El pepino armenio no es un verdadero pepino, pero muy probablemente es el fruto al que se refiere la Escritura en Nm. 11:5 e Is. 1:8.
Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; (Nm. 11:5)
El término hebreo de la Biblia para pepino es qishshú, קִשֻּׁא, (Nm. 11:5). Sin embargo, el texto de Isaías (1:8) que se tradujo por “melonar” o “campo de melones”, emplea también la misma palabra hebrea, qishshu'im, por lo que probablemente se refiere asimismo al terreno donde se cultivaban los pepinos armenios o amelonados.
De hecho, tanto los pepinos como los melones, las calabazas, los puerros, las cebollas y los ajos, eran vegetales que se consumían frecuentemente en Egipto y que los israelitas añoraban durante su peregrinación por el desierto.
El Dr. Tristram explicaba en el siglo XIX que, durante sus viajes a Tierra Santa, había observado las rudimentarias cabañas que construían los agricultores en sus campos para vigilar esta clase de pepinos y protegerlos de ciertos animales salvajes.[1]
Las hacían mediante cuatro palos de adelfa clavados en el suelo y cubiertos en su parte superior con ramas entrelazadas. Eran tan frágiles que, después de recoger la cosecha, solían derrumbarse parcialmente dando cierta imagen de desolación a los campos.
En el libro de Job se habla también de estas débiles barracas con estas palabras: Edificó su casa como la polilla, y como enramada que hizo el guarda (Job 27:18).
Existen muchas variedades de pepinos en el Creciente Fértil y es difícil saber exactamente a cuál de ellas se refieren estos versículos bíblicos. Sin embargo, hay dos especies presentes todavía en las tierras bíblicas que pueden coincidir con este nombre vulgar hebreo.
Se trata del pepino armenio (Cucumis melo var. flexuosus) -antiguamente llamado Cucumis chate, pero que en realidad no es un pepino verdadero sino un melón con forma de pepino- y el auténtico pepino o pepino común (Cucumis sativus).
Probablemente la Escritura se refiere al primero, al pepino armenio, que pertenece a la familia de las cucurbitáceas y se le denomina también alficoz o alpicoz, cohombro, pepino fino, pepino serpiente o melón serpiente.
Sus frutos tienen la forma de un pepino pero mucho más largos ya que pueden alcanzar hasta un metro de longitud. Son curvados, por lo que recuerdan a las serpientes, y su superficie está estriada longitudinalmente.
El pepino común (Cucumis sativus), que también es una cucurbitácea, es oriundo de India. Posee flores masculinas y femeninas en el mismo individuo.
El fruto es de tamaño variable, aunque mucho más pequeño que el del pepino armenio, cilíndrico, liso, de color verde y algo tuberculado cuando está verde.
Se consume crudo o elaborado como encurtido (pepinillos). Hasta el 97% de su peso está constituido por agua, el resto son carbohidratos, vitaminas del grupo B, C y K, así como numerosos minerales.
El teólogo inglés Thomas Le Blanc (1599-1669), comentando el salmo 91, se refiere también a las enramadas típicas de los campos hebreos mediante estas reflexiones:
“El término hebreo que nuestras versiones traducen aquí por “morar” (…) significa “pasar la noche”. Tiene por tanto un sentido de permanencia constante y de posada de los justos bajo el auxilio y protección de Dios. Pero este auxilio y protección de Dios no es como una choza en un melonar o un cobertizo en un viñedo, que es destruido y desaparece en un momento; o como una tienda plantada en el desierto y abandonada repentinamente por el caminante. Es una torre fuerte, un hogar paternal, el hogar del Padre más rico y poderoso, donde transcurre toda nuestra vida disfrutando de lo mejor.”[2]
[1] Tristram, H. B. 1883, The Natural History of the Bible, London, p. 442.
[2] Spurgeon, C. H. 2015, El Tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 1460.
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