La Poesía nos permite regresar hasta el Origen o proyectarnos hacia lo que está por venir.
En De aquí al cielo. (Poemas 1984-2021) se reúnen composiciones de tema religioso escritos entre esos años. Alfredo Pérez Alencart (desde Salamanca, España) y Patricia Gutiérrez Otero (desde Puebla, México) escribieron generosamente el prólogo y el epílogo del volumen, respectivamente. Se incluyen aquí fragmentos de ambos textos y cuatro muestras del libro. Los textos proceden de más de 20 poemarios. Este título se suma a Navegación del fuego (2003), Ruidos y sombras. Antología poética 1981-2013 (2015) e Itinerario cierto (2016). El diseño gráfico estuvo a cargo de Juan Rangel Delgado y Sandra Ramírez. El autor agradece el trabajo editorial de Casa Unida de Publicaciones a su directora, Maritza Macín.
I
Nace la palabra hecha verso bruñido cuando el alma necesita que todo recomience, que la luz sobreviva dentro de todo lo que ensombrece el tránsito existencial. Y esa palabra se pergeña y se anota para dejar constancia de lo que emociona o indigna al escriviviente. No es fácil hacer esta tarea de trasvase, máxime si se elige el temple de la Poesía como forma de comunicar (y participar) lo decantado desde el yo trascendental.
La Poesía nos permite regresar hasta el Origen o proyectarnos hacia lo que está por venir: solo así el canto es celebratorio, reinstalando lo sagrado sin reparar en la certidumbre de finitud que acompaña a quienes se desanclan de la fe. El poeta que asume su destino creyente ofrece sus frutos cual ofrendas para aproximar al hombre a la esfera de Dios, entroncando la poesía que escribe con la Poesía del Amado, baluarte eterno de salvación y esperanza.
II
La fe es una nostalgia intensa
de los momentos fundadores del ser
de la Palabra
dicha desde las entrañas del silencio
la fe se opone a la muerte
y grita su impotencia
afirmando la vida
que agoniza todos los días.
Así escribe el poeta que ahora presento, el mexicano Leopoldo Cervantes-Ortiz, junto a su cosecha de lo que sembró durante más de siete lustros: De aquí al cielo (1984-2021), un ofrecimiento ejemplar de poesía teológica, donde se advierte su pertenencia al Reino, pero también su clara pasión en contra de las sesgadas imposturas cúlticas (“Creemos superar el hábito religioso y los lugares comunes, / pero el lenguaje nos traiciona siempre”), centradas solo en la adoración y muy alejadas de la realidad que nos rodea: “Viene el Espíritu a derramar calor / en las gélidas estepas de la desolación / de la injusticia como forma de vida / del nihilismo anquilosado y yerto…”. […]
III
Estamos a la intemperie, pero buscamos la Fuente que trasciende lo mundano: los creyentes que se expresan poéticamente, o los poetas que se decantan hacia lo sagrado, se saben descendientes del Misterio y proclaman su religación con el fundador del Reino. Recordemos los versos de Rubén Darío “¡Torres de Dios! ¡Poetas! / ¡Pararrayos celestes, /que resistís las duras tempestades, / como crestas escuetas, / como picos agrestes, /rompeolas de las eternidades...”. Pero esta desocultación viene de muy atrás, especialmente cuando se trata de los profetas-poetas bíblicos.
Cervantes-Ortiz se reconoce de dicha estirpe y confiesa: “…somos misterio y hacia el misterio vamos / somos silencio y con la palabra regresaremos / el vacío que nos piensa y nos hace existir / está lleno de vida y de universo…”. El silencio hace posible la escucha e intensifica la presencia presentida del Amado, la distancia y aproximación a lo Absoluto: “… acaso el silencio sea la mejor plegaria, / capaz de tomar por asalto las alturas divinas”. […]
VII
Concluyamos. Leopoldo Cervantes-Ortiz ha reunido todo lo bueno que hasta 2021 ha ofrendado a Dios, tanto sus versos que atañen a la tensión espiritual del hombre como los que tratan sobre la justicia social, tan necesaria para quienes se reconocen seguidores del Amado Galileo, además de fervientes defensores de la inspiración divina del contenido completo del Libro de los Libros. Muchos lo pregonan, pero se centran en un cristianismo “genital” o en los pecados sexuales de otros; casi nunca se flagelan por los pecados sociales propios y de otros líderes a quienes, en la práctica, parecieran adorar al mismo nivel que a Dios. […]
No basta con mirar lo amado: hay que implicarse desde la desnudez esencial, el dominio del lenguaje y el abrazo genuino.
Éstas son las posesiones del teólogo Cervantes-Ortiz; éstas las muestras de su conciencia lírica.
*
Al final, Dios arriba, abajo, a la izquierda y un poquito, una nada, a la derecha. Dios adentro y Dios afuera, Dios mío y de todos. Dios teñido de carne, de rocas, de mar y de olores. Dios hombre, Dios Dios, Dios todo y Dios único. Alabado seas, murmura Leopoldo ante Jesús.
De aquí al cielo, ha titulado Leopoldo Cervantes-Ortiz a su poemario. ¿Dónde es aquí, dónde es el cielo? Ambos son dos lugares simbólicos necesarios para pensarnos y pensar la realidad. Aquí, es este ahora, este espacio del ser humano sobre una tierra en la que su vida transcurre. El cielo, como lo indica el poema “Sky or heaven?”, es ese lugar sin lugar que representa a Dios. […]
Oscilando entre momentos de alto lirismo espiritual en los que devela su propia manera de captar el misterio, con momentos de una necesidad de explicación racional y teológica, los poemas de De aquí al cielo muestran la ruda posibilidad de adherir y abrirse a Dios y a su Hijo por el Espíritu en un mundo secularizado.
[photo_footer]Alfredo Pérez Alencart[/photo_footer]
*
No, yo no necesito un testimonio de tu exacta, entreabierta existencia,
sino una prueba apenas de la mía.
Ah, Señor, tu silencio me aturde igual que la corneta del cazador perdido entre las nubes.
Olga Orozco, “¿La prueba es el silencio?”
No Señor, no necesito pruebas de tu existencia, ni que alguien me convenza de que estás allá arriba. Me basta el ritmo del corazón advenedizo y necio para saber que estás por ahí, agazapado y lento, asediándome todos los días con tu paciencia de santo, esperando la gestación de mis vocablos, la oración de mis pasos.
No, no tengo prisa en escuchar tu silencio porque resuena en mis oídos lerdos todo el tiempo. Siento tu respiración acelerada en mi oído, tu prolongada ansiedad. Caminas conmigo meneando la cabeza cada vez que mi ánimo se tensa y se pone religioso. Finges reír cuando en verdad te enfadan mis reincidencias místicas.
Por eso no necesito asegurarme de tu existencia: siempre estás ahí, tolerando mi falta de fe y estimulando mis inmersiones en el mar de la duda, del que siempre salgo cabizbajo y nostálgico. Tú te encargas de colocarme, cada vez, en el camino de la soledad y el silencio.
*
Ni siquiera merecen llamarse así.
Es mucho para ellos: aspirar a usurpar el membrete de teólogos es algo que no hace justicia a quien pretenden, risiblemente, “estudiar”.
Nadie en este mundo puede intentar sondear lo que habita dentro y fuera de lo sagrado, de la divinidad.
Aspirar su respiración, intuir sus colores o sus humores. Es imposible.
¿A nombre de qué salen a la calle y se presentan públicamente como “conocedores” de la fe que palpita en los corazones de algunos?
Con muchos trabajos saben lo que hay en el suyo, no nos engañemos.
La religión es un fantasma tan vivo que nos despierta todos los días con nuevas sorpresas. Y muerde, y se levanta y grita todo el tiempo, y se burla de sus ejercicios retóricos.
Es ubicua y lentamente se pone delante de cada quién en momentos impensables. Pero pelea su lugar y su nombre. La teología, entonces, no puede ocupar su lugar.
Pero si hemos de seguir siendo vanos, nos atendremos únicamente a los hechos.
*
Il n’est pas de pays
Plus nu que la prière
(No existe más desnuda región
que la plegaria)
Charles Le Quintrec, “Poder de nacer”
La plegaria es una voz que va y viene entre sombras nada nos da nada nos quita sólo saber que la palabra busca destino un lugar en el espacio donde asentarse y regresar cargada de futuro
la plegaria surge de las entrañas del aire del vacío de los pulmones y del ser ansioso por decir su nombre a un oído atrofiado por el tiempo pero ahíto de sentido
la plegaria va y viene lentamente por el espacio sin palabras de la noche y canta una alabanza que tal vez alguien escuche y reciba complacido
*
No me mueve, mi Dios, para perderte
el mundo que me das, por ya sabido,
ni me mueve el valor de lo sentido
para dejar, por eso, de quererte.
Tú me mueves, Señor, y al ofenderte
ya atribulado, ahí, ya sometido,
muéveme, así, el furor de lo vivido,
muévenme tus anhelos y la suerte.
Llévanme hoy tus manos y la espera
de saber que en el cielo hay un ara
donde el encuentro fiel no se temiera:
una ocasión fugaz porque te quiera
para gozar tu paz que, oh, desespera,
porque aunque quiero más, ya te quisiera.
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