Cornelio, por Félix González

Según algunos comentaristas del Nuevo Testamento, Cornelio fue el primer gentil convertido al cristianismo. Descendía de una ilustre familia romana. Tenía el cargo de centurión otorgado por el gobierno de Roma, es decir, mandaba sobre cien hombres. Como señal de autoridad el centurión romano solía llevar una pequeña vara con la que castigaba a los soldados cuando éstos infringían las leyes. Aunque era pagano, Cornelio simpatizaba con la religión judía. No estaba circuncidado, pero guardaba algunos preceptos del judaísmo, como practicar la oración según la liturgia judía. Lucas, autor del libro de los Hechos, destaca su sensibilidad espiritual:

“Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre”.  (Hechos 10:1-2).

Félix González escribe una biografía de Cornelio que abarca los 34 versículos que le concede Lucas en el capítulo 10 de su libro sobre los Hechos de los apóstoles. En mi opinión se trata de una biografía magistral, distinta, profunda, completa. Páginas abiertas a los fondos abismales de la historia de la Iglesia primitiva.

Escribe el autor que “la historia de la conversión de Cornelio y toda su casa -todos ellos gentiles- muestra que la salvación no es para un grupo concreto, sino para todos los hombres, sin distinción de raza o nacionalidad”.

Continúa González destacando que la conversión de Cornelio indujo a otros a entregarse a Jesucristo. Fue ejemplo de marido y padre; indujo a la esposa y a los hijos, posiblemente también a los criados que abrazaran la fe del crucificado.

Otra lección en estas páginas introductorias es que Dios oye las oraciones y responde según sus juicios. Estamos en el capítulo 10 en el libro de Los Hechos de los apóstoles escrito por Lucas. Téngase esto en cuenta para las referencias que citaré a lo largo de este comentario. El versículo 2 afirma que Cornelio “oraba a Dios siempre”, en el 4 un ángel le dice: “tus oraciones han subido para memoria delante de Dios”. Una verdad que han experimentado creyentes a lo largo de siglos. Sigue el ángel: “envía ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro” (versículo 5); tres hombres enviados por Cornelio emprenden camino y llegan a la ciudad. En el preciso instante en que entraron en Jope, el apóstol Pedro subía a la terraza de la casa en la que se hospedaba. Allí tuvo visión del cielo abierto. Un lienzo bajaba desde las alturas “en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo”. El pescador de Galilea convertido en apóstol oyó la voz de Dios que le ordenaba: “mata y come” (versículo 13), a lo que respondió Pedro: “Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda he comido jamás” (versículo 14). La visión se repitió tres veces y concluyó con una amonestación del cielo: “lo que Dios limpió, no lo llames tú común” (versículo 15). A la vista del texto bíblico, González comenta: “La visión del lienzo que descendía del cielo lleno de toda clase de animales y la voz divina eran un anuncio de la salvación que Jesús había obrado no sólo para los judíos, sino para todos los pueblos de la tierra”.

Cuando Pedro estaba perplejo por la visión los tres hombres enviados por Cornelio llegaron a la casa y llamaron a la puerta. Otra vez la voz del cielo que decía a Pedro: “Tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos porque yo los he enviado”. Pedro desciende, ve a los hombres y pregunta: “Yo soy el que buscáis; ¿cuál es la causa por la que habéis venido?” (versículos 19:21).

Lo primero que hace Pedro es ofrecer hospitalidad a los visitantes. Después escucha los motivos del viaje. Ellos empiezan alabando a Cornelio, explican al apóstol el mensaje que recibió del ángel y piden que les acompañe a su casa, lo que Pedro hizo con agrado: “Al día siguiente, levantándose, se fue con ellos” (versículo 23).

Después de leer la larga historia con detenimiento Félix González se detiene en el camino que recorrieron los enviados de Cornelio hasta llegar a Jope, unos cincuenta kilómetros, y reflexiona así: “¡Cuán importante es que nosotros sepamos que el camino que estamos andando es el camino del Señor!”. Una característica buena en las biografías que escribe el autor de esta es que no sólo hace de historiador, también de maestro espiritual. Expone los hechos como se encuentran en la Biblia, pero de ellos deduce lecciones espirituales que apuntan a nuestra vida cristiana, lecciones dirigidas a instaurar o restaurar nuestra vida conforme la voluntad de Jesús.

El último capítulo de esta bella y amena biografía lleva por título Nueva Vida. Pedro llega a casa de Cornelio y predica un sermón a “los muchos que se habían reunido, parientes y amigos más íntimos” de Cornelio (versículos 24 y 27). Las palabras de Pedro al selecto grupo de oyentes incluyen desde el versículo 28 al 43 en este capítulo 10 de Hechos. Y ocurrió el milagro:

“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso”. (Hechos 10:44).

Ante tan tangibles pruebas de la intervención divina a través de la tercera persona de la Trinidad, Pedro reaccionó como Jesús le había enseñado.

“Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días” (Hechos 10:47-48).

Concluye Félix González: ¡Con cuánta alegría se sometió Cornelio a este acto! ¡Con cuánta alegría vio cómo toda su familia participaba con él de lo mismo! Sus anhelos espirituales tenían con aquel bautismo su plena satisfacción. Sus oraciones habían sido oídas. Dios le había recibido como hijo. Desde ese instante era un miembro de pleno derecho en la iglesia del Señor. La promesa que recibió del ángel, y que le aseguraba que sería salvo él y toda su casa, acababa de tener fiel cumplimiento”.