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‘Fe inquebrantable en la música: la propia manera de oír el mundo’, de Sergio Cárdenas (fragmento)

Una producción literario-musical en la que un reconocido especialista y practicante de este arte se solaza.

GINEBRA VIVA AUTOR 79/Leopoldo_CervantesOrtiz 06 DE NOVIEMBRE DE 2020 15:30 h

En ocasión de la presentación del libro el 7 de noviembre de 2020, como parte de los festejos del 50º aniversario de la Facultad Latinoamericana de Teología Reformada (FLATER)



 



Las palabras se van aún junto a lo indecible.



Y la música, siempre nueva, desde las piedras más vibrantes



construye en el espacio no utilizado su morada divina.[1]



Rainer Maria Rilke, Sonetos a Orfeo, X, versión de Sergio Cárdenas



 



Estoy convencido de que la música, cuyo lenguaje inicia cuando se agota la palabra, no requiere explicaciones. Mi intención, que también es mi esperanza, es acercar al lector a la música. Ésta se encargará de lo demás: de cercarlo, de arrobarlo y arroparlo, de colarse a su flujo sanguíneo para, con él, irrigar todo su cuerpo, de trascender ese mismo cuerpo y su cotidianidad, de brindarle beatitud.[2]



S.C.



 



Luego de algunos años de ausencia en el mundo editorial, sale a la luz un nuevo libro del compositor, director y maestro Sergio Cárdenas que lleva por título La propia manera de oír el mundo. Textos diversos, en cuya portada aparece Música acuática (1981), de Gustavo Aceves, obra plástica emblemática que lo ha acompañado desde hace muchos años y que aparece en su sitio personal. Este volumen se suma a los otros cuatro que, con una periodicidad variable, han marcado el feliz encuentro entre la pluma y la batuta de esta figura central del escenario musical mexicano y mundial: Estaciones en la música (1999), Un rap para Mozart (2003), Una dimensión no lineal (2010) y Amores idos, inconclusos (2013), en los cuales ha recopilado sus frecuentes e iluminadores acercamientos a cuanto llama su atención en el ejercicio de su disciplina. Todo ello sin contar los libros estrictamente musicales. Aquí estamos delante de una producción literario-musical en la que un reconocido especialista y practicante de este arte se solaza, y nos invita a solazarnos, a los legos y aprendices, en la forma en que articula y ha articulado siempre el discurso musical y la expresión escrita en un engarce gozoso y bien redactado para felicidad de quienes amamos las letras y la música también. Quienes amamos la explicación docta y amena de lo que representa una obra, un autor o una corriente en un contexto cultural amplio estamos de plácemes por esta nueva entrega de Sergio.



[photo_footer]Cárdenas con Sergiu Celibidache.[/photo_footer]



Sabedores sus lectores/as de sus gustos, aficiones y obsesiones, cada aparición bibliográfica representa la garantía de sumergirse en los mares de la delicia musical aderezada con el profundo conocimiento técnico, histórico, ideológico y estilístico de las obras y compositores incluidos en sus elucubraciones y sondeos. Mozartiano hasta la médula, sus indagaciones constantes sobre ese monstruo de la creación musical empatan con las obras que conoce de memoria y en las que encuentra deslices y resquicios, asomos y trances, visiones y posibilidades, que solamente él en su infatigable tarea es capaz de traernos hasta la mesa como un manjar pulcramente preparado para educar nuestros paladares ignorantes. Quienes tengan formación musical y, sobre todo, quienes lo han acompañado en tantas de estas lides nos llevan una gran ventaja, ciertamente, pero todos unidos recibimos como un sacramento los textos que Cárdenas nos ofrece con su sapiencia y apetito inagotables. En la cuarta de forros de Amores idos, inconclusos esboza una reflexión sobre los textos que escribe:



Aún a sabiendas de que todo lo que se escriba sobre la música brinda no más que un tenue atisbo de la totalidad de su contenido, con cierta frecuencia me gana la debilidad y emprendo el camino de la escritura ante la necesidad de manifestar lo que pienso, quizás como un intento por dejar clara una postura que aspira a compartir un convicción musical, que pretende inducir al lector a la vivencia musical desde una perspectiva auditiva probablemente diferente. No hay otro camino para experimentar la música que escuchándola de manera viva. Querer experimentar esa vivencia de manera plena exige una apertura auditiva y emocional, libre de prejuicios, para que —como escribe Rilke— la música sea “siempre viva” y siempre nueva.



Dado que en otro lugar quien escribe estas líneas ha esbozado un amplio retrato biográfico de Cárdenas, salpicado de observaciones colaterales que valoran su genio y los alcances de su trabajo[3], aunque es inevitable recordar rápidamente que ha sido el director más joven de la Orquesta Sinfónica Nacional y el único que ha hecho carrera permanente en Europa (dirigió la Orquesta Mozarteum) y Egipto (en donde dirigió la orquesta principal), además de que ha recibido las más altas condecoraciones que otorga su estado natal[4], este texto se reserva del derecho de concentrarse única y exclusivamente en el placer obtenido al reencontrar artículos ya conocidos, ahora contiguos de otros recientes y que forman así un extraordinario conjunto de 41 textos que se va desplegando durante casi 330 páginas, en cinco secciones. Otra historia consistiría en destacar sus logros como compositor de obras que han sido aclamadas en innumerables países, interpretadas por las orquestas y los directores más importantes. Y otra más, el estudio de sus innumerables traducciones de poesía, especialmente las dedicadas a Rainer Maria Rilke (1875-1926), una especie de “dios tutelar” que ha ejercido enorme influencia en sus no solamente ideas musicales (y a quien dedicó iluminadoras páginas en Un rap para Mozart), de soberbia factura, algunas de cuyas muestras aparecen en este libro, aunque en su blog (onomatopeyadeloindecible.blogspot.com) se incluyen libros completos, como las Elegías duinenses (1923). Ahora, en “Vibración que arrebata, consuela y ayuda” (2020), escribe: “Rilke parece decirnos que la música que nos arrebata, consuela y ayuda, existe desde que la poderosa interiorización de lo vivido, se manifestó temblando (vibrando) en el espacio vacío y, con ello, trasladó la vibración al espacio vacío mismo” (p. 59).



Esa estructura permite apreciar las zonas que atiende Cárdenas en cada sección: La propia manera de oír el mundo (8 textos); Hitos de la música (11 textos); Algunas vivencias (9 textos); Música mexicana de concierto (6); y Festival Internacional Tamaulipas y otros proyectos (7). La combinación de enfoques es rica y permite apreciar los diferentes niveles de lectura que propone el autor. Acaso la mezcla de elementos de divulgación musical, de análisis ideológico y cultural, de experiencias laborales y el recuento de tareas realizadas favorece que, al tener acceso al panorama planteado, el acompañamiento de la lectura va alcanzando progresivamente un primerizo “estado de beatitud” a que se refiere el autor en otros lugares. Los párrafos se suceden siempre con ese objetivo en mente, pues tal como le aconteció a Juan Villoro al presenciar a Cárdenas conduciendo la Orquesta Filarmónica de Querétaro: “Aunque había escuchado sus grabaciones y sus conciertos en la Sala Nezahualcóyotl, sólo entonces comprendí que Sergio Cárdenas dirige como quien encabeza una cruzada. La adversidad le parece un magnífico pretexto para divulgar su fe”[5].



Entre los artículos ya publicados, hay que ver bien de cuáles se trata: para empezar, nada menos que “La extensión de la fe mozartiana” y los dos dedicados a Brahms (“Brahms o el largo camino de la luz” [“A más tardar en el compás 477 del primer movimiento de la Sinfonía no. 2, en Re-mayor, op. 73, de Johannes Brahms, estará llorando quien ha oído hacia dentro de la obra, concentrado o cautivado irremediablemente por la oscuridad precedente. ¿Por qué llorar cuando llegamos a ese pasaje in tempo, ma piú tranquillo? ¿Es tristeza? ¿alegría? ¿decepción? ¿nostalgia? ¿triunfo o fracaso?”, p. 97]y “Brahms, exegeta de la esperanza”), quizá los textos con mayores alturas en toda la obra escrita de Cárdenas. ¿Por qué la afirmación tan categórica? Porque Sergio se ha sumado a la estela de grandes autores teológicos y filosóficos (Karl Barth, Hans Küng y Emil Cioran, entre ellos) que han celebrado con justeza y arrobamiento la obra mozartiana. Sus palabras van precisamente en esa línea, esto es, mediante una estrecha cercanía entre los argumentos teológicos y los estrictamente musicales, con absoluto conocimiento de causa, como cuando se refiere al Réquiem:



La fe mozartiana descrita en las dos cartas citadas arriba está muy alejada de la idea del catolicismo barroco de recurrir al miedo del cristiano ante un Dios terrible que se vengará de sus detractores el día del juicio final. Por ello, el Dies irae si bien contiene una gran carga dramática, así como una gran agitación en su estructura, me parece más una expresión de aquella absoluta confianza de Mozart en Dios, quien lo redimirá en el juicio final. Esta postura se refuerza en el Rex tremendae en el que Mozart describe la grandeza divina, muy semejante a las visiones del profeta Isaías, contraponiéndole la pequeñez de él mismo ante esa grandeza (p. 88).



Y, además, lo delicioso que resulta leer cómo se movía el músico austriaco entre las formas litúrgicas católicas y protestantes. También reaparecen ahora: “Bruckner: en busca del alma perdida”, “Una dimensión no lineal” (“…un tempo es un devenir, es decir, es un fenómeno vivo con sus atribuciones y características, mismas que un metrónomo sólo puede destruir o eliminar. Por ello sostengo en mi ‘Credo’ que ‘la música es tiempo sustraído del tiempo’. […] la vivencia musical es una vivencia trascendental y revelacional, tan incuestionable en su dimensión que llevó a Beethoven a decir que ‘la música es una revelación superior a todas las filosofías’: es algo que nos revela nuestro verdadero día, que lo vivimos en una dimensión no lineal”, pp. 41, 43, énfasis agregado), “Un juego de fuerzas puro” (“Exacto: nuestra conciencia estará en condiciones de vivenciar la música, de vivenciarla de manera simultánea en esa dualidad de realidades que son lo interior y lo exterior de nuestra existencia, sólo cuando el fenómeno musical ‘habite’ el espacio”, p. 51), etcétera. Sin olvidar los persistentes artículos que sigue dedicando a su gran maestro de dirección orquestal Sergiu Celibidache (1912-1996), como “Disipador de tinieblas” (2018), evocación entrañable de su magisterio en la que los detalles del aprendizaje perdido hasta el encuentro con él, son capaces de quitar el aliento. Entre las novedades hay textos de primera línea, como el que da título al libro, “Mostrar la propia manera de oír el mundo”, acerca de la aportación musical de México al mundo y otros aspectos.



La sección “Algunas vivencias” depara magníficas sorpresas como es el caso del correspondiente a la pintura Cristo-hombre, de Elvira Gascón, sobre la cual le preguntaba a Sergio hace algunas semanas, y cuya reconstrucción de sus características, pero sobre todo de la aportación estética de esta artista de origen español es imperdible. […]





Recapitulando, esta nueva aportación escritural de Cárdenas funciona de manera excelente para apreciar cómo reconstruye su periplo vital a partir de su labor como músico en todos los sentidos, es decir, como alguien que existe y sobrevive (lo uno por lo otro) gracias a ese don desde el cual experimenta la vida y el mundo. Su valor reside en la apropiación diacrónica y sincrónica de los grandes instantes vividos, de los cuales da fe armoniosamente en este volumen. Y aún debemos esperar otros logros similares en el futuro. Ésa es nuestra esperanza. Por mi parte, concluyo con unos versos a propósito de una imagen de este gran director en acción.



ESTABLECEN. ADVIERTEN. SOMETEN. 



Ojos que marcan el rumbo de la música, 



que la encaminan en su paso por el mundo. 



 



Ojos poseídos por la pasión de las notas 



distribuidas entre el caos cotidiano. 



 



Ojos que ordenan el paso, 



el ritmo de los sonidos bienamados 



por los que se transita en busca del misterio. 



 



Ojos que saben el destino 



de la música en el tiempo.



 



(Ojos de Sergio Cárdenas, 2018)



 



Notas



[1] S. Cárdenas, La propia manera de oír el mundo. Textos diversos. México, 2020, p. 52.



[2] S. Cárdenas, “Advertencia”, en Estaciones en la música. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999 (Lecturas mexicanas, cuarta serie), p. 15. Énfasis agregado.



[3] Cf. L. Cervantes-Ortiz, “Los hijos de Lutero en México: un recuento histórico con nombres”, en C. Mondragón González y C. Olivier Toledo, coords., Minorías religiosas: el protestantismo en América Latina. México, UNAM/CIALC, 2013 (Política y sociedad en América Latina y el Caribe, 17), pp. 257-264; y “Entrevista a Sergio Cárdenas”, en Protestante Digital8 de enero de 2016.



[4] Cf. José David Cano, “Sergio Cárdenas… más íntimo que nunca”, en Forbes México4 de diciembre de 2015.



[5] J. Villoro, “Prólogo pielroja”, en S. Cárdenas, Estaciones en la música. México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999 (Historia), p. 11. Énfasis agregado.


 

 


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