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Leopoldo Cervantes-Ortiz
 

Julia Esquivel (1930-2019): Poeta, teóloga, defensora de los derechos humanos

Esquivel forma parte de una tradición de escritores y poetas atentos a lo que acontece a su alrededor, siempre con ojos críticos.

GINEBRA VIVA AUTOR Leopoldo Cervantes-Ortiz 26 DE JULIO DE 2019 09:00 h


Yo conozco tu corazón herido, Padre.



Te he oído gemir, como al viejo Job,



he escuchado tus sollozos



y he sentido la hondura de tu desolación.



Julia Esquivel V., “Padre, tu corazón herido”, en Florecerás Guatemala. México, CUPSA, 1989, p. 21.





Me gusta mucho, en Apocalipsis, aquella figura de la mujer que da a luz y que se va al desierto para defender al niño de las fauces del dragón. Creo que nosotras somos esa mujer, somos esa matriz y nos toca seguir adelante en este trabajo. Estoy buscando caminos que puedan hacer posible esta cercanía que nos va a nutrir, que nos va a alimentar, nos va a dar vida y también va a viabilizar esa posibilidad de alegría, de gozo, de consuelo, de certezas, no sólo para las mujeres, porque sabemos que lo que pasa en nosotras repercute mucho más allá de nosotras (Extractos de una entrevista con Julia Esquivel, en Vida y Pensamiento, SBL, vol. 12, núm. 2, 1992, p. 50).




Desde Guatemala llegó la triste noticia: el viernes 19 de julio falleció en esa ciudad Julia Esquivel Velázquez, la poeta, teóloga y defensora de los derechos humanos, a los 89 años. Su deceso no pasó desapercibido para la prensa de su país pues algunas notas dieron cuenta de ello, especialmente por tratarse de alguien cuyo trabajo literario era ampliamente reconocido por su fuerte carácter profético y de denuncia, además de una intensa sensibilidad, lo que le valió una gran aceptación en diversos círculos literarios y eclesiásticos. Jorge Ovalle escribió el mismo día en Prensa Libre (“Fallece la reconocida poetisa [sic] poetisa guatemalteca Julia Esquivel”, 19 de julio de 2019).



 



Portada de la edición en inglés de Amenazados de resurrección.

Calificada con justicia como “una mística con los pies en la tierra”, perteneció a una generación de pensadores protestantes (como José Míguez Bonino, Sergio Arce, Raúl Macín, Beatriz Melano, Hiber Conteris, Rubem Alves y Julio de Santa Ana, entre otros), que trató de responder a la convulsa situación prevaleciente en América Latina mediante un discurso y una praxis cristiana más acordes con la realidad, lo que los hizo iniciadores de lo que sería la teología de la liberación. Durante mucho tiempo, junto con Melano y otras pocas representantes mujeres, fue pionera también de las teologías feministas. En el texto que lleva el título mencionado arriba se afirma:




En su poética aparece el Dios de la libertad y de la verdad, el Dios del refugio y de la recuperación frente a la tragedia de un pueblo violentado. Julia Esquivel fue testigo del sollozo y de la plegaria de un pueblo históricamente masacrado, y es ejemplo de una fidelidad y de una ética sin concesiones. Por tanto, su arte poética traduce e interpreta un sentido que se vuelve necesario y extensivo a todas las naciones latinoamericanas que han sufrido la ignominia del terrorismo de Estado. (en Umbrales, Uruguay, 13 de abril de 2018,).




Se puede decir que, en el ambiente literario de su país, Esquivel forma parte de una tradición de escritores y poetas atentos a lo que acontece a su alrededor, siempre con ojos críticos, tales como Luis Cardoza y Aragón (1901-1992), Otto René Castillo (1936-1967; “Vámonos patria a caminar”) y Roberto Obregón (1940-¿1969?; El aprendiz de profeta, 1965), y entre las mujeres, reivindica voces y énfasis como la de Romelia Alarcón Folgar (1900-1970; “Epístola irreverente a Jesucristo”) y Alaíde Foppa (1914-¿1980?), razón por la cual ha sido incluida en varias antologías. El sitio Literatura Guatemalteca dedicó una sección a su obra.



 



Esquela obituaria de Julia Esquivel.



Nacida en San Marcos el 3 de mayo de 1930, con escasos siete años escuchó el relato de la pasión y muerte de Jesucristo en una iglesia evangélica de su ciudad natal lo que la llevó a ser discípula de una diaconisa alemana, Elise Otto, quien la introdujo a la lectura de la Biblia. Se integró a una iglesia presbiteriana e hizo estudios en el Colegio Europeo de la capital de su país. En 1947 se graduó como maestra de educación primaria y al año siguiente inició estudios en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala.



 



Portada de Quand le jours se lèvera.

Al manifestar sus deseos de estudiar teología, la Iglesia Presbiteriana le negó el derecho, por lo que en 1953 ingresó al Seminario Bíblico Latinoamericano (SBL) de Costa Rica, donde estudió teología pastoral. De regreso en Guatemala, entre 1957 y 1960, trabajó como profesora de estudios bíblicos, directora de internados y responsable de campamentos para estudiantes de secundaria en el Instituto Evangélico América Latina y en 1961 llegó a ser directora del mismo.



En la segunda década de los años 60 ejerció como docente en diferentes instituciones de Costa Rica (SBL; 1966), Colombia (Colegio Latinoamericano de Cartagena) y Guatemala. En Costa Rica incursionó en la producción y realización de programas radiales. De 1967 a 1969 hizo trabajo voluntario religioso y social con niños y jóvenes con problemas de conducta (delincuentes o niños de la calle). Fundó la agrupación “Amigos de los Niños”, en la que junto con estudiantes de secundaria y universitarios trataban de rehabilitar a otros jóvenes. A fines de 1969 y principios de 1970 cursó estudios teológicos en el Instituto Ecuménico del Consejo Mundial de Iglesias, en Bossey, Suiza, donde practicó técnicas pedagógicas de recuperación con adolescentes delincuentes.



De 1970 a1974 dirigió el Departamento Cultural de la Junta Evangélica de Servicio Social y Cultural de Guatemala. Produjo programas de radio y trabajó con mujeres de áreas marginales. Dirigió un proyecto de desarrollo integral en San Pedro Ayampuc. En febrero de 1971 recibió amenazas del gobierno por firmar y publicar un documento llamando al cese de la violencia política. Como resultado de esa misma acción, el obispo episcopal William Frey fue expulsado del país. Fundó y dirigió la revista ecuménica Diálogo (1970-1980), de reflexión teológica, pastoral, de testimonio y análisis social, lo que provocó en parte su exilio. En enero de 1976 fue amenazada por la Policía Militar Ambulante, por haberse entrevistado con las viudas y familiares de los dirigentes de cooperativas cristianas, capturados, torturados y asesinados por el Ejército en julio de 1975. En febrero de 1977 escapó a un intento de secuestro.



En 1977 fue cofundadora del Comité Pro-Justicia y Paz, que tenía como fin velar por la defensa de los derechos económicos, sociales y humanos de personas y comunidades afectadas por la violencia institucionalizada y represiva. En 1978 siguió recibiendo amenazas y en 1979 trataron de secuestrarla hombres fuertemente armados. En diciembre de ese año le advirtieron que el ejército planeaba matarla, por lo que en 1980 pasó a la clandestinidad para seguir trabajando. En 1980, después de la masacre de la embajada de España (31 de enero; José Elías, “Guatemala juzga la masacre en la Embajada de España en 1980”, en El País, 1 de octubre de 2014), salió al exilio. De 1980 a 1987 vivió en una comunidad monástica en Suiza. Escribió y ofreció conferencias en diversos países dando a conocer la situación que se vivía en su país durante la dictadura militar. Apoyada por organizaciones como el Consejo Mundial de Iglesias, Pax Christi Internacional, la Federación Internacional de Movimientos de Adultos Rurales Católicos y otras más participó en las sesiones regulares de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, adonde presentó denuncias, informes y aclaraciones sobre las masacres, torturas y desapariciones forzadas que acontecían en Guatemala. Antes de retornar a Guatemala vivió y trabajó en Nicaragua y en México. En 2014 le fue entregada la Orden Juan José Gerardi, en memoria del obispo asesinado en abril de 1998. Otros textos suyos fueron publicados por el Consejo Mundial de Iglesias (Upsala 1968: informes declaraciones, alocuciones. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1969) y la revista Concilium (“La mujer conquistada y violada”, en núm. 232, 1990; “Espiritualidad de la tierra”, en núm. 261, 1995). Es muy importante también la entrevista que le hizo Elsa Tamez en Las mujeres toman la palabra: en diálogo con teólogos de la liberación hablan sobre la mujer (San José, DEI, 1989).



 



Diferentes publicaciones de Esquivel.



En 1981 apareció El Padrenuestro desde Guatemala y otros poemas (San José, DEI), que la catapultó a la fama y le otorgó un lugar en las letras de su país. Se trata de un libro dentro de la gran tradición poética latinoamericana que retoma elementos religiosos establecidos y los proyecta de una manera nueva, transgresora y provocativa. Particularmente, esta oración de Jesús ha sido transfigurada por autores/as como Dulce María Loynaz, Nicanor Parra, Juan Gelman y Mario Benedetti. Ese mismo año impartió la Cátedra Juan A. Mackay en el SBL, con el tema “Espiritualidad de la liberación”. He aquí una de sus afirmaciones:




El Dios que sufre es libre. Su sufrimiento no limita su libertad. Sufre con los que avergonzados por la traición de las instituciones religiosas son perseguidos y condenados por ellas. La prueba mayor para nosotros, los cristianos, es aquel momento en que, enteramente libre del temor a las consecuencias, purifica el Templo, la casa de Su Padre, de los comerciantes y de los cambistas, quebrantando así la “autoridad” religiosa y desenmascarándola como poder rebelde. Rehusó conformarse a las reglas de juego impuestas por una institución religiosa corrupta. Sabía a dónde lo conducía su actitud, pero no negoció su libertad, ni su obediencia al Dios traicionado por los jefes de una religión prostituida. Sufrió profundamente el rechazo de los suyos y su lamento sobre Jerusalén nos descubre hasta qué punto se sentía rechazado por su propio pueblo. Ni la soledad, ni la posibilidad de la cruz limitaron su libertad (“Espiritualidad de la liberación”, en Vida y Pensamiento, SBL, vol. 12, núm. 2, 1981, p. 13, )




En 1989, el notable escritor y poeta Luis Cardoza y Aragón, también exiliado en México, prólogó su libro Florecerás Guatemala (Casa Unida de Publicaciones), publicado después en inglés bajo el título The certainty of Spring (1993). Éstas son algunas de sus palabras:




Pensé que no había escrito sino un solo poema, como ahora que vuelvo a compartir su emoción. Un mismo poema en donde la oigo sollozar su plegaria, estremecida de espanto y furia santa. Veo que llora, que la estrujante tragedia de Guatemala no la olvida nunca. Julia es testigo de esa tragedia, y es ejemplo de fidelidad, de lealtad y bondad. Yo la comprendo a mi manera, incitado por el desgarramiento que le causa la inconcebible tragedia que nos oprime. A veces me digo que no debo hablar más de exilio. Julia nos ha enseñado a levar nuestra tierra en el corazón. Y más allá de los lindes de la tierra que amamos la vivimos con severa intensidad, con dolorosa vehemencia. […] Ello es lo que Julia escribe turbada por tierna exaltación (pp. IX-X).




En abril de 1992 apareció en Suiza una antología en francés, Quand le tour se lèvera (Cuando amanezca. Lausana, Éditions Ouverture), algunos de cuyos poemas fueron traducidos al holandés, alemán e inglés. En diciembre de 1994 recibió el Doctorado Honoris Causa en Teología por la Universidad de Berna. Threatened with Resurrection / Amenazado de resurrección se publicó en Estados Unidos en 1982 y 1994. En 1997, Ediciones Semilla (casa editorial anabautista) dio a conocer Algunos secretos del Reino que recoge poemas que la muestran en pleno dominio de sus facultades dominadas por una mirada mística firmemente anclada en las realidades que observaba minuciosamente. Concluimos con una breve muestra de su labor poética.



 



Cuando llegue la hora



Cuando llegue la hora,

cambiarás mi desierto en cascada,

ungirás mi cabeza con aceite fresco

y tu fuerza conquistará mi debilidad.



 



Conducirás mis pies sobre tus huellas

y caminaré por la senda angosta

que conduce a tu Casa.



 



Tú me dirás cuándo

y por dónde,

caminaré tu sendero

toda bañada de alegría.



 



Mientras tanto

te pido Señor, ¡qué animes

en lo íntimo de mi alma,

La Fiesta de la Vida!

¡La de la Tumba Vacía!

¡La de la Cruz Victoriosa!



 



Que tu voz de Jardinero

abra cada mañana mi oído

con la noticia siempre nueva:

“Vé y dile a mis hermanos

que he vencido a la muerte,

que hay lugar para todos

allá donde se forja La Patria Nueva.



 



Allá,

donde la tierra, el amor y la alegría

no se compran ni se venden,

donde el vino y la leche

se comparten sin dinero y sin precio,

allá, donde todos mis hermanos pequeñitos,

se sientan como príncipes

en LA MESA DEL PADRE.”



 



Repítemelo fuertemente cada noche,

que has vencido

al que confunde a este mundo.



 



Dime que no importa

cuán amarga sea la copa de la aflicción

para que cese ya de temblar el corazón;

para que este desierto del frío desarrollo

no congele la esperanza

de estrechar Tus Manos

junto al Fuego

que crece en la Montaña,



 



¡Tu pueblo es la Montaña!



 



¡Hazte fuerte

dentro de mi,

para que los mil pretextos

con que el corazón

quiere escapar

a lo esencial,

no me hagan olvidar

que en Tu Casa,

siempre hay VINO y PAN

y que Tu Casa, Señor,

es allí en donde

los humildes buscan la Justicia,

la que brillará en la Patria Nueva,

la que ya nos ilumina

con destellos

de Tu Reino!



 



Su bandera sobre mí es amor



Cantar de los Cantares 2.4



 



Quiero ser tu pañuelo, Señor,



limpio, suave, pulcro, fuerte,



listo siempre



entre tus manos que sanan.



 



Puedes usarme como quieras,



convertirme en compresa



para detener la hemorragia



en la frente del borrachito



que se cayó en la esquina



y que se cortó la ceja



con un vidrio de botella.



 



Si tú lo quieres, con tu pañuelo



seca las lágrimas de Meme,



el niño callejero, vendedor de periódicos



a quien le arrebataron



todo su dinerito



ganado durante el día.



 



Pañuelo tuyo,



podrías estirarme



hasta convertirme en cabestrillo



y sostener el brazo quebrado



de la Tencha, cargadora de canastos



en la Terminal, que se resbaló



en una cáscara de mango.



 



Si me necesitas,



podría recibir el esputo



del viejo Andrés, tuberculoso,



que a veces, cuando le alcanza,



come papas asadas



en el rescoldo del fuego



de la noche anterior…



 



Podría quizás,



en la boca de Jacinta,



la parturienta,



soportar su mordida



entre sus dientes apretados,



cuando puja encuclillada



en el monte



luchando por dar la vida



sin ayuda de su marido



ni de la partera



y menos aún de médico…



 



Yo, pañuelo tuyo,



deseo con toda mi alma



estar lista siempre



entre tus manos



para cualquier emergencia,



en el pecho, o en los ojos,



en la nariz o en los pies



de mis hermanos, tus pequeñitos…



 



Y si necesitaras



rasgarme un día



para vendar la cabeza



del soldado



o del combatiente herido,



para fajar una hernia



o para atar un ombligo,



aquí estoy Señor,



bandera de amor entre tus manos…



 



Y si te crucifican otra vez



y necesitaras mortaja,



puedes convertirme en sudario…



o en la bandera blanca de tu resurrección.



 



Eucaristía



Te vaciaste todo



sin retener nada para Ti.



 



Ya desnudo, total despojo,



te nos das hecho pan



que sostiene



y vino que reconforta.



 



Eres Luz y Verdad



Camino y Esperanza



 



Eres Amor



 



¡Crece en nosotros, Señor!



 



Nos han amenazado de Resurrección



 



Lo que no nos deja descansar hermano,



no es el ruido de la calle,



no son los gritos de los jóvenes



que salen borrachos del “Saint Pauli”,



no es el barullo de los que pasan agitados



hacia las montañas.



 



Lo que no nos deja dormir,



lo que no deja descansar,



lo que no deja de golpear aquí dentro,



es el llanto silencioso cálido



de las indias sin sus maridos,



es la mirada triste de los niños



clavada más allá de la memoria,



en la misma niña de nuestros ojos



que durante el sueño



velan cerrados



en cada diástole,



en cada sístole,



en cada despertar.



 



¡Se nos fueron seis ahora,



y nueve en Rabinal,



y dos, más dos, más dos



y diez y cien y mil



en todo un ejército



testigo de nuestro dolor,



de nuestro miedo,



de nuestro valor,



de nuestra esperanza!



 



¡Lo que no nos deja dormir



es que nos han amenazado de Resurrección!



¡Porque en cada anochecer,



fatigados ya de los recuentos



sin fin desde 1954,



todavía seguimos amando la vida



y no aceptamos su muerte!



 



Nos han amenazado de Resurrección



porque hemos palpado sus cuerpos inmóviles



y sus almas penetraron en la nuestra



doblemente fortalecida,



porque en este maratón de la Esperanza,



siempre hay relevos



para portar la fuerza



hasta llegar a la meta



más allá de la muerte.



 



Nos han amenazado de Resurrección



porque no nos podrán arrebatar



ni sus cuerpos,



ni sus almas,



ni sus fuerzas,



ni su espíritu,



ni su misma muerte,



ni menos aun su vida.



Porque ellos viven



hoy, mañana y siempre



en la calle bautizada con su sangre,



en el aire que recogió su grito,



en la selva que escondió sus sombras,



en el río que recogió su risa,



en el océano que guarda sus secretos,



en los cráteres de los volcanes,



Pirámides del Alba,



que tragaron sus cenizas.



 



Nos han amenazado de Resurrección



porque ellos están más vivos que nunca,



porque pueblan nuestras agonías,



porque fertilizan nuestra lucha,



porque nos levantan cuando caemos,



porque se yerguen como gigantes



ante el miedo de los gorilas enloquecidos. 



 



Nos han amenazado de Resurrección



porque ellos no conocen la vida (¡los pobres!).



 



Ése es el torbellino



que no nos deja dormir,



por el que, dormidos, velamos,



y despiertos, soñamos.



 



No, no son los ruidos de la calle,



ni los gritos de los borrachitos en el “Saint Paul”,



ni la algarabía de los deportistas.



Es el ciclón interior de una lucha de colores



que sanará aquella herida del quetzal



abatido en el Ixcán,



es el terremoto que se acerca



para sacudir el mundo



y poner cada cosa en su lugar.



 



No, hermano,



no es el ruido de la calle



lo que no nos deja dormir.



 



¡Acompáñanos en esta vigilia



y sabrás lo que es soñar!



¡Sabrás entonces lo maravilloso que es



vivir amenazado de Resurrección!



 



¡Soñar despierto,



velar dormido,



vivir muriendo



y saberse ya



resucitado!



 



Ginebra, 8 de marzo de 1980


 

 


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