En 18 breves capítulos, González destaca los temas más importantes de esta conmemoración única e irrepetible en las páginas de la Historia, la Navidad.
¡Que otra vez sea Navidad! Que termine esta decadencia, esta muerte, esta ruina. ¡En marcha, pastores, rumbo al profundo Oriente! ¿No veis iniciarse ya el día y la aurora? ¿No veis iniciarse brillar sobre Belén el sol recién nacido?
Sigrid Undset, novelista noruega, Premio Nobel de la Paz.
Félix González detiene momentáneamente sus estudios sobre San Pablo y se adentra en el tema de la Navidad. Lo hace, dice, “porque la Navidad es una fiesta maravillosa, entre otras razones porque en ella Dios nos imparte tres lecciones capitales para nuestra vida. Tres lecciones que contrastan notoriamente entre la manera de ser de Dios y del hombre”.
La primera lección es que “el hombre quiere ser rico y en Navidad Dios se hace pobre”. Segunda lección: “El hombre quiere subir al cielo, en Navidad Dios baja a la tierra”. Y tercera: “El hombre quiere ser Dios, en Navidad Dios se hace hombre”.
En 18 breves capítulos González destaca los temas más importantes de esta conmemoración única e irrepetible en las páginas de la Historia. Belén, la ciudad elegida. Los problemas que se dieron entre José y María al enterarse él que ella estaba embarazada, problemas que quedaron resueltos mediante la intervención divina. Las circunstancias sociopolíticas de un pueblo invadido por la poderosa Roma. Llegó la hora en la que Dios incidió en la historia del hombre y lo hizo enviando al Hijo al mundo. Nada hay imposible para Él. Aquella vieja historia del mesonero y el mesón, o el posadero y la posada. La noche, que según Unamuno fue nuestro día. “Ahora el árbol de Navidad irradia su luz en comercios, hogares e iglesias. Pero ¡en cuántos corazones reina ahora mismo la más negra oscuridad!”, escribe González.
El niño. Sobretodo el niño. Principalmente el niño. “¡Un niño nos es nacido!”, grita el profeta Isaías. “Con su venida al mundo el Hijo de Dios transforma nuestra situación. El establece las condiciones para una vida nueva…Navidad significa nacimiento. Ha nacido la vida para ti. Y esta vida era el niño Jesús”, afirma el autor.
El pesebre. Lo cuenta el gran Giovanni Papini: “Ante el pesebre están presentes los tres órdenes de los seres: en lo alto los ángeles, más abajo las criaturas humanas, María, José, los pastores, finalmente los animales, el buey, el asno, los corderos, que son el grado más humilde de los seres vivos”. Sigue Félix González: “Miremos el pesebre de Belén. Contemplemos en él al Hijo de Dios. Estamos viendo la concentración más grande de poder que nunca vio ojo humano”.
La luz de la gloria. Escribe González: “Cuán maravilloso tuvo que ser para aquellos pastores de Belén el momento en que se vieron rodeados por la luz de la gloria de Dios”. La Biblia no nos da los nombres de los pastores. Cada uno de ellos, para nosotros anónimos, tenía un nombre. Pero bajo los pobres vestidos de aquellos ovejeros nocturnos se escondían los nombres de los grandes hombres del Antiguo Testamento que profetizaron sobre la llegada del Mesías, desde Moisés hasta Malaquías. Para González, el texto de Lucas 2:8-20 ofrece varias fotografías de aquellos pastores: “En la oscuridad. Deslumbrados por la luz celestial. Escuchado atentos. Exhortándose mutuamente. Presurosos. Hallando al niño. Testificando a otros. Alabando".
El mensaje de los ángeles. Ante el temor natural de los pastores, uno de los ángeles responde tranquilizándolos. No hay motivos para temer. ¡Qué bonita frase escribe González!: “Navidad fue la primera chispa que encendió un fuego de alabanza que durará por toda la eternidad”. Continúa: “Al mensajero del mundo celestial casi se le rompe de alegría el corazón por el privilegio de anunciar al mundo el divino mensaje: “¡Os ha nacido hoy un Salvador!”.
¿Tienen corazón los ángeles?
Tres cosas extrañas. ¿Cuáles? Según Félix González, estas: “La extraña señal. El extraño encuentro. El extraño oír de los pastores”. El autor apoya su argumento en un texto de Lucas 2:12: “Esto os será por señal”. “Ante estas palabras -escribe González- no nos queda más remedio que preguntarnos: ¿qué estaba pensando el ángel cuando ofrece esto por señal a los pastores?
El buey y el asno. Todo cuanto tiene que ver con la Navidad llevamos veinte largos siglos escuchándolo. Sabemos de memoria, o casi, cada detalle del inigualable acontecimiento. González se queja de que en ninguno de los cuatro Evangelios se nombra el asno que montó María ni el buey o bueyes que deberían estar cerca del pesebre donde Dios se encarnó en figura de niño.
¡Mirad, he ahí vuestro Dios! Uno de los capítulos más profundos del libro que estoy comentando. Citando una simple frase de Lucas, “aconteció en aquellos días”, comenta el autor en un breve párrafo: “La Navidad es la irrupción del “otro mundo” en el nuestro. El pesebre, la cruz y la tumba vacía son señales de la obra de Dios a favor de nuestra salvación”. Si en la noche de un día llegó Navidad fue porque Dios acudió en nuestra ayuda. Miremos a Dios.
Dos reyes y dos reinos. Para González, uno de estos reyes emperador fue Cesar Augusto en la tierra y Dios en el cielo, ahora encarnado en el Hijo, rey de reyes. Reinados distintos. Al Cesar que gobernaba en la tierra Dios le pudo decir lo que manifestó por boca del profeta Isaías: Mis caminos no son tus caminos, ni mis pensamientos tus pensamientos.
Una cosa para ver y otra para tomar en Navidad. Para ver, la gloria de Dios, según la vio y la proclamó San Juan en el primer capítulo de su Evangelio. Para tomar, otro consejo del apóstol: “De su plenitud tomamos todos, y gracia por gracia”.
La plenitud de Dios es desbordante. Precisamente porque Dios está lleno puede llenarnos si se lo pedimos. San Pablo comenta que agradó al Padre que en Cristo nuestro Salvador “habitase toda plenitud”.
Félix González cierra las bellas páginas de su libro sobre la Navidad aconsejándonos tres cosas para comprar en esa conmemoración. Basa su consejo en este texto de Apocalipsis 3:18:
“Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas”.
La primera de las tres es el oro.
“Este oro puede significar sólo una cosa: fe, fe auténtica de la que dice San Pedro que “es mucho más preciosa que el oro” (1ª de Pedro 1:7).
La segunda cosa para comprar es vestidura blanca.
El Cristo de Apocalipsis “no está hablando aquí de productos textiles. En el lenguaje figurado del libro el vestido tiene que ver con nuestra dignidad o indignidad delante de Dios”. Así lo cree González.
Finalmente, la tercera cosa que nos aconseja comprar en Navidad, siguiendo el texto de Apocalipsis, es colirio. El colirio aclara nuestros ojos. “Unge tus ojos con colirio para que veas”, dice Cristo. Punto final en palabras del autor del libro que termino de leer: “El don y el Espíritu de Dios alumbran nuestros ojos para que descubramos nuestra culpa y nuestros errores, pero también para que podamos descubrir lo que tenemos en Cristo Jesús, las inmensas riquezas de su gracia”.
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