“Castellana 9. Madrid en Guerra”, por Máximo García

Máximo me sorprende. Ha cultivado con amplitud el ensayo. Ha escrito libros de poesía. Ahora ensaya otro importante género literario, la novela. Castellana 9 es una novela histórica en la que hay muchos datos autobiográficos, con especial memoria de su infancia y juventud. Bendita mente la suya, que le permite pluralizar a tales extremos.

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He comentado unos 15 libros de Máximo. En todos ellos, antes de entrar en el tema del libro, he trazado unas pinceladas biográficas del autor. Aquí lo hago también, porque no sé quién va a leer este libro. Tal vez lo hagan personas que por primera vez se acercan a su literatura y entiendo que deben saber lo esencial de la persona que ha escrito lo que ellos están leyendo.

Máximo García Ruiz nació en Madrid, es licenciado en Teología por la Universidad Bíblica Latinoamericana de Costa Rica, licenciado en Sociología por la Universidad Pontificia de Salamanca y doctor en Teología por esa misma universidad.

Profesor de Sociología, Historia de las Religiones e Historia de los Bautistas en la Facultad Protestante de Teología UEBE y profesor invitado de otras instituciones. Pertenece a la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII; es uno de los dos únicos teólogos protestantes españoles incluido en el Diccionario de Teólogos/as Contemporáneos editado por Monte Carmelo en el año 2004, que recoge a nivel mundial el perfil biográfico de los teólogos más relevantes del siglo XX.

Ha sido secretario ejecutivo y presidente del Consejo Evangélico de Madrid y ha publicado numerosos artículos y estudios de investigación en diferentes revistas, diccionarios y anuales universitarios. Es autor de 31 libros publicados y otros 14 en colaboración.

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La memoria es el único paraíso del que no podemos ser expulsados. Los jóvenes poseen el don del olvido como los mayores tenemos el don de recordar. La memoria actúa en nosotros como una cámara fotográfica, capta todos los recuerdos.

Día 1 de abril de 1939. El ejército vencedor celebra la victoria en la guerra incivil que dio comienzo el 18 de julio de 1936. En tanto que unos gritan de alegría otros mueren de tristeza. Familiares de Máximo le dirán años después que cuando era un bebé de once meses muere el padre, y pocos días después muere la madre. “El niño, el adolescente, el hombre, se acostumbró a llevar oculto ese dolor, acompañado siempre por el silencio, oculto a todos. Se fue abriendo camino en la larga y difícil posguerra”. Lo sintetiza en cuatro líneas:

“He aprendido a escuchar a todos y a guardar bien oculto mi dolor. De tanto tragarme las lágrimas se me ha hecho un surco en el corazón”.

Castellana 9 es un relato novelado de aquella guerra. El autor pasa revista a la situación social, política y religiosa que en aquellos años se vivía en la capital de España. La República había caído y se percibía el destino que esperaba a los perdedores. Máximo García escribe con dolor, pero con exactitud, la radiografía literaria de un Madrid acosado por las tropas enemigas.

Dice que cuando empezaba a envejecer “y ya habían desaparecido algunos de los testigos a los que preguntar, siente la acuciante necesidad de saber, de conocer, de buscar lo que sólo sabía por alusiones veladas; necesidad de aproximarse a aquellos padres a los que no le dieron tiempo para criarle, educarle, quererle, de verle casado y de conocer a sus nietos”.

Interesado por conocer en detalles la verdad de aquellos dolorosos hechos, Máximo consigue “acceder al expediente de encarcelamiento y posterior condena a muerte de su padre, al que el mismo día 1 de abril de 1939, fueron a detener en su casa, en la buhardilla de Castellana 9, de la que salió también su madre, cuatro días después, hacia el hospital de la Princesa, donde falleció no se sabe si de pena o por falta de atención médica”. Dedicaré otros párrafos a estos hechos al final de este artículo.

Abrigándose tras la persona de un inventado Adolfo, en realidad su propio padre, Máximo García se planta ante el edificio de Castellana 9 y allí reflexiona, medita. “Se hace el propósito de reconciliarse con sus orígenes, investiga, indaga, intuye, pregunta, adivina. Pieza a pieza, dato a dato, paso a paso va reconstruyendo la historia del último año, de los últimos días para sus padres y los primeros para él”.

Decía el francés Voltaire que la hipocresía de las guerras es que cada jefe de asesinos hace bendecir sus banderas e invocar solemnemente a Dios antes de correr a exterminar a su prójimo.

Fue lo que ocurrió en España en una guerra incivil que duró tres años.

En la guerra llamada Guerra Civil, tema de la novela escrita por Máximo García, hubo crueldad, frío del corazón, desprecio por la vida humana, asesinatos no justificados, hambre, dolor, destrucción por todas partes. De la guerra reflexiona el autor de la novela en las primeras páginas de su libro. Así lo escribe: “No hay nada más real que el sufrimiento que produce una guerra injusta; claro que, en definitiva, todas las guerras son injustas y todas parecidas entre si. Nada permanece en el tiempo como las heridas producidas por un enfrentamiento entre hermanos. En una guerra no hay vencidos ni vencedores, todos pierden; no hay malos y buenos, justos e injustos. Los hay más crueles, más despiadados, pero al final la maldad se convierte en nostalgia y se extiende como si de una epidemia se tratara”.

En la novela escrita por Máximo intervienen dos protagonistas principales: Irene y Adolfo. Hay conversiones a Cristo en la Iglesia bautista domiciliada en la calle General Lacy, zona de Atocha. Arturo, Antonio y Pedro conocen allí a Rubén, joven miembro de la Iglesia, quienes les explica en qué consisten las creencias evangélicas.

Paso a otras páginas de la novela porque prefiero la biografía a la imaginación. Antes de cerrar el libro Máximo vuelve, y yo con él, al encarcelamiento y muerte del padre y de la madre. No hay repetición en estas últimas páginas. Lo que hay es una concesión más a la memoria, al recuerdo. Cuenta Máximo García:

“El 1 de abril de 1939 se presentaron en la buhardilla de Castellana 9 dos falangistas con la orden de llevar detenido a Adolfo García C., acusado de ser un integrante del bando rojo militante del partido comunista”. Ese mismo día el padre fue encarcelado.

Más adelante se supo que el padre, sargento en la Guardia de Asalto, había sido denunciado por uno de sus subordinados, un tal Gutiérrez. Otra vez las treinta monedas. Resultado inmediato: suspensión de empleo y sueldo y separación del cuerpo. Después, condenado a 20 años y un día en la cárcel de Yeserías, en cuyo hospital murió el 17 de marzo de 1941. Contaba 34 años. Cinco días después, como ya se ha contado en estas letras, murió Irene, su esposa.

En Castellana 9, Máximo, no obstante el dolor guardado durante años en su corazón, deja claro que la guerra, la incivil española y otras, no se pueden considerar como un episodio aparte en la historia, puesto que la realidad está vinculada a la ideología y a la psicología de los pueblos. Estas reflexiones constituyen uno de los valores que ha sabido imprimir a su novela.

Máximo García, en esta su primera novela, sabe penetrar en los resortes invisibles de los personajes y atina al contar los sufrimientos, cárceles y muertes de amigos y familiares, de manera engrandecida cuando se enfrenta sin rencor ni venganza, aunque le fuera posible, a la muerte de sus padres, prácticamente dos asesinatos cometidos en nombre de una idea.

Me resta por decir que en esta novela la prosa alcanza una altura de premio. La de Máximo aquí es una prosa limpia, sencilla y profunda al mismo tiempo, contando con verdades potentes los hechos que describe en términos claros.

Felicitaciones compañero.