar, Dios lleva a los creyentes al valle de Humillación porque somos muy propensos al orgullo y muy reacios a la humildad. La humildad no es algo con lo que nazcamos. Nacemos orgullosos y, debido a nuestros corazones pecaminosos, no buscamos de forma natural a Dios. El Salmo 10:4 enseña: «El malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos». Sin la gracia de Dios en nuestras vidas, todos tendemos naturalmente a ignorar a Dios y a exaltarnos a nosotros mismos.
Afortunadamente, tenemos un Dios que es demasiado misericordioso y bondadoso para dejarnos seguir en nuestro orgullo. Él sabe que todos luchamos con este pecado en algún grado —algunos más que otros— y quiere liberarnos de nuestro orgullo pecaminoso. Todos necesitamos desesperadamente aprender a alejarnos del orgullo y a abrazar la humildad, y para ello utiliza las pruebas del valle de Humillación.
En tercer lugar, Dios nos permite pasar por circunstancias que nos humillan porque quiere probar y aumentar nuestra fe. 1 Pedro 1:6-7 dice: «En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe [. . .] sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo». Nuestra fe se fortalece solo a medida que es ejercitada y probada.
En cuarto lugar, Dios nos lleva al valle de Humillación porque quiere usar las pruebas en nuestras vidas para producir en nosotros la virtud de la paciencia para que podamos ser «perfectos y cabales, sin que [n]os falte cosa alguna» (Stg 1:2-4). Y, por último, según 2 Corintios 12:7-10, Dios trae circunstancias humillantes a nuestras vidas porque nos enseñan a depender más de su gracia, que es todo cuanto necesitamos. Como señaló Pablo: «Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, [. . .] porque cuando soy débil, entonces soy fuerte».
Por muy doloroso y desalentador que sea el valle de Humillación, si nos centramos en el bien que Dios está haciendo allí y entendemos sus propósitos, podemos gozarnos. A esto se refería Santiago cuando escribió: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» (Stg 1:2-3). En última instancia, a medida que crecemos en humildad, nos parecemos cada vez más a nuestro Señor Jesucristo, y eso es un gran privilegio.
Una advertencia importante
En el resto de este capítulo y en los siguientes, consideraremos tres aspectos importantes de la humildad: su definición, su manifestación y su desarrollo. Sin embargo, antes de continuar, es de suma importancia que recordemos que debemos tener cuidado de no hacer de este estudio acerca del orgullo y la humildad una mera cuestión de conocimiento intelectual. Más bien, debemos examinarnos de manera constante y sincera para detectar la presencia del orgullo en nuestros corazones, de modo que podamos arrepentirnos de él. Al mismo tiempo, debemos buscar formas de poner en práctica la humildad cada día. Sobre todo, debemos buscar la ayuda del Señor en oración para tener el deseo y la determinación de trabajar diligentemente en esta área de nuestra vida cristiana.
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