Notas de viaje de José Luis Arredondo.
Recorrer Turquía es una delicia. Es retroceder en el tiempo al contacto con las construcciones, monumentos y vestigios antiguos, testigos materiales de un mundo brillante, próspero y culto.
Entrar en la antigua Anatolia o Asia Menor es abrir las páginas del libro de los Hechos de los Apóstoles y acompañar al apóstol Pablo en sus viajes a través de las más importantes ciudades del siglo primero de la era cristiana, algunas con su prosperidad y desarrollo, otras simples ruinas, pero como una prueba clara del paso del hombre por la tierra.
Sus mares la rodean como una madre a sus hijos con sus tiernos brazos. El mar Negro, el mar de Mármara, el mar Egeo y el Mediterráneo. Su desierto está perfectamente compensado por esos mares que la abrazan.
Estambul, ciudad de los emperadores. ¡Hermoso lugar! Sus palacios, mezquitas, fortalezas, torres, museos. Su gran bazar, con 4.400 establecimientos comerciales. El mercado de las especies.
¡Qué gratificante para el alma recorrer el estrecho del Bósforo en una de las barcas que van del cuerno de oro al mar Negro!
Ankara, capital de Turquía, con su principal atractivo en el mausoleo a Ataturk y los diferentes monumentos erigidos al líder de su independencia. Ciudad moderna, con mucha influencia occidental.
En la región de Capadocia, formada por varios pueblos, se encuentran ciudades subterráneas, cavadas por los antiguos habitantes para defenderse de los árabes.
Kaymaklí, es una de ellas, con capacidad para 20.000 habitantes; se localiza a 70 kms al sur de Nevsehir. Ciudades como estas también fueron hechas por los cristianos del siglo I, que huían de las persecuciones romanas y se fueron a refugiar en esta parte de la antigua Asia Menor.
En esta región se lspaso por la llama “Ruta de la Seda”, como el caravasar Selyúcida de Agzikarahan.
Entre los pueblos más conocidos están Uchisar, Ürgüp, Göreme, Avanos, Ortahisar, Kisehir, en los cuales se encuentran antiguas construcciones o excavaciones en las rocas, adornados sus interiores con pinturas rupestres sacras.
El llamado “Camino de las Hadas” o “Chimeneas de las Hadas”, por las rocas tan grandes con formaciones naturales parecidas a las sombrillas, como si tuvieran una gran tapa en su parte más alta.
Konya, antigua Iconio, una de las primeras ciudades visitadas por el apóstol Pablo en su primer viaje misionero, donde, junto con Bernabé, hablaron con denuedo (Hechos 14:35), pasando luego a Listra, ante la amenaza de ser apedreados.
Uno de los edificios más notables y también más visitados es el mausoleo-museo de Mevian, erigido a la memoria del místico-poeta y santo Meviana Celaleddin Rumi, maestro de la orden de los Dervisci danzarines, sepultado en este mismo lugar.
En Pamukkale, antigua Hierápolis (ciudad santa) se encuentra “el castillo de Algodón, cascadas formadas a través de siglos, producto de aguas termales de Calcáreas y que en forma de vasos permiten caer el agua lentamente, deslizándose por todas partes, creando estalactitas con figuras caprichosas llamativas.
Éfeso, ruinas ahora y esplendor antiguo. La imaginación y la vista en juego, en compañía ambas, mostrando que la gloria del hombre es como la flor de la hierba (Isaías 40:8 y 1ª Pedro 1:24).
Pedazos de mármol reacomodados nos muestran la habilidad de los antiguos artesanos y la facultad creativa de los arquitectos al ver la Biblioteca de Celso, con sus estatuas, entre ellas la de Sofía; la fuente de Trajano; la calle de los Curetas, bloques de mármol con figuras semidestruidas.
Y el teatro, edificio de gran importancia por el suceso bíblico (Hechos 19:23-41) relacionado con los mercaderes que vendían figurillas de plata del templo de Diana, una de las siete maravillas del mundo antiguo, siendo de los negocios más prósperos de la ciudad, pues todos los extranjeros compraban sus templecillos como recuerdo de la visita a Éfeso.
Debió haber sido imponente el momento en que todos los reunidos en el teatro gritaban a una voz: ¡Grande es Diana de los Efesios! Y muy triste también pues la gran mayoría no sabía ni siquiera el motivo por el que gritaban, ni siquiera por qué estaban allí.
En una parte de la ciudad se localiza la casa de San Juan, el apóstol, al menos eso se cree. En ese lugar se encuentra un bautisterio cavado en el suelo, con escalones por dos de sus lados y un círculo en medio.
Se supone que Juan entraba por un lado y quien iba a ser bautizado entraba por el lado contrario, bajando ambos los escalones y coincidiendo en el circulo central, con espacio suficiente para sumergir acostado al que estaba siendo bautizado.
Esta es una prueba clara de la forma en que bautizaron los apóstoles, por inmersión.
La casa que supuestamente fue habitación de María, madre de Jesús, se localiza en una colina de Éfeso. Es una casa de ladrillo, estilo rústico, con arcos, de construcción sencilla y superficie pequeña.
Para llegar a ella es necesario subir la montaña; generalmente en autocar o coche y luego de cierto punto hay que caminar. Una inscripción da a conocer las fuentes tomadas en cuenta para considerar que realmente vivió allí María.
Pérgamo es también una ciudad en ruinas. Famosa por su gran biblioteca, que después de la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, pasó a ocupar el primer lugar en esa época.
También se encontraba aquí el templo de Esculapio, dios de la medicina, en cuya entrada se exhibía un anuncio que decía: “En nombre de los Dioses, aquí la muerte no entra”.
Para sus curaciones se echaba mano de la hipnosis, sugestión, baños de sol y de aguas termales. Al entrar un enfermo se le hacía pasar por un túnel, el cual tenía pequeñas ventanas en la parte superior y desde afuera algunos médicos y enfermeros le decían que se iba a curar.
Estas frases resonaban en el interior del túnel y su finalidad era sugestionar al enfermo para motivar en su ánimo y en su espíritu la certeza de que iba a sanar.
El enfermo que ingresaba a este sanatorio se incorporaba a una nueva forma de vida, con una esmerada atención, no sólo en su enfermedad o padecimiento sino en general, pues había diversas actividades en que participaba, pasatiempos, distracciones, paseos, etc.
Una forma de atención que muchos hospitales y sanatorios en la actualidad deberían imitar para tener mejores resultados. He escuchado de muchos médicos que, en una gran parte, la curación de un enfermo depende de la fe que el mismo tenga en que va a ser curado.
Los Evangelios nos muestran muchos casos en que Jesús, ante la fe de una persona, la sanaba, a ella misma o a otra por la fe de ésta.
Esmirna, hoy Izmir, junto con Pérgamo y Éfeso, tres de las iglesias del Asia Menor a las que fue enviado el Apocalipsis, escrito por Juan en la isla griega de Patmos.
No es una ciudad que guarde una gran riqueza en monumentos y construcciones en comparación con Éfeso y Pérgamo, pero tiene una gran desarrollo industrial y comercial hoy en día.
En esta, como en otras ciudades de Turquía, aún existen funcionando baños turcos de los siglos XII y XIII, donde los turistas llegamos a disfrutar de las aguas termales y de las aguas azufradas, aguas medicinales.
Hablar de Bursa es referirse a la industria de la seda. La ciudad turca que más cultiva y explota esta rama de la producción.
Es admirable ver el proceso completo, desde que el gusano produce los hilos y las hábiles manos de los artesanos los juntan en madejas, las tiñen y elaboran todo tipo de prendas, los más preciados tapetes y alfombras, tan estimados en todas partes del mundo, algunos de ellos son verdaderas obras de arte. ¿Quién no se jacta de tener un tapete o una alfombra de seda?
Dos mezquitas sobresalen en esta ciudad, la llamada Ulu Cami o Gran Mezquita, en cuyo centro, parte baja, se encuentra una fuente, algo que no he visto en ninguna otra mezquita en las ciudades musulmanas que he visitado; según dicen, esta fuente no se considera parte de la mezquita, aunque está dentro de ella, delimitada por un barandal que la circunda.
La otra es la mezquita verde, Yesil Cami, para muchos la más hermosa de la ciudad.
Luego de Bursa y para regresar a Estambul, haciendo más corto el camino subimos a un barco, del puerto de Tocular al puerto de Eskihisar, cruzando el mar de Mármara, un bonito recorrido, aunque breve.
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