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Hans Küng: teología ecuménica, crítica y profética

La ausencia de Küng marcaría prácticamente el fin de una “época clásica” de la teología escrita durante la segunda mitad del siglo XX y en dos décadas del XXI.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 09 DE ABRIL DE 2021 10:15 h
Hans Küng.

¿Por qué permanezco en la iglesia? Porque en esta comunidad de fe, crítica y solidariamente a la vez, puedo dar un sí a una gran historia, de la que vivo a una con tantos otros. Porque yo, como miembro de la comunidad de fe, soy Iglesia y no pienso confundir con la Iglesia con el aparato y la administración, ni dejar en sus manos la realización concreta de la comunidad. Porque en este momento, con los más poderosos argumentos respecto a las grandes cuestiones sobre el de dónde y hacia dónde, por qué y para qué del hombre y del mundo, tengo en ella mi patria espiritual a la que no estoy dispuesto a volver la espalda con más razón, por ejemplo, que a la democracia en el terreno político, a pesar de que, a su manera, es más maltratada y vilipendiada aún que la Iglesia.[1]



H.K, Por qué permanezco en la iglesia (1990)



 



Con el fallecimiento del notable teólogo católico suizo Hans Küng (nacido en Sursee en 1928) parecería que se cierra una amplia etapa del pensamiento cristiano de alto nivel. Acaso con la excepción de Jürgen Moltmann (nacido en 1926), y de Joseph Ratzinger (con quien mantuvo un amargo intercambio durante su pontificado), apenas un año mayor que él, que siguen activos, la ausencia de Küng marcaría prácticamente el fin de una “época clásica” de la teología escrita durante la segunda mitad del siglo XX y en dos décadas del XXI. Su vastísima obra, no exenta de controversias por haber tocado críticamente algunos de los asuntos más álgidos (la infalibilidad papal, el diálogo ecuménico efectivo, la ética mundial, la vida eterna, las posibles reformas en el catolicismo, la necesidad de abolir el celibato, la eutanasia, etcétera), lo ubicó como una de las mentes teológicas más atendibles. Desde los años en que hizo su doctorado sobre la obra del reformado Karl Barth, suizo como él, y con quien dialogó en profundidad sobre la justificación por la fe, su labor recibió mucha atención en todos los círculos cristianos, católicos y protestantes por igual.



Así se refirió Juan José Tamayo a las dimensiones de Küng como hombre de iglesia: “Fue un reformador, en continuidad con los grandes reformadores del cristianismo, que defendió un cambio de paradigma eclesial teniendo como referencia no los concilios de Trento y del Vaticano I, sino el Concilio Vaticano II; no el Código de Derecho Canónico ni la actual Constitución jerárquico-patriarcal del Estado de la Ciudad del Vaticano, sino el Evangelio; no la obediencia y sumisión al papa, sino el seguimiento de Jesús de Nazaret” (El País, 8 de abril).



Su fama rebasó las fronteras del espacio eclesial para granjearse la imagen de un pensador rebelde que fue castigado por su iglesia al negarle el estatus de “teólogo católico” por sus posturas cada vez más contestatarias que obligaron a la Universidad de Tübingen a crear un espacio académico, el Instituto, a fin de que pudiera seguir desarrollando su extraordinaria tarea de producción y difusión de las ideas que lo caracterizaron en la última parte de su vida: la necesidad de forjar una ética mundial en la cual las religiones mundiales pudieran tener paz entre sí y de esa manera contribuir a la paz planetaria. A esa inmensa quimera dedicó sus últimos años hasta que la enfermedad que lo aquejó le impidió mantenerse más visible y activo.



Xabier Pikaza, quien tuvo contacto personal con él, ha escrito lo siguiente para caracterizar las bases de su trabajo teológico:



Küng aparece ante algunos como un teólogo crítico, que habría ido en contra de todas las autoridades religiosas. Pues bien, paradójicamente, él ha vinculado crítica teológica e ingenuidad vital o confianza originaria. En el plano de la discusión teórica ha seguido y acogido la racionalidad cartesiana, la dialéctica de Hegel, las críticas de Nietzsche, los juicios negativos de Freud y del marxismo. Pero, antes de esa discusión, él ha interpretado la experiencia religiosa y en especial el cristianismo como un gesto de confianza originaria (Diccionario de pensadores cristianos).



Basta con pasar revista a su bibliografía para apreciar los alcances de su monumental erudición, pero, sobre todo, del proyecto teológico que lo ocupó incesantemente, además del largo tiempo que dedicó a la docencia. Formado en filosofía y teología en Roma y París, participó muy joven en el Concilio Vaticano II, cuya influencia no dejó de desarrollar nunca, pues buscó incansablemente su aplicación en los terrenos más complejos de la vida eclesial. De hecho, podría decirse que ése fue su esfuerzo permanente: llevar el aggiornamento (puesta al día) de la Iglesia Católica a todos los ámbitos en los que ésta debía modificar su pensamiento, acción y misión. Desde el momento en que fue nombrado por el papa Roncalli como teólogo conciliar en 1962 hasta sus últimos momentos, siempre resonó en su discurso la necesidad de aterrizar la visión renovadora de ese acontecimiento. Prueba de ello es El Concilio y la unión de los cristianos (1960; 1962 en español), en donde explica los propósitos básicos del Concilio y aborda algunos temas complejos tales como: “¿Por qué rechazó la iglesia católica la reforma protestante?” o “Ensayos católicos para la realización positiva de protestantes”.



Su profunda crítica al gobierno y manejo del catolicismo lo llevó, desde muy temprano, a escribir un libro tan denso y sólido como Estructuras de la iglesia (1962; 1965, dedicado a Karl Rahner), en el que revisa concienzudamente, desde el punto de vista del Concilio, las bases ecuménicas de la eclesiología católica, además de discutir el tema de los ministerios y la sucesión apostólica, incluso desde el punto de vista protestante. Acerca de Lutero, escribió:



En su libro: A la nobleza cristiana, especialmente importante para la teología conciliar, Lutero, como ya hemos visto, arranca del sacerdocio común de los fieles. Nada tiene que objetar a ello el católico. ¿Pero qué dice Lutero del ministerio? Según él, todos los fieles de Cristo tienen el mismo poder llegado de lo alto. La consagración por el obispo significa, por lo tanto, que alguno será separado de la comunidad y para la comunidad y que estará encargado por los otros de ejercer ese poder. Igual que diez hermanos, todos ellos príncipes y herederos igualmente legítimos, que escogen uno de entre ellos para administrar la herencia en su lugar; todos son reyes y tienen el mismo poder, no obstante, uno sólo contará con el mandato de los otros para administrar.



[photo_footer]Küng, a la izquierda, junto a Karl Barth.[/photo_footer]



En esa misma ruta están La iglesia (1972) y Mantener la esperanza. Escritos para la reforma de la Iglesia (1990; 1993), expresiones de una fuerte preocupación eclesiológica. Pikaza clasificó las obras de Küng en estas etapas o grupos:



a) Un tema de iglesias. H. Küng condenado. La Iglesia e ¿Infalible? (1970), “reflejan los puntos básicos de su eclesiología, que se distingue por la necesidad de un diálogo mayor con el mundo y de una democracia interna, superando el modelo actual de imposición jerárquica. Son obras que se hallaban todavía cerca del Vaticano II y que estaban animadas por un deseo de crítica y de transformación eclesial”. Fueron las que motivaron la condena de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1979, que le quitó la licencia eclesial para enseñar teología católica.



A juicio de H. Küng, la infalibilidad no ha de entenderse en sentido proposicional (centrada en las afirmaciones definidas como tales), ni individual (como propia del Papa separado de la Iglesia), sino como experiencia y certeza de “indefectibilidad y permanencia” de la Iglesia, que se encuentra simbolizada y concretada de un modo personal en el Papa, en cuanto habla en nombre y como signo de las iglesias. H. Küng piensa que la Iglesia es infalible (indefectible) como portadora del mensaje y de la promesa de salvación de Jesús en el evangelio.



A esas obras hay que agregar, más recientemente, ¿Tiene salvación la iglesia? (2013), que puso el dedo en la llaga sobre los males de la iglesia católica. Las palabras de su prólogo son enfáticas y sin concesiones: “Así pues, el papado no tiene que ser eliminado, sino renovado en el sentido de un servicio petrino de inspiración bíblica. Lo que sí debe ser eliminado es el medieval sistema romano de dominación. Por consiguiente, mi ‘destrucción’ crítica está al servicio de la ‘construcción’, la reforma y la renovación, todo con la esperanza de que en el tercer milenio la Iglesia católica, contra todas las apariencias, permanezca llena de vida”. Y también, Siete papas (2017), testimonio directo de su contacto y relación con los prelados de su tiempo, desde Pío XII hasta Francisco.



b) Tres investigaciones de dogmática estricta, en las que ha marcado las líneas básicas de su reflexión. La encarnación de Dios (1974), “obra de honda reflexión, escrita desde una perspectiva de diálogo con Hegel, para fijar mejor la identidad (trascendencia) de Dios y su manifestación/presencia en el mundo”. “Ser cristiano (1974), un libro en el que Küng ofrece una visión de conjunto del cristianismo, desde una perspectiva de fe y de compromiso activo”. “¿Existe Dios? (1978), constituye un tratado básico de teodicea, en diálogo con la filosofía moderna, desde Descartes y Pascal hasta Wittgenstein y otros filósofos del siglo XX. Küng sigue asumiendo ciertos elementos hegelianos, pero […] apela a la existencia de Dios desde la perspectiva de la confianza básica, en diálogo con todo el pensamiento moderno”. Otra obra que bien puede englobarse aquí



[photo_footer]Detalle de la portada de 'Música y religión'.[/photo_footer]



c) Obras de diálogo con las grandes religiones, especialmente con las monoteístas. Este proyecto apareció expuesto en el colectivo El cristianismo y las grandes religiones (1987). El judaísmo. Pasado, presente, futuro (1993); El cristianismo. Esencia e historia (1997) y El islam. Historia, presente, futuro (2006). “Estas tres obras ofrecen, por el momento, la mejor visión de conjunto de las religiones monoteístas”. A esta etapa pertenecen también los varios volúmenes consagrados a fundamentar su Proyecto de ética mundial, comenzando en 1990 y concluyendo con Una economía decente en la era de la globalización, en 2019. Esta última idea le permitió trascender las fronteras de lo estrictamente religioso.



y d) Última etapa. Otras obras. “Sus dos libros de memorias, Libertad conquistada. Memorias I (Madrid 2004) y Verdad controvertida. Memorias II (Madrid, 2009), que constituyen uno de los testimonios más significativos de la problemática teológica del siglo XX, desde la perspectiva alemana, en diálogo con gran parte de los teólogos de ese siglo desde K. Barth hasta J. Ratzinger”. Aquí hay que agregar Lo que yo creo (2011), una suma de lo esencial de su pensamiento religioso, sin olvidar el volumen dedicado a la música: Música y religión. Mozart, Wagner y Bruckner (2008). Se echa mucho de menos en español el que dedicó a varios escritores (Pascal, Gryphius, Lessing, Hölderlin, Novalis, Kierkegaard, Dostoievski y Kafka), junto con Walter Jens, Dichtung und Religion (Poesía y religión), de 1985.



Deben citarse, a su vez, Teología para la posmodernidad: fundamentación ecuménica (1987), Grandes pensadores cristianos. Una pequeña introducción a la teología (1995), La mujer en el cristianismo (2002) y Jesús (2017) como excelentes aportaciones en esos campos específicos. En 2008, y en edición de Karl-Josef Kuschel, profesor de la Universidad de Tübingen y vicepresidente de la Fundación Ética Mundial, se dio a conocer Existencia cristiana, una apretada antología de textos que abarca un amplio abanico de la obra de Kúng, dividido en 10 secciones. Allí es posible acercarse desde los textos más tempranos (sobre la justificación en Barth, el ser cristiano y la infalibilidad papal) hasta los más recientes, sin dejar de lado sus acercamientos a “La comprensión de Dios después de Auschwitz”, “Thomas Mann y la pregunta por la gracia” o “El misterio del cristianismo”.



Cerramos este texto con un fragmento de la sección “En qué hay que dar la razón a Lutero” de Grandes pensadores cristianos para advertir hasta dónde Küng fue capaz de dialogar con la teología protestante al grado de que, ahora, con su separación física, se ha dicho que en los círculos evangélicos se ha prestado más atención que en los católicos: “Por eso vale lo siguiente: si bien hay que celebrar que incluso Roma admita hoy que la doctrina de la justificación ya no debe separar, desde un punto de vista abstracto y teológico, a las Iglesias, no por ello hay que olvidar que Roma no ha sacado las consecuencias prácticas, relativas a las estructuras eclesiales, que para Lutero se inferían de tal doctrina. Mas aún, la dictadura a-espiritual impuesta hoy por Roma a los espíritus, esta otra vez en clara contradicción con los principios básicos de la Reforma y de la tradición católica (el papa no es superior a la Escritura). Para lo que Lutero quería, apoyado en el evangelio, se sigue teniendo en Roma poca comprensión”.



 



Notas



[1] H. Küng, “Por qué permanezco en la iglesia”, en Mantener la esperanza. Escritos para la reforma de la iglesia. Madrid, Trotta, 1993, p. 19.


 

 


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