“La tarjeta de bienvenida”, por Queca Woods

Estamos ante un libro autobiográfico en la mayor parte de sus páginas. Queca escribe sobre la forma que tuvo de encarar su vida a lo largo de años, su conversión espiritual al Cristo de los Evangelios, su descubrimiento de la Biblia y sus trabajos para quien la llamó a su servicio, el Cristo salvador de su alma, el maestro de Galilea que dirige sus pensamientos desde el día que, arrodillada ante Él, le dijo con palabras del profeta Isaías: “Heme aquí”, envíame donde tu quisieras (Isaías 6:8), “hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (Salmo 40:8).

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La autobiografía es uno de los géneros literarios más antiguos que existen. Los diálogos de Platón, cuatro siglos antes de Cristo, que han influido de forma extraordinaria en el desarrollo del pensamiento occidental son auténticas piezas autobiográficas, donde su autor recrea y expone sus propios pensamientos.

Del famoso escritor alemán Goethe se ha dicho que dedicó cantidades ingentes de escritura al único tema del que era en rigor un experto: él mismo. Por mi parte, de los 55 libros que he escrito y publicado, cuatro son de carácter autobiográfico: Un protestante en la España de Franco, Hasta el fin del mundo, En la última farra de mi vida y el publicado en Texas, en inglés, con el simple título An autobiography.

Escribiendo siempre en primera persona Queca Elizabeth Sisniegas ofrece algunos datos de su vida. Nació en Morropón, Piura (Perú), el 27 de diciembre de 1947 de una familia de doce hermanos. Fue bautizada en la Iglesia católica al cumplir ocho años, algo inusual, toda vez que la Iglesia católica bautiza a recién nacidos. Las dos páginas siguientes están dedicadas a discutir el tema del bautismo tal como lo concibe la Iglesia católica.

Trasladada la familia de Morropón a Piura, ingresó en la escuela pública de la ciudad donde, además de los estudios normales recibía clases de catecismo. “El 2 de noviembre –cuenta Queca Woods– toda la familia tenía que ir al cementerio para rezar por las almas que sufrían en el purgatorio. Me aterraba”. La escuela secundaria la realizó en el colegio católico Nuestra Señora de Fátima. “Adoraba las clases de religión, –dice– estaba enamorada de las enseñanzas sobre Dios y deseaba convertirme en monja”.

Terminada la escuela secundaria la madre se las arregló para enviarla a una Universidad en Decatur, también católica, en Illinois, Estados Unidos, donde vivía su hermana mayor, Laila, casada.

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El amor, o los amores, empezaron a llegar. A los 17 años comenzaron lo que en Estados Unidos llaman cita, salida con un chico concreto. Tras diez meses en Decatur, con suficiente dominio del inglés, regresó a Perú. En una de sus playas apareció el amor en forma de hombre norteamericano. Decía llamarse Rick, guapo, 1,85 de estatura, muy varonil.

Cada cosa a su tiempo. Primero el flechazo, después el flirteo, en tercer lugar el cariño, después llega el amor, y sin esperar mucho, la boda, el matrimonio. En noviembre de 1968 Queca y Rick pronunciaron el “sí, quiero” ante el alcalde de Piura, en una ceremonia civil. Después de una preparación para el matrimonio, el sacerdote llamado David, norteamericano que oficiaba en Piura, celebró la ceremonia católica.

Rick decidió abandonar Perú y regresar a Estados Unidos. El matrimonio se instaló en California, a media hora del lugar donde el 9 de agosto de 1969 Charles Manson ordenó los crueles asesinatos. Entre las víctimas se encontraba la actriz Sharon Tate, miembro de la Iglesia de Cristo, embarazada de ocho meses y medio.

La empresa para la que Rick trabajaba en California cerró y el americano guapo encontró otro trabajo en Houston, Texas. Allí se trasladó el matrimonio con Tony, el hijo nacido en California, a quien bautizaron por el rito católico.

Trascendental en la vida de Queca fue la llegada del hermano menor, José Sisniegas. Graduado en la Universidad de Eastern (Illinois) con mención especial en la carrera de Geología. Durante el tiempo que estuvo con su hermana José asistió a una Iglesia de Cristo en Houston. Fue una visita fugaz, sin compromiso alguno. Algún tiempo después un miembro de dicha Iglesia, Larry Truelove, acompañado por otro joven de la misma Iglesia llegaron a la casa de Queca preguntando por su hermano, quien había manifestado interés por conocer la doctrina de la Iglesia de Cristo. José no estaba, pero tras una prolongada conversación, con la Biblia abierta, Queca y Rick decidieron integrarse a los estudios impartidos por Larry los martes de cada semana. Tras un mes de estudios Rick decidió ser bautizado para el perdón de sus pecados en abril de 1979. Un mes después, el 1 de mayo de 1979, Queca siguió a su esposo en las aguas del bautismo. Estaba tan emocionada por su bautismo que de inmediato llamó a su hermano José para darle la noticia.

Inspirada en las palabras de Jesús al endemoniado gadareno, “vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo” (Marcos 5:19), Queca inició la evangelización de la familia. El primero en ser bautizado fue el padre, entonces enfermo de cáncer. Luego siguió la madre, su hermana Teresa y otros miembros de la larga familia.

La entrega evangelística de Queca Woods no se apagó con el tiempo, más bien lo contrario, continúa sintiendo en su corazón y en su alma el fuego divino que encendió la vida del profeta Jeremías en tiempos de crisis espiritual.

En 1983 el matrimonio compuesto por Rick y Queca, con sus dos hijos, Tony y Denise, dieron otro salto habitacional trasladándose al estado americano de Washington. Allí Queca, iluminada con las enseñanzas del Maestro de Galilea, continuó su tarea evangelizadora. Utilizaba el sistema de estudios en las casas, donde cosechaba muchas alegrías, como la conversión de tres hermanas mormonas. Pensando en los millones de personas en el país donde había nacido, la gran mayoría fanatizados por la Iglesia católica, en junio de 1991 Queca lideró un grupo misionero para la evangelización de Perú. En el amplio domicilio de la madre fundó una ferviente Iglesia. Yo tuve la alegría de predicar allí en una de mis visitas a Perú el año 1998. Entusiasmada con el anuncio de mi visita, la madre llenó todos los lugares disponibles con sillas alquiladas, reuniendo a unas cien personas. Durante el tiempo de su estancia misionera en Perú seis miembros de su familia fueron añadidos a la Iglesia.

El libro de Job es un cúmulo de referencias en torno a por qué sufren los creyentes. Queca, entregada de cuerpo y alma a la obra de Dios, no estuvo libre de sufrimientos. El más fuerte de todos fue la muerte de su esposo, Rick, el americano guapo que conoció de muy joven, al que amó hasta el borde de la locura, considerando que en la locura hay también una fuente de amor.

En otros viajes a Piura, fue bautizado un sobrino y su hermano Javier, por el que José Sisniegas, el menor, había orado durante años.

En la última página del libro que he leído y comentado, Queca Woods escribe: “Esta ha sido mi vida con Dios y doy testimonio de que el Señor ha sido bueno”.

Por su parte, Daniel Díaz, profesor de inglés en escuelas públicas de Andalucía, en cuya traducción de este libro ha contado con la colaboración de su esposa Olta Kosta, da el siguiente consejo: “Mi deseo es que todo aquél que lea este libro y desee con humildad y sinceridad estudiar la Biblia, busque el conocimiento y la voluntad de Dios”.