Paul Seebeck y Donna Frischknecht Jackson publicaron a fines de noviembre del año pasado, en la revista ‘Presbyterians Today’, un reportaje sobre el esfuerzo que ha surgido para devolver la voz a personas que participaron en las luchas reformadoras durante el siglo XVI, pero cuya voz ha sido silenciada durante largo tiempo. Se trata de rescatar los testimonios de quienes no alcanzaron la fama de los nombres más conocidos, pero cuya labor contribuyó sólidamente al avance de la transformación del rostro cristiano de la época. Se traduce aquí ese texto para su difusión en el ámbito de lengua castellana.

En 1519, Zwinglio se convirtió en el pastor de la iglesia principal de Zúrich. Muchas mujeres que escucharon los sermones y leyeron los escritos de los reformadores varones se inspiraron para hacer lo mismo: publicar sus puntos de vista. Sus escritos ahora están siendo descubiertos por una nueva generación de mujeres.

Construido en las antiguas murallas de la ciudad de Ginebra, Suiza, es un monumento donde los actores clave de un movimiento que desafió y cambió el paisaje religioso del siglo XVI, y los siglos venideros, son más grandes que la vida.

Al frente y al centro de este monumento, conocido como el Muro de la Reforma, se encuentran las figuras estoicas de piedra de Juan Calvino, Guillermo Farel, Teodoro de Beza y John Knox. Flanqueándolos, están Roger Williams, Oliver Cromwell, István Bocskay y Guillermo el Taciturno. También se presentan los nombres de Martín Lutero y Ulrich Zwinglio, como un testimonio de la marca que estos hombres dejaron en el mundo religioso.

Aunque impresionante, el monumento está incompleto. Faltan las caras de piedra tallada y los nombres grabados de muchas mujeres reformadoras como Argula von Grumbach y Ursula Weyda, quienes alzaron sus voces junto a sus pares masculinos, reclamando un cambio en las políticas de la iglesia. Sin embargo, la historia se está reescribiendo a medida que las mujeres del siglo XXI, como la Rev. Catherine McMillan, dan vida a las palabras eternas y oportunas de estas mujeres del siglo XVI.

Monumento a Argula con Grumbach.

[photo_footer]Monumento a Argula von Grumbach.[/photo_footer]

Los suizos desempeñaron un papel

La Rev. McMillan ha incluido las voces de muchos reformadores en sus conferencias en toda Europa, voces que no se habían escuchado antes en las historias de la Reforma. Ella, ministra de la Iglesia Reformada de Zurich, Suiza, tiene la Reforma en su sangre. Nacida en Escocia, se crió en Estados Unidos. Mientras asistía a la universidad en Davidson, pasó su tercer año en Francia, donde regresó después de graduarse para estudiar teología en Estrasburgo y luego en Heidelberg y Tübingen. Finalmente, obtuvo su Maestría en Divinidad en el Seminario Union de Richmond, Virginia, y fue ordenada como ministra de la Iglesia Presbiteriana de Estados (PCUSA, por sus siglas en inglés).

En 2016, fue nombrada por la Iglesia Reformada del Cantón de Zurich como embajadora de la celebración del 500º aniversario de la Reforma. El aniversario fue reconocido en todo el mundo en 2017, conmemorando el 31 de octubre de 1517 cuando Lutero, entonces profesor de la Universidad de Wittenberg, Alemania, publicó sus 95 Tesis en una puerta de la iglesia del castillo.

Mientras que para muchas iglesias de Estados Unidos las celebraciones del aniversario de la Reforma ya pasaron, la embajada de McMillan terminó este año con un servicio de adoración que conmemoró la Reforma en Zúrich, el 3 de noviembre (de 2019). El enfoque de ese servicio estuvo en el padre de la Reforma suiza, Zwinglio, quien en 1519 se convirtió en pastor de la iglesia principal de Zúrich, conocida como Grossmünster, y comenzó a predicar ideas sobre la reforma de la Iglesia Católica. “La mayoría de los presbiterianos no se da cuenta de que Juan Calvino obtuvo muchas de sus ideas teológicas a partir de Zwinglio”, dijo McMillan.

Mujeres “liberadas”

Al principio, en su papel de embajadora de la Reforma, que incluía dar conferencias y entrevistas en los medios, McMillan habló sobre lo mucho más perspicaz, humilde, humorístico y sincero que fue Zwinglio, en comparación con lo que había imaginado. “Era un verdadero profeta humanista y de justicia social, mucho más que Lutero”, y señaló que acompañó a los jóvenes de su pueblo para luchar en Italia como capellán. Allí los jóvenes lucharon como soldados de infantería mercenarios por el papa. “Fue testigo de la corrupción del sistema mercenario y comenzó a predicar contra él. Era bastante moderno en su pensamiento”.

Pero luego, en su investigación, McMillan comenzó a descubrir las voces de las mujeres de la Reforma que han sido silenciadas durante mucho tiempo: “En realidad eran teólogas y autoras, que se habían sentido liberadas al poder leer la Biblia por ellas mismas”. Y, con la creciente popularidad de la imprenta creada por Johannes Gutenberg a mediados de la década de 1400, las mujeres participaron en una discusión teológica publicando panfletos o “papeles voladores”, como los llamaron en Alemania, dice.

Pronto, McMillan comenzó a incluir a siete mujeres reformadoras en sus conferencias, incluida la primera mujer reformadora en Alemania, Argula von Grumbach (1492-1540).

Una defensora pionera

Von Grumbach, quien había recibido una Biblia de su padre cuando tenía 10 años, encontró gran consuelo siete años después, cuando sus padres murieron a causa de la peste, con cinco días de diferencia. Armada con el conocimiento de las Escrituras, quedó hipnotizada por lo que sucedía en Wittenberg después de que Lutero publicó sus 95 Tesis llamando la atención sobre las indulgencias y abusos de la Iglesia Católica Romana. Leyendo todo lo que pudo sobre ellas, entabló una animada conversación con Lutero a través de cartas. Pero discutir sus ideas pronto se volvió ilegal. Cuando nadie, incluido Lutero, salió en defensa de un joven profesor de la Universidad de Ingolstadt que fue encarcelado por enseñar ideas que aprendió en Wittenberg, Von Grumbach lo hizo.

Al escribir una carta abierta a la universidad, desafió al oponente más vehemente de Lutero, Johann Eck, que estaba en la facultad. Ella argumentó que, dado que Jesús habló con las mujeres, también deberían hacerlo en un debate público. También dijo que el joven teólogo debería ser liberada de la prisión porque no podía encontrar nada en la Biblia donde Cristo o sus discípulos encarcelaran, asesinaran o exiliaran a nadie. “Y cerró su carta con estas palabras: ‘No te escribí chismes de mujeres, sino la palabra de Dios, como miembro de la iglesia cristiana’”, señala McMillan.

El folleto fue una sensación de la noche a la mañana. Se reimprimió 12 veces en dos meses. Pero su popularidad también provocó una reacción violenta. La facultad de Ingolstadt no respondió a su carta, pero su esposo, quien era el gobernador del duque de Baviera, fue despedido porque no había impedido que su esposa publicara sus pensamientos. A pesar de verse sumida en la pobreza, Von Grumbach continuó escribiendo. En una carta al ayuntamiento, dijo: “Si muero, cien mujeres ocuparán mi lugar. Porque muchas son mejores lectoras y más inteligentes que yo”. Y eso fue lo que hicieron las mujeres.

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Voces valientes atacan

Dos años después de esa carta abierta, Ursula Weyda (1504-1570), de 20 años, siguió el ejemplo de Von Grumbach, publicando un folleto en el que argumentaba en contra del abad de Pegau, un monje benedictino en Sajonia, que había señalado como herejes a todos los que estuvieran de acuerdo con Lutero. Citando numerosos pasajes bíblicos, Weyda adoptó una postura sobre la Biblia, la Iglesia, el matrimonio y el celibato, denunciando los abusos de la Iglesia y la corrupción en las abadías. En respuesta, una persona anónima escribió un folleto publicado que sugería, dice McMillan, que las mujeres que hablan deben estar “sexualmente frustradas”. “Podría compararse eso con lo que se ve en las redes sociales. Si una mujer periodista o política dice algo valiente o escribe algo controvertido, es probable que sea atacada de manera sexista y misógina”.

A medida que reacciones como éstas se volvieron más comunes, las voces de las mujeres de la primera década de la Reforma desaparecieron gradualmente. Sus escritos comenzaron a ser censurados. Y dado que sus escritos no fueron tratados con el mismo respeto que los de los hombres, las personas tendieron a despreciar su valor.

Interés renovado

A medida que se acercaba el 500º aniversario de la famosa presentación de las 95 Tesis por parte de Lutero, los seminarios y universidades que no habían estado dispuestos a invertir dinero en investigar las voces de las mujeres comenzaron a escuchar a profesoras y ministras que decían que querían que se escucharan. Como resultado, en las últimas dos décadas, se han encontrado fuentes adicionales sobre las mujeres en la Reforma. Se han traducido más cartas y folletos escritos por estas reformadoras. Se han publicado artículos y libros, y la investigación continúa en la Universidad de Zurich.

Uno de esos libros es un conjunto de dos volúmenes escrito por Elsie Anne McKee, del Seminario Teológico de Princeton: Katharina Schutz Zell, que McMillan a menudo cita en sus conferencias. Mientras McMillan describe los desafíos de la libertad de conciencia y la libertad de fe que surgieron de la Reforma, afirma: “Demasiados reformadores no tuvieron la gracia de dar la misma libertad de conciencia a otras personas”, pero las mujeres reformadoras, como Zell, “fueron mejores en eso”.

Katharina se casó con el sacerdote Matthäus Zell en 1523. Los ciudadanos, sorprendidos al ver a casarse un sacerdote lanzaron insultos a la joven pareja. Zell respondió, diciendo en una publicación que se habían casado para promover la causa del evangelio y para edificar la iglesia. Llamó al celibato de los sacerdotes una farsa hipócrita, y escribió que conocía a los sacerdotes que habían embarazado a siete mujeres. “Se convirtió en una de las esposas del primer ministro en la historia”, observa McMillan. “Pero debido a que ambos creían que las mujeres también fueron llamadas al ministerio, Matthäus la nombró su asistente del ministro”. Katharina elaboró planes para un ministerio oficial de diaconado para mujeres, pero el consejo de Estrasburgo rechazó su idea.

Cuando los anabautistas fueron encarcelados en Estrasburgo por su fe, ella escribió que no era correcto perseguirlos. Zell también predicó en el funeral de una mujer que había seguido las enseñanzas de un anabautista, y la enterró. Ningún otro ministro haría el servicio sin proclamar que la mujer se había alejado de la verdadera iglesia.

Cuando su esposo murió en 1548, Zell predicó en su funeral junto a la tumba. Los intransigentes luteranos la querían acusar por violar la ley, por predicar como mujer, pero Zell respondió escribiendo una defensa pública de su sermón. Murió en 1562. McMillan se pregunta si la Reforma condujo a una mayor igualdad entre los sexos o simplemente a consolidar el poder patriarcal.

“Una de las ironías de la Reforma”, comenta, “es que la libertad recién descubierta no se aplicaba a las mujeres. Ahora su único papel dado por Dios era ser esposa y madre. Ya no tenían la opción de ser monjas. Curiosamente, la única mujer reformadora que también era princesa y gobernó sobre el principado de Hannover, Elisabeth von Calenberg-Göttingen, se dio cuenta de eso. Protegió los conventos en su territorio y permitió a las mujeres vivir como monjas protestantes”. Después de 30 años en el ministerio, pasar estos últimos tres años como embajadora de la Reforma ha hecho que McMillan esté ansiosa por releer la Biblia como un libro liberador.

“Estas mujeres me han enseñado a decir cosas que no son populares pero que se basan en la fe. Ha sido maravilloso volver a las fuentes, a los conceptos básicos de la gracia y la fe sola. Es una especie de espiritualidad, ya sabes, que te da coraje”.

McMillan también dice que no importa dónde se encuentre en el mundo, la gente se sorprende y le dice que pensó que no había nada nuevo que aprender sobre la Reforma. Uno de sus recuerdos favoritos llegó en la Universidad de Pretoria, Sudáfrica. Cuando terminó de hablar con jóvenes estudiantes de teología, un grupo de mujeres se le acercó. “Fue electrizante”, le dijeron. “Nunca habíamos escuchado esto. ¡Había feministas auténticas entre los reformadores!”. Sí había. Y si uno mira de cerca el Muro de la Reforma en Ginebra, el nombre de una mujer reformadora solitaria puede verse grabado en piedra: Marie Dentière. Se dice que ella alentó a las mujeres a estudiar la Biblia por sí mismas y a utilizar los medios disponibles para difundir la Palabra. También se dice que Dentière fue una molestia para Juan Calvino.

Una serie en video amplía la historia de la Reforma

En Estados Unidos se está llevando a cabo un diálogo sobre el impacto que las mujeres reformadoras han tenido en la historia, y su influencia que continúa influyendo en las mujeres en el ministerio de hoy. Un grupo de presbiterianos, dirigido por la Rev. Dra. Elizabeth Hinson-Hasty y el Rev. Landon Whitsitt, están trabajando en una serie de videos llamada Expandiendo el relato. Hinson-Hasty, profesora de teología en la Universidad de Bellarmine, en Louisville, Kentucky, ha enseñado sobre el tema de las mujeres reformadoras. Whitsitt, ejecutivo del Sínodo de América del Centro, es parte del proyecto Theocademy del sínodo, que produce videos que van desde “Capacitación de líderes” hasta “Teología 101”.

“La serie de videos se está produciendo debido a la necesidad de recursos actualizados, incluidas las mujeres y la Reforma histórica, así como recursos relacionados con teologías feministas, mujeristas y otras teologías liberadoras”, dijo Hinson-Hasty, y agregó que la idea surgió de la Encuesta 2016 sobre género y liderazgo de la PCUSA.

El otoño pasado, se grabaron dos de los seis videos planeados en el Seminario de Louisville. Hinson-Hasty abrió la discusión al reflexionar sobre el papel de la mujer en la Reforma, específicamente en Suiza y Alemania. La conversación se amplió para incluir voces de reforma que no se escuchan con frecuencia. Entre ellos estaban el reverendo Enikö Ferenczy, asistente pastoral de la Iglesia Presbiteriana de Southminster, cerca de Richmond, Virginia, y un ex líder religioso en la Iglesia Reformada de Hungría, quien habló sobre las mujeres como reformadoras en el contexto centroeuropeo. La reverenda Carmen Rosario, pastora interina de la Primera Iglesia Presbiteriana de Habla Castellana de Brooklyn, Nueva York, habló sobre las mujeres en España durante la época de la Reforma. El reverendo Jieun Kim Han, asociado de asociaciones y formación misionera en Misión Mundial, habló sobre el contexto de las mujeres presbiterianas coreanas. Y la Revda. Angela Johnson, pastora de la Iglesia Presbiteriana Grace Hope en Louisville, exploró las contribuciones de las mujeres afroamericanas y la necesidad de una reforma.