Los dos liderazgos religiosos y teológicos articularon una auténtica revolución social que recogió los sueños y las esperanzas de muchas generaciones de creyentes que anhelaban la realización de cambios efectivos y visibles en la cristiandad.
A ti laurel y yedra
corónente, dilecto
de Sofía, arquitecto.
Cincel, martillo y piedra
y masones te sirvan; las montañas
de Guadarrama frío
te brinden el azul de sus entrañas,
meditador de otro Escorial sombrío,
y que Felipe austero,
al borde de su regia sepultura,
asome a ver la nueva arquitectura
y bendiga la prole de Lutero.
Antonio Machado, “Al joven meditador José Ortega y Gasset” [1]
En las pasadas semanas, la editorial CLIE puso en circulación dos volúmenes “gemelos” sobre Martín Lutero y Juan Calvino, los líderes más reconocidos de la Reforma Protestante conocida como “magisterial” o “clásica”. Se trata de sendas antologías de textos sobre sus aportaciones a la gran renovación religiosa que aconteció en el siglo XVI y que llevó a ambos a estar al frente de la misma en distintos momentos. Esta feliz coincidencia puede permitir apreciar la manera en que, desde lo que ahora son Alemania y Suiza, los dos liderazgos religiosos y teológicos articularon una auténtica revolución social que recogió los sueños y las esperanzas de muchas generaciones de creyentes que anhelaban la realización de cambios efectivos y visibles en la cristiandad. Ciertamente, no fueron ellos los iniciadores de la lucha en la que participaron tan denodadamente, pero lo que es verdad, tal como lo señala la Dra. Alicia Mayer González, es que el movimiento trascendió fronteras y épocas, e incluso su estudio sigue teniendo una gran vitalidad: “La Reforma es un ejemplo tácito de lo que Fernand Braudel describió como un suceso ‘de larga duración’. Su impacto, sus consecuencias a corto y largo plazo, no solo en Europa, sino en el resto del mundo, generan gran interés y estimulan nuevas reflexiones” (“Presentación”, Antología de Martín Lutero. Legado y trascendencia. Barcelona, CLIE, 2019, p. 12). Por ello, agrega: “No hay mejor modo de conmemorar un hecho histórico que a partir del análisis especializado y abierto al diálogo y la reflexión, con la intención de comprenderlo”.
La primera antología, sobre el reformador alemán, preparada (de entre una multitud de materiales disponibles) a propósito de los 500 años de la gesta de Wittenberg, cuando el monje agustino dio a conocer sus famosas 95 tesis, se divide en siete grandes secciones: Planteamientos generales; Lutero y la Reforma en perspectiva crítica; Momentos culminantes de la reforma luterana; Lutero y la Biblia; Lecturas y relecturas doctrinales; Aspectos educativos, litúrgicos y artísticos; y Otras áreas de presencia e impacto, además de un “Pórtico” y un epílogo. Son 25 textos en total. Se intentó lograr una buena representación de autores reconocidos, especialmente teólogos del siglo XX (como Paul Tillich, Jacques Ellul, Hans Küng y Jürgen Moltmann), la recuperación de otros menos leídos (como Juan A. Ortega y Medina y Herón Pérez Martínez), así como algunos especialistas en el estudio de la Reforma (Leszek Kolakowski, George Williams, Peer Schmidt), además de varias aportaciones originalmente escritas en castellano (Guillermo Hansen, Daniel Beros, Alicia Mayer).
Deben destacarse algunos textos en particular: en el “Pórtico”, un poema W.H. Auden y la amplia discusión de Ellul sobre La actualidad de la Reforma, un ensayo de 1959 que aún tiene mucha vigencia, dado su enfoque enérgico y provocador. Los de Tillich y Küng (entre los Planteamientos generales) ubican a Lutero en el marco teológico más adecuado, desde una mirada protestante y otra católica. El filósofo polaco Kolakowski (en Lutero y la reforma en perspectiva crítica, la sección más amplia) critica firmemente las supuestas debilidades filosóficas de la Reforma con sólido conocimiento de causa. Alfonso Rincón González expone las cercanías y diferencias de Lutero con el humanismo (un tema sumamente interesante). Ortega y Medina (transterrado español en México y profesor de la UNAM) hace importantes consideraciones sobre el papel de Lutero y su tradición religiosa en la conformación de la modernidad. Alberto Ramírez Z., en un ensayo también sobre la modernidad, coloca a Lutero en la ruta que más tarde recorrería Calvino. El profesor Ignacio Carlos Maestro Cano, de la Universidad de Valencia, hace un recuento minucioso del protestantismo en su relación con la cultura alemana.
Sobre los Momentos culminantes de la Reforma luterana se incluyeron, de Francisco Illescas, profesor del Instituto Tecnológico de Monterrey (México), acerca de la Disputa de Leipzig (junio de 1519), fundamental en el rompimiento de Lutero con la iglesia católica; y sobre la disputación de Heidelberg (abril de 1518), por Daniel C. Beros, profesor y pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. En la sección Lutero y la Biblia (que pudo constar de una decena de ensayos) aparecen dos ensayos: Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir, del investigador Herón Pérez Martínez (El Colegio de Michoacán), acerca del bello documento dedicado por el reformador en septiembre de 1530 a explicar detalles finos y polémicos de su trabajo como traductor; y El doble vínculo de la Reforma Protestante: el nacimiento del fundamentalismo y la necesidad del pluralismo, de Robert Glenn Howard (Universidad de Wisconsin), muy sugerente en relación con el desarrollo de las posturas conservadoras sobre la Biblia en el medio evangélico actual.
Tres textos integran la sección Lecturas y relecturas doctrinales, dos de ellos sobre la “teología de la cruz” (de Theobald Beer y Guillermo Hansen, profesor del Seminario Lutero, de Minneapolis) y otro sobre Lutero desde una perspectiva católica, del pastor y teólogo francés Marc Lienhard (1935). En Aspectos litúrgicos y artísticos se recogen dos ensayos: de Feliciano Pérez Varas, La obra poético-religiosa de Lutero (presentado en un coloquio internacional de 1983), y Lutero y el arte: una perspectiva latinoamericana, del Dr. Jerónimo Granados, quien fue catedrático en el Instituto Universitario ISEDET, Argentina.
En Otras áreas de presencia e impacto se intentó ampliar el horizonte hacia España y América Latina, por lo que se incorporaron dos textos fundamentales: del finado profesor Peer Schmidt (fallecido en 2009), notable hispanista y americanista, “El protestante. Martín Lutero, el luteranismo y el mundo germánico en el pensamiento e imaginario españoles de la época moderna”, un panorama completísimo sobre el constante rechazo durante siglos a la figura del reformador en la Península Ibérica; del teólogo reformado Jürgen Moltmann un notable acercamiento a la mística de Teresa de Ávila desde el prisma protestante; y de Alicia Mayer González, “Lutero y Alemania en la conciencia novohispana”, clara prolongación de los estudios de Schmidt, aplicados a la realidad virreinal en lo que ahora es México, de la autora de Lutero en el Paraíso (2008), quizá el mayor estudio que existe sobre la presencia (virtual y simbólica) del reformador en las Américas, objeto del odio y la incomprensión total desde el catolicismo ultramontano, propio de estas tierras hasta hace muy poco tiempo.
El volumen cierra con un epílogo a cargo de los teólogos franceses Laurent Gagnebin y Raphaël Picon (fallecido prematuramente en 2016), autores de El protestantismo: la fe insumisa, de cuya introducción se incluye un fragmento. Algunas de sus enjundiosas palabras, de inspiración profética al momento de abordar el perfil insumiso de esta fe evangélica, son bastante dignas de citarse, para concluir:
Los reformadores, Lutero, Zwinglio, Calvino, Bucero, Farel y otros, por unanimidad compartieron la convicción que ahora resuena en el corazón del protestantismo: ¡solo Dios nos puede llevar a Dios! Ninguna institución eclesiástica, ningún papa, ningún clérigo nos puede conducir a él: porque, en primer lugar, Dios es quien viene a nuestro encuentro. Ninguna confesión de fe, ningún compromiso en la Iglesia, ninguna acción humana nos puede atraer la benevolencia de Dios: solo su gracia nos salva. Ningún dogma, ninguna predicación, ninguna confesión de fe pueden hacernos conocer a Dios: solo su Palabra nos lo revela. Dios no está sujeto a ninguna transacción posible; su gracia excede cualquier posibilidad de intercambio y reciprocidad. En el protestantismo, Dios es precisamente Dios en la medida en que nos precede y permanece libre ante cualquier forma de sumisión.
Notas
[1] Poema CXL de Campos de Castilla (1917).
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