Reconocida como una de las grandes poetas brasileñas de la actualidad, la aparición de este libro es todo un acontecimiento en el ambiente latinoamericano.
Siempre dije: la poesía es el rastro de Dios en las cosas
y cantaba el rastro,
cuando es a los pies que se debe adorar. […]
Quiero ofrecerme a la divinidad
en la más perfecta pobreza
y ella solo me recibe
en la más perfecta alegría.[1]
A.P., “El disparate”
Recién llegado de Buenos Aires (gracias a los buenos oficios de Gerardo Oberman), el volumen Poesía reunida, de la extraordinaria poeta brasileña Adélia Prado (nacida en 1935), en edición bilingüe, traducido por José Ioskyn, es un despliegue de audacia editorial y de la magnífica percepción de la editora Griselda García. Con poemas que van desde Bagaje (1976) hasta Miserere (2013), en realidad se trata de una compacta selección de poemas (174 pp.) tomados de la compilación dada a conocer en 2015 por la Editora Record. Los demás poemarios son: El corazón disparado (1978), Tierra de Santa Cruz (1981), El pelícano (1987), El cuchillo en el pecho (1988), Oráculos de mayo (1999) y La duración del día (2010). Ya nos hemos ocupado de Prado en estas páginas (“Adélia Prado: poesía y fe audaz en diálogo creativo”, 12 y 19 de abril de 2019) para dar fe de su peculiar estilo expresivo y abundante capacidad lírica.
Reconocida como una de las grandes poetas brasileñas de la actualidad (en 2014 recibió en Canadá el Premio Griffin por la Excelencia Poética y acaba de obtener el Premio Jabuti a la Personalidad Literaria del Año), la aparición de este libro, que se hacía necesario desde hace tiempo, es todo un acontecimiento en el ambiente latinoamericano, aun cuando ya se habían publicado algunas traducciones (El corazón disparado, en 1994, y Bagaje, en 2000). En Argentina, Poesía reunida fue recibido con entusiasmo; una de las primeras reseñas (con entrevista incluida) subraya:
La voz poética más reconocida de Brasil inaugura linajes y funda reinos desde Divinópolis, ciudad ajena a los centros donde se tramita la literatura canónica. Leer a Adélia Prado es un viaje por el goce puro de las palabras. La tristeza y la belleza comulgan sin estridencias en sus poemas de temática lírica y carnal, erótica y mística. ¿Hay algo más sensual y vital que sus versos? “En todo entierro lloro con un ojo solo. / Con el otro riego la porción de tierra/ donde suspiros, nostalgias y siemprevivas/ han de nacer y soportar insectos, / ciclo tras ciclo de sol, de lluvia, / calor de velas, frío de olvido. / Porque la vida es de hierro y nunca se acaba”, escribe Prado.[2]
En la entrevista, afirma: “La lectura de la Biblia me dio desde siempre las experiencias poéticas de sus fábulas, salmos, tanto a través de los profetas como en los Evangelios. Sin la palabra poética la Biblia sería un libro como cualquier otro, un libro más, y desaparecería. Los libros normativos pasan, los cánones se tornan enyesados. Los poéticos resisten al tiempo exactamente porque son poéticos, son el rastro de Dios en las cosas. Del Génesis al Apocalipsis algo divino nos es ofrecido como belleza y revelación”.
[photo_footer]Detalle de la portada de El corazón disparado.[/photo_footer]
En otra nota, Daniel Mecca habla así de ella: “Como una maga, Adélia toma las palabras y les da asombro. Decía Alejandra Pizarnik que cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. Lo que está detrás de la palabra es magia, pero también es trabajo sobre la palabra. La magia del poema es trabajo y vida reunida”.[3]
Heredera y continuadora de autores como Cecilia Meireles (1901-1964) y Carlos Drummond de Andrade (1902-1987, quien escribió con entusiasmo sobre ella en 1975, ante sus inicios “tardíos”: “Adélia es lírica, bíblica, existencial, hace poesía como hace buen tiempo, está dentro de la ley, aunque no en la de los hombres sino en la de Dios”). Daniel Gigena refiere:
Prado escribe poesía como si buscara esos granos de salvación, que a veces son granos de amor o granos de alegría, en un mundo donde retumba la “campana tartamuda” de la tristeza. Cuando Prado presentó su primer libro en Río de Janeiro, asistieron al acto Carlos Drummond de Andrade y Clarice Lispector, entre otras figuras del mundo literario de su país. La poeta de origen popular (su padre era trabajador ferroviario y su madre, ama de casa) había sido reconocida por dos de sus “dioses” de la literatura. El tercero era João Guimarães Rosa. […]
Un ritmo de antífona, de rezo cantado y de sermón se entremezcla con la voluntad de la escritora brasileña: seguir el rastro de la divinidad en las cosas.[4]
También fue amiga muy cercana del teólogo y escritor Rubem Alves (1933-2014), en quien influyó positivamente y cuyas citas de su obra fueron recurrentes. En una crónica recogida en A grande arte de ser feliz, Alves comentó creativamente el poema Orfandad[5] y un largo diálogo poético entre ellos puede verse aquí.
Guía, incluido en Bagaje, es uno de sus poemas más emblemáticos:
La poesía me salvará.
Lo digo con reserva porque sólo Jesús
Cristo es el Salvador, como escribió
un hombre —sin coacción alguna—
detrás de un crucifijo que trajo de recuerdo
de Congonhas do Campo.
Sin embargo, repito, la poesía me salvará.
Por ella entiendo la pasión
que Él vivió por nosotros al morir en la cruz.
Ella me salvará, como el color púrpura
de las flores cayendo sobre la cerca
perdona a la muchacha por la fealdad de su cuerpo.
En ella, la Virgen María y los santos apoyan
mi forma apócrifa de entender la palabra
por su reverso y captar el mensaje
por el emisario, según sus manos y sus ojos.
Ella me salvará. No lo digo a los cuatro vientos
por temor a los eruditos, la excomunión
y el escándalo de los débiles. Pero no temo a Dios.
¿Pues qué otra cosa es la poesía, sino Su Rostro golpeado
por la brutalidad de las cosas?
Sobre este texto, la poeta venezolana María Auxiliadora Álvarez escribió:
Al conjugar la estética cristológica con la ética del verbo, este segundo texto de Prado, Guía, humaniza lo sagrado y sacraliza lo humano, contraponiéndose estructuralmente a “Del reino de este mundo” (Piedad Bonnett) de donde parece emerger la imagen del Dios castigador e iracundo del Antiguo Testamento (al igual que emergió del primer Vallejo), e irreconciliar éticas y estéticas humanas y divinas.
Sin embargo, el primer texto de Prado, Hija de una ley antigua, coincide con el Del reino de este mundo en el terror de la insuficiencia humana frente a la fuerza aparentemente excesiva de Dios. Algunos versos son más racionales y otros más emocionales, pero todos entrecruzan por igual reversos de una intensa compasión, fragmentos del cuerpo o cuerpos enteros en (des)gracia, y alegorías de una amable naturaleza tal vez panteísta (des)nivelando lo humano y lo divino.[6]
El traductor y prologuista hace un buen resumen de los antecedentes y las tendencias místicas de la poeta, quien sin ser estrictamente una “autora religiosa” como tal, muestra a cada paso una visión cercana a lo sagrado mediante una intuición atenta siempre al misterio del mundo, de las cosas: “Los padres franciscanos le transmitieron el poder encantador de la palabra, la magia del sermón, la visión poética que entreteje con la Biblia. en este sentido, su formación parece más epifánica que dogmática. Pero a diferencia de aquellas incursiones místicas que en otros alcanzan cierto grado de locura, ella transmite la tranquilidad de quien ha encontrado algo permanente detrás del caos”.[7] Y la cita inmediatamente: “Tanto la poesía como los salmos son arte, porque van más allá de la experiencia; los salmos son poesía, todo lo que me relaciona con lago trascendental es religioso. En ese sentido un poema es un salmo y un salmo es un verdadero poema”.
Con esta antología será posible apreciar un poco más en castellano la amplitud de miras de una poesía arriesgada y sumamente original al momento de trasladar hacia la cotidianidad la búsqueda de la presencia de lo sagrado y la afirmación de la vida humana como valor supremo de la existencia. La profesora Genilma Boehler se acercó la poesía de Prado para dialogar con ella desde la teología queer de la argentina Marcella Althaus-Reid (1952-2009). En un resumen de dicho libro, sostiene:
Hay en el discurso poético de Adélia Prado una desviación transgresora porque raya en la teología. […] En Adélia Prado hay una construcción teológica que infringe lo que se resuelve en las teologías cristianas, particularmente en la teología proveniente de la Iglesia Católica, por el Magisterio, en las encíclicas y en los estudios teológicos definidos por la teología sistemática, pero no menos en las teologías propuestas por las iglesias cristianas evangélicas. […]
Sin mostrar estas preocupaciones, Adélia Prado reescribe una teología configurada en una nueva epistemología, basada en su visión de la vida y sus proyecciones místicas, que relacionan la sexualidad, el cuerpo, con la experiencia religiosa, pero sin preocuparse por la elaboración de una teología política. [...]
Desde esa perspectiva, lo que encuentro en la creación de Adélia Prado como innovación, analizando desde la perspectiva teológica, es la combinación de elementos excluidos por la teología formal, como la vida cotidiana de segmentos populares y empobrecidos y la sensualidad existente en el presente de cada sujeto construido poéticamente. La capacidad de subvertir los códigos teológicos y religiosos, comenzando por el rescate de la imagen de Dios —desde los códigos sexuales, del pulso de la vida, de los deseos y la naturalidad de lo cotidiano—, convierte a la autora en una transgresora o, según lo sugerido por Marcela Althaus-Reid, una poeta creadora de metáforas teológicas indecentes.[8]
Concluimos con algunos ejemplos de esta poesía sin par, en donde es posible advertir estas y otras intuiciones teopoéticas.
Gregoriano
¿Hay algo más sensual?
Los monjes en el canto llano.
Me abro como solo lo puede hacer
una flor toda abierta,
despierta la espumilla rosa
contra lo melancólico y lo gris.
“Un día veremos a Dios con nuestra carne”.
No es el espíritu quien sabe,
es el cuerpo mismo,
el oído,
el canal lacrimal,
el pecho aprendiendo:
respirar es difícil.
(Tierra de Santa Cruz)
Mujer al caer la tarde
Oh Dios,
no me castigues si digo
¡mi vida fue tan linda!
Somos humanos,
nuestros verbos tienen tiempos,
no son como el Tuyo,
eterno.
Así en la tierra como en el cielo
En esta hora de la tarde
cuando la casa reposa
la obra de mis manos
es esta cocina limpia.
Tan fácil
un día después del otro
y pronto estaremos juntos
en las “colinas eternas”.
Recupera mi cuerpo
un modo de bondad,
la que me vuelve capaz
de producir un verso.
¿Me comprendes, Altísimo?
Él no responde,
también duerme la siesta.
(Oráculos de mayo)
En un jardín japonés
Para el minuto de goce que llamamos Dios,
hacer silencio todavía es ruido.
(Miserere)
Notas
[1] A. Prado, Poesía reunida. Buenos Aires, Griselda García Editora, 2019, p. 105.
[2] Silvina Friera, “La poesía es el rastro de Dios en las cosas”, en Página 12, 23 de septiembre de 2019
[3] D. Mecca, Adélia Prado, la poeta que escribe como Harry Potter, en Clarín, 23 de febrero de 2020
[4] D. Gigena, La voz de la salvación, en Página 12, 26 de julio de 2019
[5] R. Alves, Meu Deus, me cura de ser grande!, en A grande arte de ser feliz. São Paulo, Planeta, 2014, pp. 22-28.
[6] M.A. Álvarez, La poesía me salvará, en Periódico de Poesía, UNAM,núm. 65, diciembre de 2013-enero de 2014. La traducción del poema es de Álvarez.
[7] J. Ioskyn, Adélia Prado, mujer concreta, en A. Prado, op. cit., p. 9.
[8] G. Boehler, Poesia, teologia e gênero: Adélia Prado e Marcela Althaus-Reid em diálogo, en Educação & Linguagem, año 11, núm.18, julio-diciembre de 2008, pp. 110, 111, 112. Versión: LC-O. El libro en cuestión es: Quando elas se beijam, o mundo se transforma: O erótico em Adélia Prado e Marcella Althaus-Reid. Río de Janeiro, Metanoia Editora, 2013 (Cuando ellas besan, el mundo se transforma: lo erótico en Adélia Prado y Marcella Althaus-Reid).
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