El pirata del domingo

¿Me apetece ir al culto o no? He estado dibujando hasta las cuatro de la madrugada y por una vez merezco levantarme tarde ¿no? Bah, como ya he abierto los ojos… y te va a sentar bien estar allí…

Me duermo de pie

(Un truquito para cuando se duerman durante el culto: digan de vez en cuando “amén” para que crean que están orando)… Confortablemente instalado en mi sitio favorito, no espero mucho del culto.

Ya he conseguido lanzar un comentario altamente espiritual a la atención de mi vecino:

- Qué agradable es la alabanza esta mañana, ¿no?

(De hecho, es perfecta, esta nana justo antes del mensaje)…

Pero… ¡Aj! ¡Qué fuerte! Ahora va y se sienta a mi lado un marginado… tiene toda la pinta de un pirata venido a menos, una pata de madera (no es broma), un ojo que parpadea por culpa del humo de una colilla apestosa, ya huele a cerveza y masculla a través de su barba (fuerte, pero no se le entiende nada)…

Durante el sermón, me cuenta su vida (¡definitivamente: dormir es imposible!)… semejantes a exploradores del ejército de justicia y decoro, los oyentes de la fila de delante nos han descubierto.

Ya sus miradas nos espían por encima de sus hombros amenazando con caer rápidamente sobre nosotros, poniendo fin a mi sentimiento de culpabilidad con un “¡Chiss!” inmerecido.

Entonces empieza esa canción de alabanza que habla del amor de Dios por nosotros… Y, bruscamente, todo se detiene en mi cabeza. Ha caído una lágrima de los ojos del pirata emocionado por el cántico. Estoy conmovido.

Por la noche, antes de dormir, le leo al azar una historia de la Biblia a mi pequeña Océane-Aimée (bueno, ella ha crecido mucho desde entonces)… Está en Lucas (capítulo 7, versículo 36) y para resumir, os la cuento a mi manera ¿de acuerdo?

Es la historia de Simón, el fariseo (un hombre respetado por la iglesia), que invita a comer a Jesús. Pero… ¡no!, ¡Qué horror! De repente una prostituta hecha polvo viene a estropear la fiesta… se lanza a los pies de Jesús, los empapa con sus lágrimas, los seca con sus cabellos, les echa encima un litro de Chanel número 5 y los cubre de besos. ¡QUÉ VERGÜENZA!

Simón y los demás fariseos están que trinan; ¿Cómo puede permitir Jesús algo tan escandaloso?

Pero esto es lo que Jesús respondió…

Simón, tú no me diste agua para mis pies (en aquellos tiempos se bebía por los pies… al menos eso me parece a mí)… no me saludaste con un beso y ni siquiera pusiste perfume en mi cabeza (vaya, esa es una costumbre que deberíamos adoptar en el trabajo, cuando huelen los sobacos de mis colegas …)

MIENTRAS QUE ELLA, SÍ… ella ha hecho eso porque le he perdonado sus muchos pecados y está muy agradecida. Pero tú no tienes ninguna consideración conmigo, no estás nada agradecido.

¡¡PLAF!!... ¿y yo, esta mañana, a quién me he parecido, a Simón o a la prostituta arrepentida?

Perdóname, Señor, hace ya muchos años que voy al culto… ¡Pero que a partir de ahora, cada vez que vaya, solo recibas adoración y gratitud!