“Sidi”, de Arturo Pérez Reverte

Acaba de aparecer en librerías un tomo de David Porrinas, profesor en la Universidad de Extremadura y reconocido investigador de la guerra en la Edad Media, titulado El Cid, historia y Mito de un señor de la guerra. Una obra demoledora contra el Campeador.

En este ensayo desmitificador, tan erudito como apasionante, Porrinas sostiene que “es muy complicado depurar al verdadero Cid histórico de la leyenda tejida a su alrededor”. Subraya que “hay unas ideas fijadas durante siglos, unos clichés que cuesta desterrar”. Para Porrinas, el origen del Cantar del Mío Cid fue compuesto “a partir de versiones juglarescas entre finales del siglo XII y primeros del XIII y convertido en la obra cumbre de la literatura medieval española”. Según este profesor en la Universidad de Extremadura, el duelo del Cid con el padre de Jimena no aparece hasta el siglo XIV. El Cid real no tenía dos espadas denominadas Colada y Tizona, ni un caballo que respondiera al nombre de Babieca. No tuvo nada que ver con la muerte del hermano del Monarca. Sus hijas no se llamaban Elvira y Sol, sino María y Cristina. Además hubo un hijo varón. Tampoco existieron batallas ganadas después de la muerte. “Hasta puede decirse que nadie hubiera llamado Cid al Cid en toda su vida”.

La novela de Pérez Reverte coincide en algunos puntos con el libro de Porrinas, pero no niega los hechos que se le atribuyen al Cid. Es una mirada más, distinta, a las páginas de la Historia. Defiende el contenido de su novela en el siguiente párrafo: En el Cid “se funden de un modo fascinante la aventura, la historia y la leyenda. Hay muchos Cid en la tradición española, y este es el mío. No porque me lo invente, es que fue así. El Cid del destierro es un Cid que está empezando la aventura. Luego será leyenda viva”. Justificando el argumento de su novela, añade: “Esos primeros seis meses de exilio me interesan más, cuando sale con su pequeña tropa y empieza a buscarse la vida”.

Arturo Pérez Reverte es uno de los autores más importantes de la literatura española contemporánea. En la línea productiva de Lope de Vega y de Benito Pérez Galdós ha escrito 164 libros, novelas que han alcanzado la fama y ensayos que han obtenido premios. Sus obras han sido leídas por quince millones de personas. Durante veintiún años fue reportero de guerra, especialmente en Bosnia. Es miembro de la Real Academia Española. Próximo a cumplir setenta años comparte la vida en su Cartagena natal entre la literatura y la navegación por mar.

En entrevistas a distintos medios de comunicación, como la sostenida con Carlos Manuel Sánchez en la revista X.L. Semanal, las largas conversaciones con el enviado de National Geographic y otros, Pérez Reverte ha dado abundante información sobre su novela. La inicia con la salida del Cid de Vivar y a medida que va adquiriendo prestigio se le van uniendo hombres hasta formar una pequeña tropa. “Me interesaba, sobre todo, hacer una reflexión sobre el liderazgo, dice el autor murciano. Cómo gobernar a los  hombres en un mundo duro, cómo mandar, cómo hacer que tus hombres mueran por ti, cómo ser lo bastante hábil y diplomático en un mundo de gente peligrosa, para llevárselos al Huerto”.

Así se inicia la novela cuyas 371 páginas he leído a ratos en tres días, del 2 al 5 de noviembre 2019, según tengo anotado en la primera página en blanco del libro. 

El autor ambienta la novela en la frontera del Duero. Como en tantas otras obras suyas, convierte la leyenda en atractivas aventuras que prenden de tal manera al lector hasta imposibilitarlo de dejar la lectura. Pérez Reverte confiesa que en escribir el libro tardó año y medio. En gestarlo, toda una vida. Confiesa que en su descripción del cid “hay un 20-25 por ciento de verdad y un 75-80 que es leyenda. “He manejado las fuentes tanto cristianas como musulmanas”, dice. Añade: “No tengo interés en que sea de una forma u otra, aunque tengo tanto derecho como cualquiera e inventarse el Cid. Porque el Cid es inventado por todos, hasta Menéndez Pidal se inventó un Cid”.

En su novela Pérez Reverte escribe de numerosas batallas en las que pelearon el Cid y el puñado de hombres que le seguía fielmente. Unas veces a favor de Mutamán, rey moro de Zaragoza, otras contra su hermano, Mundir, rey de Lérida.

Tengo para mí que Pérez Reverte tiene intención de continuar en un nuevo libro las batallas del Cid. Lo deduzco porque en la última página de su fantástica y entretenida novela deja al Cid pensando con el rey Mutamán en las hermosas tierras de Levante y, concretamente, en la ciudad de Valencia. Y ya calcula las tropas que debía reunir llegada la primera. Además de soldados, “animales, carros, comida, armas. Había mucho que prevenir antes de que acabara el invierno”.

Es mi costumbre cuando leo un libro, sea del género que sea, subrayar frases o párrafos que me gusten. También lo hacía cuando leía Sidi. Me tomo la libertad de transcribir algunas de estas frases, pocas, para no cansar al lector.

“Los burgueses de Agarbe nos pagaron para cazar a esos moros”.

“Dios hace tajo parejo”.

“Rezar para que estén los moros en el paso y los pillemos haciendo la zalá, de cara a la Meca”.

“Un montón de estrellas se extendía hacia poniente”.

“Ser jefe consistía en eso; la capacidad de hacer planes y de convencer a otros para que los ejecutaran, aunque eso los llevase a la muerte”.

“La suerte que le deparase Dios, y no había suerte, buena o mala, que no dependiera también de quien la jugaba”.

“El sol iluminaba las tropas triangulares de los nidales”.

“Dios hace cumplir sus leyes, y estas incluyen la vida y la muerte. Nada podemos hacer para cambiar eso”.

Y muchas, muchas más que conservo para mí.