La fe no se hereda, no se puede imponer pero se ha de transmitir. Y ¿cómo hemos de transmitir esa fe?
Un fragmento de “Familias creativas y eficaces”, de Esteban Figueirido (Andamio editorial, 2011). Puede saber más sobre el libro aquí.
La fe no se hereda, no se puede imponer pero se ha de transmitir. Y ¿cómo hemos de transmitir esa fe?
En el libro de Deuteronomio 6:4-9; y 11:18-21 encontramos unas claras pautas para llevar esto a cabo:
1. En todo lugar (6:7, 9): “y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes... y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
En primer lugar podríamos hablar de la parte instructiva-formal: hogar, escuela bíblica, campamentos, conferencias, encuentros... En segundo lugar estaría también la parte vivencial: en el día a día. Es importante estar al tanto de lo que los niños aprenden en otros lugares fuera del hogar. Constantemente reciben estimulación y nosotros no estamos presentes pero es bueno saber qué están recibiendo fuera. Para ello es necesario preguntar, hablar con ellos, saber dónde y con quién están. Me preocupan los padres que no saben qué están aprendiendo sus hijos en la escuela dominical, por ejemplo.
Otro aspecto importante para mencionar tiene que ver con replantearse los castigos que incluyan la asistencia a ciertas actividades. No creo aconsejable castigar sin ir al culto o a actividades para jóvenes.
2. En todo momento (6:7): “y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.
Hay momentos puntuales, sistemáticos, para poder hablarles de Dios, compartir lo que creemos, como por ejemplo, los “cultos” en casa, los devocionales, las reuniones de la iglesia y las escuelas dominicales.
Hay momentos espontáneos, que son tremendamente valiosos, cuando vamos dando un paseo y comentamos sobre el Dios creador, cuando vemos con ellos una serie y les hacemos reflexionar sobre cómo encaja o no con nuestra fe, cuando oramos ante cualquier situación del día que sirve para hacerles entender esa dependencia de Dios y de su accesibilidad a todas horas y en todo lugar, etc.
Además añadiría los siguientes puntos clave para tener en cuenta a la hora de desarrollar ese arduo pero tan importante trabajo de transmitir la fe a las posteriores generaciones, a la encomendación de llevar el evangelio primero a Jerusalén, a los que tenemos en casa:
A) Dosis adecuadas a la edad
Esto exige conocer la edad y las características de dicha edad. Por ejemplo: ¿Cómo le explicarías el cielo a un niño de 5 años? No puedes darle la explicación que podrías dar a tu hijo de 10 años o de 18.
Debemos tener especial cuidado en no subestimar sus capacidades. No confundir la falta de habilidad para hablar de Dios con una incapacidad para pensar acerca de él. ¡Es que se ven tan pequeñitos...! Sin embargo, ¡cuánto tenemos que aprender de la fe de los niños! Y cuando les prestamos atención nos podemos sorprender de las muchas e interesantes preguntas que tienen. Algunas nos harán sonrojar, al ver que ni siquiera nosotros tenemos respuesta.
También es sumamente eficaz aprovechar esa curiosidad que tienen, esas constantes preguntas pesadas e irritantes. Podemos utilizar el juego y la imaginación, sabiendo que eestos son los mejores instrumentos para entender, ese es su lenguaje. Nuestras respuestas no han de depender tanto de una teología sino de lo que necesita el niño.
B) Demostrar evidencias que respaldan la fe
Hay diferentes vías para creer:
Percibir por los sentidos
Percibir por los razonamientos-lógicos
Hace falta consistencia, es decir, argumentos que fortalezcan y sean bases sólidas para la fe. La fe cristiana no es ciega, no se cree porque sí. Aunque existan cosas difíciles de entender es necesario tener una base razonable sobre la que se asienta esa fe, acompañarla de evidencias objetivas y subjetivas. Y eso no quita de asumir nuestras limitaciones para comprender todo, reconociendo que hay mucho a lo que nuestra mente no puede llegar.
¿Cómo responderías a tu hijo si te pregunta por qué la Biblia es Palabra de Dios? La necesidad de explicación cambia con la edad, con la personalidad y el entorno.
C) Dar ejemplo con la propia vida
Esto es lo de mayor impacto. Si hablamos de conocimiento, de consistencia, también tenemos que pensar en la imprescindible coherencia, como nos transmite la conocida expresión en la carta de Pablo a Timoteo cuando se refiere a su madre y abuela: “Fe no fingida” (1 Ti. 1:5).
D) Dejar espacio para la propia convicción personal
Con esto me refiero a que sea la propia niña o niño que llegue a sus convicciones personales sin imposición ni manipulación u otros tipos de presión. Aquí hablamos de confianza, es decir, confiar en que ellas o ellos respondan positivamente al llamado de Dios.
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