Entendí una cosa esencial, hay algo más fuerte que la oración: ¡escuchar a Dios! Más fuerte que la perseverancia: la gracia.
Tengo en mi jardín un viejo muro de más de 2 metros de altura, feo y ¡malo! (¡Sí pues, porque impide que las florecitas se soleen!).
Decidí derribarlo con mis propias manos (soy el defensor de las florecitas). Con una violencia poco común (y también con una maza), golpeo ese muro de la sombra.
Al mismo tiempo, dentro de mi corazón, también reparto golpes de oraciones contra las paredes de mi vida, sus injusticias, sus sufrimientos recurrentes y otras miserias. ¡Me niego a aceptar el fatalismo, a vivir con él!
Media hora más tarde...
El muro: apenas un rasguño…
Yo: ¡derrumbado!
Eso se parece a algunas de las oraciones que hago desde hace tiempo y que todavía no se han realizado… además, ¿por qué en la Iglesia siempre son las mismas personas que se adelantan para pedir la sanación?
(¿¡¿?!?) ¿Será que para ellas no funciona?
Golpeo y tropiezo con mis razonamientos…
Observando la naturaleza, aprendí eso:
Una cosa pequeña, repetida fielmente, llega a ser grande.
Con perseverancia uno logra abrirse paso. Quién se abre el paso verá… Es un principio que aplico a mis disciplinas artísticas, entonces ¿por qué no a un muro?
Motivado sobre todo para combatir los muros de mi vida, decido dedicar una hora diaria para cumplir con ese trabajo a mazazos (¡en todos los sentidos!). Pues para derribar un muro en el mundo real, uno debe primero derribarlo en su mente.
¡¡¡Más que músculos, se necesita creer!!! La fe es nuestra fuerza… sin embargo mis esfuerzos parecen ridículos…
Al cabo de unos días, ¡por fin logro perforar el muro! Es extraño, antes de que un trozo del muro ceda, el sonido del impacto cambia…
Pregunta:
¿Significará que los golpes anteriores eran nulos? Mmm… pienso que todos cuentan, ninguna oración queda sin efecto…
¡Este agujero, como me alienta…! Pero bueno, tengo que confesar que no es gran cosa: – ¡¡¡Aahhhjj!!! ¡Ayúdame Señor!
Detrás de mi una voz me contesta :
- ¡Así no, compadre!
Me doy la vuelta y me quedo plasmado de encontrarme cara a cara con Whatamess (¡no es su verdadero nombre!). Es un amigo que normalmente nunca sale porque tiene una enfermedad de los huesos: si se llega a caer, se rompe en pedazos (¡¡¡y con más facilidad que mi muro!!!).
- Cava por debajo ¡ganarás tiempo! me dice, y se va.
Y yo:
- ¡¿Cava por debajo !? ¡¿Qué es lo k… !? vaya idea…( ¿?) ¡no era para nada mi plan…!
Sigo golpeando… pero el ruido no consigue cubrir mis pensamientos.
-¿Y si fuera Dios quien me estuviera hablando a través de Whatamess ?
Finalmente cavo por debajo, sujeto una cuerda del muro hasta mi coche, piso el acelerador a fondo y, muy rápido, ¡¡hago caer el muro!! (¡Tengo que actuar rápido porque de lo contrario, el muro aplastaría mi carro!) ¡¡¡BOOM!!! El muro se derrumba contra el suelo, el impacto es tan fuerte que mi pequeña familia sentada en el salón se sobresalta en sus asientos. Enseguida, tal como en el más hermoso cuadro viviente, se asoma a la ventana. ¡Su extravagante papá por fin lo logró!
Entendí una cosa esencial, hay algo más fuerte que la oración: ¡escuchar a Dios!
Más fuerte que la perseverancia: la gracia.
Una vez derrumbado el muro, me cuesta todavía varias semanas quitar con sudor (y con la pala) la tierra mala y remplazarla con buena tierra.
Cuando termino, miro mi obra, cojo un puñado de semillas de girasol, todas iguales, y las planto alrededor de mi taller. Aquellas que germinan en el lugar del muro ausente llegan a ser verdaderas flores gigantes (¡nunca he visto otras tan grandes!) que me alegran, así como a todos los transeúntes…
Y las moras que crecen en este lugar producen una cosecha excepcional para la mayor alegría de aquellos que se sientan en mi mesa.
Frente a sus buenos desafíos, aguanta porque el beneficio que resulta de ello es mayor que la prueba que requiere.
Mi muro físico ya no existe, pero mis muros invisibles siguen aquí… sigo orando (y escuchando…) y cada día me vuelvo más fuerte.
Algunos muros se agrietan, otros parecen invencibles… pero yo creo que mi Dios es más grande y, por muy duro que sea, sigo adelante…
"Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán". Salmo 126:5
Sea cual sea el muro que te toca derribar, resiste tú también.
¡Algún día caerá!
Escucho el canto de varios pájaros por encima de mi. El aire es suave y fresco. El olor del bosque me tranquiliza, me siento como en mi casa.
Entre los árboles frente a mi, una roca enorme, en parte escondida detrás de la neblina, tiene la cabeza hundida en el cielo azul que no puedo ver.
Dios está presente, tranquilo y silencioso. Me escucha… Antes de regresar al tumulto, gozo de una paz momentánea, preciada pero acesible a todos, tiene un solo precio :
Dejar sus hábitos y seguir adelante.
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